domingo, 21 de febrero de 2010

Capítulo 21. Tormento.


21 TORMENTO
Después de tener esa charla con ella, me sentía mucho mejor. Aunque todavía no había llegado lo peor. Me tenía que enfrentar a Guille y contarle toda la verdad… o casi toda. Estaba de buen humor, pero quería estar sola. Me dirigí a mi habitación y estuve escuchando canciones en el portátil que acompañaba a la habitación. Recordé aquella que escuché en el coche de Leo y la busqué en el Youtube.
Jesse & Joy – Somos lo que fue. No era muy de mi estilo pero la letra seguía impactando en mi corazón y sobre todo ahora que se acercaba el final de esta historia…

No puedo seguir, no quiero fingir
Aún me haces sentir,
Pero no puedo evitar tanto llorar
Ven siéntate hay que hablar.

No sé qué paso entre tú y yo
El fuego se apagó
Dónde quedo esa pasión que abrasó al corazón
Extraño el sabor de ese dulce amor que alimentaba nuestra vida.
Somos lo que fue
Fuimos lo que ya no es
Vivimos del ayer
Todavía un milagro tal vez pueda haber.

Estas junto a mí, estoy junto a ti
Pero hay un millón de millas que nos separan hoy
Si piensas que no hay más remedio dímelo
Extraño el sabor de ese dulce amor que alimentaba nuestra vida.

puse una y otra vez. Me dolía recordar los momentos felices que había vivido con él. Aquellos primeros días de salir, las risas de cada noche, aquellos labios suaves… pero estaba completamente enamorada de Aarón y no podía seguir con alguien que no amaba realmente. No lo había hecho antes porque no quería causarle daño, prefería que poco a poco se fueran distanciando las cosas, pero él se había adelantado a los acontecimientos. Así que cuando llegara esta noche, iría a su habitación y esta historia tan bonita llegaría a su final.

