11 PRESENTACIÓN
Después de haberse marchado, me entró la risa floja recordando los momentos anteriores que acabábamos de vivir. En realidad, algo dentro de mí me decía que sabía que iba a ocurrir algo entre nosotros dos. Estaba alegre, contenta. Sentía mis mejillas estiradas de tanto sonreír.
Esto… no se lo podía decir a mis padres. Hay ciertas cosas que los hijos deben guardar para sí. Guille era un chico realmente gracioso y simpático, a parte de sus cualidades físicas, que a la vista estaban.
Me acordé entonces que me había dejado todo encendido arriba. La tele, la Play, el aire… Subí arriba y lo apagué todo. Revisé que todo estuviese en su sitio y fui a mi habitación. Ya se me habían pasado las ganas de leer y no sabía lo que hacer, así que me puse el bikini negro y plateado y bajé a la piscina. Nada más salir a la puerta del jardín ya se podía notar los rayos del sol atizando en mi cuerpo. Ese calor me recordó al mismo de hace tan solo dos horas, de nuevo otra sonrisa afloró por mi rostro. Pero no se debía a la misma procedencia. Cogí la toalla de círculos de colores que estaba tendida y me puse en la hamaca fuera de la sombrilla.
Solo se escuchaba el choque de las hojas entre sí en aquellos arbustos recortados con forma rectangular debido a la brisa que afloraba suavemente como el susurro de los pájaros y el golpe del agua contra las paredes de la piscina. Me relajé por completo ante tal silencio hasta el punto de echar una cabezada. Me desperté medio mareada ocasionado por estar tanto tiempo al sol. Por suerte no me había quemado. Fui a incorporarme pero la cabeza me dio vueltas y mi estómago rugió. Las tres de la tarde. Se me había hecho un poco tarde para prepararme algo con fundamento así que me hice una ensalada de pasta. Fregué el plato y la cacerola y me fui a darme un baño en la piscina.
Ya me encontraba más espabilada. Coloqué en el equipo de música del salón, el disco de recopilatorio con todas las canciones favoritas. Empezó a sonar Never Alone de BarlowGirl al volumen lo suficientemente alto para que se oyera desde el jardín. Me llevé el móvil fuera por si alguien me llamaba y no me enteraba. Me metí en la ducha y de cabeza a la piscina. Estuve haciendo largos durante una hora con intervalos de descanso. El pitido de un mensaje me hizo salir de la piscina.
Después de haberse marchado, me entró la risa floja recordando los momentos anteriores que acabábamos de vivir. En realidad, algo dentro de mí me decía que sabía que iba a ocurrir algo entre nosotros dos. Estaba alegre, contenta. Sentía mis mejillas estiradas de tanto sonreír.
Esto… no se lo podía decir a mis padres. Hay ciertas cosas que los hijos deben guardar para sí. Guille era un chico realmente gracioso y simpático, a parte de sus cualidades físicas, que a la vista estaban.
Me acordé entonces que me había dejado todo encendido arriba. La tele, la Play, el aire… Subí arriba y lo apagué todo. Revisé que todo estuviese en su sitio y fui a mi habitación. Ya se me habían pasado las ganas de leer y no sabía lo que hacer, así que me puse el bikini negro y plateado y bajé a la piscina. Nada más salir a la puerta del jardín ya se podía notar los rayos del sol atizando en mi cuerpo. Ese calor me recordó al mismo de hace tan solo dos horas, de nuevo otra sonrisa afloró por mi rostro. Pero no se debía a la misma procedencia. Cogí la toalla de círculos de colores que estaba tendida y me puse en la hamaca fuera de la sombrilla.
Solo se escuchaba el choque de las hojas entre sí en aquellos arbustos recortados con forma rectangular debido a la brisa que afloraba suavemente como el susurro de los pájaros y el golpe del agua contra las paredes de la piscina. Me relajé por completo ante tal silencio hasta el punto de echar una cabezada. Me desperté medio mareada ocasionado por estar tanto tiempo al sol. Por suerte no me había quemado. Fui a incorporarme pero la cabeza me dio vueltas y mi estómago rugió. Las tres de la tarde. Se me había hecho un poco tarde para prepararme algo con fundamento así que me hice una ensalada de pasta. Fregué el plato y la cacerola y me fui a darme un baño en la piscina.
Ya me encontraba más espabilada. Coloqué en el equipo de música del salón, el disco de recopilatorio con todas las canciones favoritas. Empezó a sonar Never Alone de BarlowGirl al volumen lo suficientemente alto para que se oyera desde el jardín. Me llevé el móvil fuera por si alguien me llamaba y no me enteraba. Me metí en la ducha y de cabeza a la piscina. Estuve haciendo largos durante una hora con intervalos de descanso. El pitido de un mensaje me hizo salir de la piscina.