-¡Ya era hora! – suspiró aliviado. Estaba cruzado de brazos y con esa postura de desinteresado que lo hacía aún más sexy.
-Tanto no he tardado… ¿no? – miré el reloj preocupada. Las 9 y dos minutos.
-Llegas dos minutos tarde… estar sin verte hace que los minutos pasen como horas. No me puedes hacer esto. – Guiñó el ojo izquierdo y se dirigió hacia mí con demasiada lentitud para mi gusto. Ansiaba abrazarlo.
Nos enlazamos lo más fuerte que pudimos aspirando los aromas mutuamente. Me encantaba escuchar los latidos de su corazón, sentir su cuerpo tan cerca del mío. Esto superaba mil veces todas las preocupaciones que tenía en mente. Cogió mi rostro entre sus manos y me besó con vehemencia. No lo esperaba, pero le respondí con la misma pasión. Su mano se ciñó sobre mi cintura haciéndome estar más cerca de él aún. Su lengua se movía con insistencia dentro de mi boca. Las manos recorrían mi espalda dibujando la columna hasta la terminación de ésta y algo más. Yo me aferré a su cuello y a ese pelo sedoso que tan bien olía. Alojó sus manos frías -debido al fresco de la noche- y sedosas debajo de mi jersey azul haciéndome estremecer por su contacto. Reíamos entre besos por las cosquillas que me causaba el tenerlas sobre mi tripa. La pasión no parecía cesar nunca. Me permití el lujo de tocar sus perfectos abdominales marcados y bien pétreos. Otro escalofrío recorrió el cuerpo de Aarón. No podía pensar en otra cosa salvo en su cuerpo y sus besos.
De nuevo, me aferré a su cuello, pero esta vez había algo de lo que no me había fijado antes. Un abalorio colgaba dentro de su camiseta. Él siguió besándome por el cuello y la clavícula. Saqué el collar y observé que llevaba colgando una piedra del color fuego en forma de trapecio. Lo aparté poco a poco. Él lo hizo algo resignado.
-¿Qué ocurre?
-¿Qué es esto? – Quise saber si él también lo sabía. Al fin y al cabo siempre nos enterábamos de las cosas al mismo tiempo. Lo miró extrañado.
- Mi amuleto de la suerte. – Se encogió de hombros – Lo llevo puesto desde que tengo memoria. – Siguió jugueteando con mi clavícula.
-¿Nunca te lo quitas? – fijó su mirada en mí y al leer mi expresión supo que lo ardiente había acabado. No parecía saber nada acerca de ello.
Antes de responderme nos sentamos en el terreno al lado de nuestro tronco especial. Me acurruqué en su regazo y sostenía el collar en mi mano sin llegar a tocar la piedra.
-Cuando me acuerdo, me lo quito para ducharme y algunas veces hasta se me olvida colocármelo después. – habló mientras me tocaba el pelo.
Esa era la respuesta a todo lo anterior. La razón por la que el día de nuestro reencuentro pude ver sus movimientos, la razón porque Guille no podía ver quién era, la razón del impedimento de poder visionar su futuro.
Ahora todo encajaba. Pero… ¿Por qué razón la tiene antes que los demás? ¿O es que acaso a los attacks se les da antes para prevenir? Pregunté para salir de dudas.
-Es precioso. ¿Y por qué te lo dieron? – volvió a encogerse de hombros.
-Nunca le pregunté a mis padres sobre ellos. Supongo que será algo de familia. ¿Por qué lo dices?
-Es que me ha llamado la atención. – enarcó una ceja. - ¿Qué? No sé… - respondí a su pregunta no formulada. – quiero saber cosas de mi chico… ¿No puedo?