--WoO! Cuanto tiempo!! =P Q haces guapa? Estoy aburrido. Sabes? Esta mañana ha sido bastante aburridilla no? =P Joder… q cutre estoy siendo, no se q decir… las gilipolleces q dice uno cuando nada más se piensa en volver a ver a tu chica xD. Un beso feaa! tqq --
¿Su chica? ¿Estamos saliendo? La verdad es que no me importaría. Me sequé las manos para no mojarlo y le respondí.
¿Su chica? ¿Estamos saliendo? La verdad es que no me importaría. Me sequé las manos para no mojarlo y le respondí.
--Tú sí que eres feo =P. Si estás tan aburrido porq no te vienes otra vez? Estoy en la piscina podríamos darnos un baño =O =P. A ti las gilipolleces te salen ya de por sí, tranqilo. Vente si qieres. Besitoss tqq culo bonito =P.--
Creo que esto iba a ser una guerra de sms por lo que me sequé mejor con la toalla y me senté en la hamaca de tela que estaba colgada entre los dos árboles a la derecha de la piscina. Esperé a que respondiera mientras sonaba Bring me to life de Evanescense. Empecé a tararearla pero me interrumpió un beep del móvil.
Creo que esto iba a ser una guerra de sms por lo que me sequé mejor con la toalla y me senté en la hamaca de tela que estaba colgada entre los dos árboles a la derecha de la piscina. Esperé a que respondiera mientras sonaba Bring me to life de Evanescense. Empecé a tararearla pero me interrumpió un beep del móvil.
--Q va cielo. Ojalá pudiese ir y bañarnos los dos juntitos, pegados, en bikini… ui ui q me enrollo xD. Ya mismo me tengo q ir a hacer unas cosas. Lo de las gilipolleces te vas a enterar cuando te vea. Si yo sé q te ha gustado mi precioso culito =P. Dos besitos para Guille’s girl.--
--Siempre con gestiones tú. Mira q chaval más responsable me he cogido yo =P . Lo del culito… digamos q me gusta bastante, vamos a reconocerlo xD. Ya te cogeré yo a ti tranqilo. Tqq feoo (L)--
Antes de que me llegara el otro mensaje de Guille oí como sonaba el timbre de la puerta ya que el silencio se había hecho entre canción y canción. Dejé el móvil en la mesa, rodeé la toalla alrededor de mi cuerpo y fui a abrirla.
-¿Abuela? ¿Qué haces aquí? ¿Qué hora es? – miré extrañada el reloj preocupada de haber perdido la noción del tiempo.
-Tranquila aún no es la hora. – Me dio dos besos y entró hacia el salón. Ya estaba sonando la siguiente canción a todo volumen. - ¡Baja el volumen de esto por Dios! – su grito se perdió entre el sonido de la guitarra. Le di al stop. – Oh… mucho mejor.
-Bueno y la visita ¿por qué? – oí el pitido del móvil desde el jardín. – Espera ahora vengo. –Fui a cogerlo y leerlo mientras caminaba hacia el salón.
-- Me tengo q ir ya loca. Gracias por el halago! =P. Nos vemos pronto! Te qieroo ^^.--
¿Pronto? Se referiría a mañana. Y me llamaba a mí loca…
-¿Ya?
-Sí.
-Pues venga, vístete que nos vamos.
-¿Nos vamos? ¿A dónde?
-Tú vístete y ya está. – me encogí de hombros y fui a mi cuarto a cambiarme.
Pillé un pantalón corto negro, una camiseta blanca y negra y las chanclas negras de DC. En el pelo… estaba bastante mal por el cloro, me lo peiné y me hice una coleta mal hecha. Un cepillado de dientes y un poco de lápiz negro. Me preguntaba a dónde me llevaría ahora mi abuela con todo el calor.
Bajé de dos en dos las escaleras y di un salto en el último escalón.
-Bueno… ¿me vas a decir donde vamos?
-No. Ya lo verás cuando estemos allí.
-¿Y qué pasa con el entrenamiento?
-Hoy no va a haber.
-Mmmm – fue lo único que fui capaz de decir. Estaba demasiado intrigada para otra cosa.
Cerré todas las puertas de la casa y por último la de la calle con doble vuelta. Nos montamos en su Renault Clio del año 91 y tiramos dirección norte, a las afueras de la ciudad. Estuvimos de viaje unos tres cuartos de hora. Yo ya estaba comiéndome las uñas de tanto secretismo.
Por fin después de tanta autovía tiró por un cambio de sentido. Solo había callejuelas estrechas y estropeadas. Esto me estaba poniendo histérica.
-Abuela… ¿qué es esto?
-Shh calla, que estamos a punto de llegar.
Después de redoblar esquinas y calles viejas por el tiempo y un silencio sepulcral, tiramos por un camino sin asfaltar. Esto me recordó a la visión que tuve hace ya tiempo. ¿Llegaríamos a la bahía? ¿Estaría allí Guille? ¿Qué pintaba mi abuela en todo esto?
Varios kilómetros después, descubrí que estaba equivocada. Después de tantos árboles y piedras llegamos a una cabaña de madera gigante. Más que una cabaña, parecía una casa enorme. Su forma era rectangular y solo había una sala en toda aquella morada. Alrededor se podía respirar un aire de tranquilidad y paz. Sólo se oía el paso de un riachuelo muy cerca de aquí. Las vistas eran increíbles. Árboles y senderos se perdían por los alrededores. Parecía mentira que ese lugar estuviera en mitad de aquel pequeño y deslucido poblado.
Otra vez de nuevo, me acordé de la visión que tuve cuando cogí por vez primera mi espada. Me recordaba mucho a este lugar. Probablemente sería, pero aún no estaba preparada para una espada más fuerte.
Bajamos del coche. Estaba maravillada. El clima era húmedo y muy cálido, pero se respiraba aire puro, del campo.
-Guau… - fue todo lo dije.
-Te gusta… ¿eh? – asentí bruscamente.
-¿Este es el lugar de la visión que te conté?
-Esto… no. – miré extrañada a mi abuela.
-Y entonces… ¿qué es?
-Entra y verás.
Subimos los tres escalones que había en la entrada. Mi abuela tocó la puerta y tres segundos después alguien la abrió. Era un joven rubio de pelo bastante corto. Sus ojos eran pardos, grandes y redondos. Tenía la cara cuadrada y su boca era mediana pero con labios carnosos. Un cuerpo bastante fornido. Iba vestido con un pantalón corto de cuadros grises, verdes y azules y una camiseta recortada color añil. Bastante atractivo a simple vista.
-Hola María. – yo estaba detrás de mi abuela, escondida. El chico se inclinó hacia un lado para poder verme. – Hola Allegra. – sonrió.
-Hola Ángel. Pues… ¡ala! ya estamos aquí. – Se dio media vuelta para dirigirme la palabra – saluda al chico ¿no?
-Hola. – sonreí tímidamente.
Entramos en aquella estancia. Era una imagen totalmente equivocada de lo que había en mi cabeza. Aquello no era, ni por asomo, una sala de entrenamiento. En mitad de aquella gigante habitación había una mesa rectangular de madera cedro de tres metros de largo aproximadamente y sillas bastantes cómodas alrededor. Al fondo a la izquierda, una cocina americana donde las encimeras estaban colocadas formando una U orientadas hacia el este. En las del exterior, dejando ver la parte trasera de éstas, se encontraban unos taburetes negros y elegantes. Cerca de la cocina, también en la parte izquierda, una enorme estantería llena de libros que llegaba hasta el techo, cubría toda la pared hasta llegar a la esquina. En la pared adyacente de la puerta de entrada, dos sofás azules marinos. Y en frente de la estantería, dos sillones del mismo color. Situándonos de nuevo en la entrada, al fondo, un poco hacia la derecha, había un enorme equipo de música de última generación. A los lados de éste, dos estanterías estrechas y largas llena de discos. En la esquina de la derecha más lejana del punto de referencia, una mesa de escritorio con un ordenador pantalla plana, teclado y ratón inalámbricos. Seguido de la mesa, una televisión de plasma de unas 52 pulgadas estaba colgado en la pared. Debajo de ésta, una mesita de café en la que se encontraba la Play Station 3 junto los mandos de distancia y un sofá en forma de L color azul marino también. Y en la esquina derecha se encontraba el cuarto de baño.
Aquello estaba lleno de gente. Una chavala con el pelo rojo granate liso bastante largo estaba leyendo un libro, tendría unos veinte años. Otra chica con melenita rubia y ondulada vestida con unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta blanca de unos diecisiete años, estaba cocinando algo. Viendo la tele, había una joven bastante morena de piel, pelo oscuro y rizado de dieciocho años aproximadamente, tumbada en el sofá. Había alguien más en el ordenador, pero no pude ver mucho, ya que alguien llamó mi atención saliendo del cuarto baño. Era un chico bastante alto, rapadito, también con buen cuerpo, de hecho, todos estaban muy fuertes allí. Sus ojos eran pequeños y rasgados color marrón oscuro. Su boca pequeña y su nariz bastante pronunciada. Tendría unos veintidós años.
-Hola Allegra, te estábamos esperando.