No sabía por qué razón mentía. Simplemente le podía decir la verdad. Pero quizás tenía ¿miedo?… miedo, no. Experimentaba una sensación extraña difícil de explicar si él le contaba todo lo que ese mineral podía hacer a sus compañeros. Porque al fin y al cabo los attacks eran mis enemigos y el odio natural hacia ellos era irremediable, por lo que debía evitar cualquier cosa que les diesen ventaja. Aunque ello conllevara no contarle toda la verdad a Aarón.
Se tragó mi mentira y cambió de tema. Yo seguía sin tocar el mineral pero aún sujetándolo y observándolo mientras él me hablaba. Me quedé totalmente en Babia examinando la piedra por todos los ángulos posibles hasta tal punto que me habló y no conseguí seguir sus conversaciones.
-¿Has escuchado lo que te he dicho? – Seguí mirando el abalorio - ¿Allegra?
Estaba hechizada bajo ese talismán. Era incapaz de apartar la vista de él. Inconscientemente me había sumido en un profundo sueño con los ojos abiertos. Era increíble cómo me estaba absorbiendo poco a poco. Sabía perfectamente que me estaba hablando y que debía de responder, pero las palabras no conseguían salir de mi garganta. La vista comenzaba a tornarse blanca por los alrededores de la periferia, como cuando mirabas mucho rato un objeto sin pestañear.
-¿Allegra? – Seguía llamando Aarón.
Su voz se volvió preocupada y tiró de la cuerda donde yo estaba sujetándola para apartarme el mineral de mi vista. Pero con ese movimiento lo único que consiguió fue que me pusiera en contacto la piedra con la que tanto rato había estado evitando.
Conocía muy bien esa expresión. Notaba como mis pupilas iban cambiando. Cómo mi visión se iba trastornando. Hacía mucho que no me ocurría una cosa así… inconsciente, sin control… y la visión llegó a mis ojos.
El mar estaba tranquilo. Demasiado relajado. No se escuchaba nada alrededor, ni siquiera el golpeteo de las olas contra las rocas. Un cielo oscuro y encapotado cubría gran parte. Sin embargo, por los aledaños estaba totalmente aclarado y reluciente. Un azul vivo y lleno de energía. El ruido de un bajel tenebroso interrumpió aquella extraña calma acercándose hacia el lugar más deseado por todos. Sí. La habían encontrado.
La parte exterior estaba llena de personas las cuales no pude identificar. Todas me eran confusas. Gritos de júbilo y descorches de vino por todo aquel barco antiguo. Se sentía el poder, la sensación de haber ganado lo que tanto habían deseado otros.
A lo lejos se podía ver una gran extensión de tierra… pero solo eso. Nada identificaba que aquello fuese Isa de Luz. Pero ellos sabían que la habían encontrado. Bailaban al ritmo de piratas de literatura. Las sombras negras chocaban sus copas y bebían. Lo estaban celebrando antes de tener certeza de ello. Alguien saltó del bajel y fue nadando hacia aquella Isla.
No sé por qué pero el corazón me dio un vuelco. Los compañeros hacían gestos de detención pero la sombra siguió sin escuchar a nadie. Los demás esperaban impacientes hasta que su colega llegase a la orilla y diese la aprobación de aquel maravilloso lugar que sería Isla de Luz. Sin embargo, algo mágico y misterioso impidió que pudiese seguir nadando. Otra sombra flotante apareció de la nada y con un simple soplo mató a aquel individuo.

La visión cesó y mis pupilas volvían a pertenecerme. Sin embargo, él sabía perfectamente lo que me acababa de ocurrir. Inmediatamente me quitó de su regazo y se alejó un metro de mí. Y no sólo eso, sino lo que conllevaba. Torrente de poderes.
Otra vez no. Otra vez no. Suplicaba una y otra vez, pero era inevitable. Sabía exactamente lo que vendría después. Deseaba con todas mis fuerzas quitarme esa sensación de encima, pero el odio y mi naturaleza fueron más intensos.
Estaba cegada de inquina y el attack que había a mi lado también. Un enemigo al que había que aniquilar. Era muy poderoso y fuerte, pero ya pude con él una vez. Esta sería la segunda.
Automáticamente, busqué un tronco de un árbol. Esto me produjo una ligera sensación de deja vû pero hice caso omiso y me concentré de nuevo en la batalla que estaba a punto de comenzar. Localicé uno largo y consistente, que no fuera muy delgado pero fácil de manejar. Los flujos de energía que mi sangre circulaba, mi fuerza y mi rapidez se multiplicaron. El attack ya estaba preparado para el saludo y dar comienzo a aquella mortal lucha.
Nos colocamos uno en frente del otro a una distancia considerable. Nuestras miradas se cruzaron. Azul y gris… una combinación fría y sin sentimientos.
Pero es Aarón. Yo lo quiero. Una débil voz me hablaba desde mi cabeza. Pero era tan frágil que la furia no dejaba oír a más.
El correspondiente saludo de batalla. De perfil, mano izquierda apuntando al enemigo, mano derecha con la espada – esta vez tronco – pasando por encima de la cabeza hasta llegar al otro extremo del cuerpo. Cruce de espadas y rápido movimiento para dar lugar a la verdadera lucha.
Nos movíamos a tanta velocidad que los distintos árboles se juntaban unos con otros dando la sensación que eran uno. Intentaba buscar algún despiste para poder atestarle ese tronco en la cabeza y matarlo pero él era muy hábil y rápido.
¡Le voy a hacer daño! ¡Allegra para! De nuevo esa voz frágil en mi interior. Apenas la oía como en un susurro. Yo seguí con mi asunto. No podía perder la más mínima concentración.
Los choques de troncos retumbaban en el silencio haciendo callar a todo aquel animal que anduviera cerca. Tuve que dar un salto hacia atrás para evitar que me golpeara el vientre. Ambos estábamos con el entrecejo fruncido y jadeando.
Seguía manejando su muñeca tan ágil que tuve que colocar el tronco en forma horizontal para esquivar dos golpes a la vez. Me estaba tomando superioridad y eso no lo podía permitir. Así que intenté igualarle vigilando sus próximos pasos pero me quedé muy desorientada al no poder visionar sus movimientos. Lo veía todo oscuro. Fue ahí cuando recordé el mineral fuego. Mierda. ¡Bien! Y también recordé que yo no llevaba mi piedra correspondiente.
Me concentré lo máximo posible ya que él llevaba más ventaja sin que lo supiese y en cualquier momento en el que se descuidase, podría meterse de nuevo en mi mente. Y esta vez, herirme de verdad. Nunca.
Busqué el lugar menos protegido de su cuerpo y encontré la solución en las piernas. Sutilmente me fui agachando poco a poco sin que el attack notase la diferencia y mis intenciones. Calculé la altura y el lugar adecuado para atacarle mientras me protegía de sus golpes. Con un rápido y seco movimiento le sacudí la espinilla derecha. Perdió el equilibrio y no pude reprimir una risa malvada. Esa no soy yo. ¡Joder para! La voz se hizo algo más fuerte pero seguía sin ser suficiente como para distraerme.
Repleta de poder por mis venas, alcé el tronco hacia arriba para coger más fuerza y poder golpearle fuertemente la cabeza para que cayera inconsciente, o mejor dicho, muerto. Lo tenía a mis pies. Podría acabar con él en cuestión de un segundo. Esta vez lo mataría de verdad. No se me escaparía y no volvería a caer en esa mirada. ¡Basta ya! Un fuerte pitido retumbó en mi cabeza desconcentrándome pero el attack no había notado la diferencia puesto que éste estaba más ensimismado en cómo poder levantarse en vez de aprovechar mi guardia baja.
De un salto logró recobrar el equilibrio y estirarse lo máximo posible sobrepasándome de altura. Hacía un segundo yo lo tenía en mis manos y ahora la situación se había intercambiado. No será capaz. Él me quiere. ¡Já!
En sus ojos se reflejaban rayos de furia y con un simple toque en mi hombro, logró tirarme al suelo. ¡Qué irónica era la situación! Tenía que escapar como pudiese. De pequeña solía reptar muy rápido por el suelo y rodar hacia los lados, ahora lo haría mucho mejor. Intenté escabullirme antes de que el tronco golpease mi cabeza – como esperaba a que hiciera – pero en este caso, lo dejó caer y su mirada grisácea se clavó en mí con tanta fuerza que me dejó completamente aturdida. De nuevo volvía aquella sensación que tan pocas veces había sucedido pero que me resultaba familiar.
Dejé caer el tronco al suelo. Apenas podía ver con claridad. Todo se estaba tornando blanco. Algo ilógico cuando era de noche. Cada segundo que pasaba mi vista se iba desvaneciendo y mis músculos no respondían a mis órdenes. Notaba como una sensación extraña quería infiltrarse en mi cuerpo. Luchaba con todas mis fuerzas para poder quitármela de encima, pero era demasiado potente y después de una fuerte lucha interior, la sensación ganó. Mi mente dejó de pertenecerme…otra vez.
Sabía que no era yo la que me estaba moviendo, pero tenía conciencia de lo que hacía. La voz en mi interior que antes me había estado atormentando la notaba más fuerte y poderosa, pero ahora mismo estaba totalmente callada, esperando a lo que el attack hacía conmigo.
Me puse en pie y empecé a golpearme con toda la fuerza que era capaz en la cabeza con mis propias manos. Seguí por mi cara y mi vientre dejando futuros cardenales. Apenas podía respirar puesto que me había atizado un golpe firme debajo de las costillas, pero aun así, visioné entre la maleza restos de vidrio de una botella. Capté el más grande y más afilado. Justo en el momento de hincármelo en el corazón, esa voz que tan siniestramente callada había estado, habló.
-Aarón. Te amo. Sé que tú también a mí y no deseas por nada del mundo hacerme daño. Acuérdate mi amor. No te dejes llevar por el odio. Nuestro amor está por encima de toda naturaleza y si no lo controlamos, si yo me muero o tú te mueres, moriremos los dos a la vez.
No sabía si realmente sentía todo eso que había dicho. Pero las palabras parecían haber sido sinceras y habían salido de mi corazón.
Dejé caer el vidrio y me derrumbé inconsciente al suelo. Lo último que vi fue aquellos ojos esmeraldas que tanto me enamoraban.