No podía decir nada. Estaba cohibida ante tantas miradas dirigidas hacia mí. Mi abuela me cogió por los hombros y me llevó hacia la mesa central.
-Allegra, te presento a tus compañeros inmunitas. – hizo un gesto con la mano abarcando a toda la habitación. – Venid chicos.
-Hola, yo soy Cristina. – la chica rubia del pelo ondulado me tendió la mano.
-Yo soy Lucas. – el chico que había salido del cuarto baño.
-Me llamo Sandra. – la joven del pelo rojo.
-Bueno, yo soy Ángel. – el rubio que nos abrió la puerta.
-Hola, yo me llamo Mabel. – la chavala morena de piel.
- ¡Ei! Ven y te presentas ¿no? – llamó Mabel al joven que estaba en el ordenador.
Se levantó de la silla y vino corriendo hacia mí. No me dio tiempo de reaccionar. Me cogió y me levantó hacia arriba.
-Ya te dije que nos veríamos pronto. – cuando pude ver quién era mi rostro se volvió blanco como la pared. Estaba atónita.
-Pero… ¡¿Qué…?! – no podía salir de mi asombro. - ¿Se puedes saber desde cuando eres tu un inmunita? – estaba fuera de mis casillas.
-Vaya… veo que os conocéis. – apostilló Ángel.
-Bájame. – le solté en tono grosero.
-Vaya… no sabía que te lo fueras a tomar así.
-Tú esto lo sabías ¿verdad? Sabías lo que yo era y… y… aún así no me habías dicho nada. ¡Eres un capullo!
Mi primer contacto con mis futuros compañeros y ya estaba dando un escándalo. Todo el corte que sentía se esfumó para dar paso a la furia.
En realidad, ahora encajaba todas las piezas. Ese titubeo cuando empezamos a conocernos mejor, esa bulla que le entró cuando tuve la visión. Lo rápido que había cogido confianza conmigo.
-Pero no te pongas así, que tampoco no he hecho nada malo Allegra.
-Joder Guille, ¿te parece poco ocultarme después de tanto tiempo lo que eras? Encima lo de esta mañana…
-Allegra si te acuerdas lo que te dije una vez. Está totalmente prohibido revelar la identidad a nadie. – intervino mi abuela para defenderlo.
-Sí, pero abuela. Si ambos lo somos ¿por qué no me lo podía haber dicho? – sentía impotencia al recordar lo sucedido esta mañana contando que él sabía todo y yo no sabía nada.
-Vamos a dar un paseo y lo hablamos mejor. – sugirió Guille. Intentó abrazarme pero me escabullí.
Salimos por la puerta trasera que daba a un extenso jardín lleno de flores y llegaba hasta el riachuelo perdiéndose de vista la casa. Hasta que no estuvimos fuera de la visión de ellos no hablamos.
-A ver… no te lo dije antes porque cuando me enteré vi que todavía estabas confusa. Te acababas de enterar y no era plan de decirte ¡ala venga yo también soy inmunita!
-Y… ¿Cómo te enteraste que lo era? ¿Te lo dijo mi abuela? – íbamos caminando por el borde del río. Estaba atardeciendo.
-No. Me enteré cuando nos agarramos las manos y vi que tus ojos cambiaron de color.
- ¿Mis ojos? ¿Cambiaron de color?
-Sí. Cuando los inmunitas tenemos una visión, nuestros ojos se vuelven del color de la amatista. Cuando vi aquel cambio me di cuenta de que eras uno de los nuestros. Entonces sin que tú me vieras, obligué a mi mente a tener una visión de ti del pasado. Y vi como te habías enterado hace poco. – de repente, ya no sentía ira hacia él. Pero el resquemor seguía.
- Pero aún así. Hemos estado viéndonos todos los días después. ¿No has tenido ningún momento para decírmelo?
-Sí. Pero hablé con tu abuela y me dijo que me esperara. Que te faltaba poco para dar el paso siguiente. – se paró. Se puso delante de mí y atrapó mi cara entre sus manos. - ¿Me perdonas?
Desvié la mirada intentando no ceder. Me mostraba indiferente.
-No me arrepiento nada de lo que hice esta mañana. ¿Y tú?
- ¿A qué viene esto? No intentes salirte por la tangente. Aún sigo enfadada. – se acercó más a mí. Nuestras bocas casi se rozaban. Pero fui más fuerte y me escapé de su encanto. Di media vuelta y fui hacia la cabaña.
-¿A dónde vas?
-A conocer a mi grupo si no te importa. – Iba dando golpes fuertes dejando ver que estaba enfurruñada.
Oí una risotada de fondo, pero la ignoré. En el fondo sabía que lo había perdonado.