No sé exactamente cuánto tiempo había pasado desde que caí inconsciente. Sólo podía escuchar aquellos martillazos que había en mi cabeza.
Al contrario que la primera vez que me ocurrió esto, sí me acordaba exactamente qué era lo que había pasado. No quería despertarme por nada del mundo. Estaba muerta de remordimiento y dolor. No sabía con qué cara podría mirar de nuevo a Aarón. Mi Aarón. El mismo que había deseado matar con todas mis fuerzas. El mismo que se había metido en mi mente y había intentado destruirme por dentro. Pero no lo culpaba en absoluto, es más, era yo la que debía de disculparse para toda la vida. Pero el retumbe iba cada vez a más y fue inevitable volver a la realidad.
Sentí que estaba muy cómoda donde me encontraba. No era mi habitación pero se estaba muy a gusto aquí. Notaba el aire fresco en mis piernas pero por la parte superior de mi cuerpo me encontraba muy cálida. Fue entonces cuando escuché el sonido de un sollozo y el olor de alguien que me resultaba totalmente familiar. Abrí los ojos de golpe al caer en la cuenta de quién se trataba. Pero Aarón no se enteró de mi despertar. Yo estaba en su regazo, sus brazos rodeaban mi cuerpo y tenía la cabeza apoyada en la mía.
Moví los brazos para abrazarlo y giré el torso para apoyar mi cara en su pecho pero este gesto me dejó desgarrada.
-¿Allegra? ¿Mi amor? – su voz estaba totalmente ronca y se había quebrado nada más pronunciar la primera sílaba de mi nombre. - ¿Estás bien?
No estaba segura de cómo sonaría mi voz y no quería preocuparle más de lo que sus ojos reflejaban. Así que simplemente asentí y lo abracé ignorando el dolor que me causaba en mis costillas y mi cabeza.
-Lo siento, lo siento, lo siento. ¡Joder! – gritó a pleno pulmón y seguidamente empezó a llorar a lágrima suelta.
No pude decirle nada porque mis lágrimas ahogaban mi voz. Lo agarré con más fuerza y me escondí en su pecho.
-¿Hasta cuándo? – habló en voz baja, pero no era una pregunta dirigida hacia mí. – No puedo controlarme… Odio sentir cómo mi naturaleza es más fuerte que este amor que siento por ti.
-Eso no es así. – le contradije. Me destrozaba el corazón al escuchar sus palabras. – Nuestro amor triplica lo que deberíamos sentir ahora mismo. Además tú no eres el único que se deja dominar por lo que es. Si no, yo no te hubiera intentado sobrepasar y habría intentado detenerte desde el primer momento en el que te notara fuera de control. – le acaricié su dulce rostro que estaba empapado en lágrimas amargas. – Algún día conseguiremos sobrepasar esa barrera de odio y destruirla completamente sin ningún tipo de riesgo.
-Es de lo que me intento convencer una y otra vez, pero esta es la segunda vez que pasa… y si hay una tercera… si ninguno de los dos es más fuerte que el otro para parar esa lucha… no… no me quiero imaginar lo que pasaría. – me abrazó con más fuerza y no pude reprimir un quejido.
-¿Has visto? Mira lo que te he hecho… soy un monstruo. – su voz era más ronca de lo habitual y su rostro reflejaba frustración, enfado, resignación.
- Supongo que hemos quedado empate ¿no? – reflejé una sonrisa amarga intentando evitar lo máximo posible que mi rostro mostrara el dolor que sentía por todo mi cuerpo. – Primero te gané yo… y tú deshiciste el “hechizo” y ahora… he sido yo. Así que…por favor, dejémoslo pasar ¿vale?
Su intención fue replicar, pero antes de que lo hiciera le sellé los labios con mi dedo y seguidamente me incorporé – con cuidado – para poder probar su tierna boca y las lágrimas que recorrían por sus extremos.
-Además… necesito fuerzas para enfrentarme a lo que me espera mañana. – Se me escapó un suspiro.
-¿Qué ha pasado? – Al menos conseguí distraerlo de su propio tormento. Yo intentaba hacer lo mismo, puesto que tan solo pensar lo que acababa de ocurrir me producía un dolor muy profundo en el pecho.
-Verás… digamos… que nos han descubierto. – sus ojos se dilataron y dejó de respirar durante unos instantes. Se me escapó una carcajada muda que hizo resaltar aún más el dolor.
Su rostro me recordó exactamente al mío cuando me había enterado hacía unas pocas horas.
-Supongo… que tendré que luchar contra ellos… - su voz fue dubitativa pero en mi interior decía que lo estaba deseando con todas sus fuerzas.
-Tranquilo no saben que eres tú. – Juré que por un momento su rostro se había tornado de decepción. Pero no quise recriminarle nada… - Creo que debería irme… se ha hecho un poco tarde.
Nunca pensé que diría esas palabras, pero mi cuerpo necesitaba descansar. Estaba dolida por todo el cuerpo aunque no podía mostrarlo delante de Aarón. Ansiaba estar sola para poder desahogarme y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Tenía motivos suficientes para hacerlo.
Debía de soltar toda la tensión que había acumulado cuando me sometieron al interrogatorio. Llorar por el monstruo en el que me convertía cada vez que me dejaba llevar por mis poderes y hacer daño al hombre de mi vida. Gritar para calmar el dolor que sentía por todo mi cuerpo y mi cabeza (Mañana tendría que entrenar y no sabía si estaría en condiciones). Soltar lágrimas por la distancia que me separaba de mis padres. Maldecirme a mi misma por haber hecho daño a mi mejor amigo. Quería estar sola y llorar hasta la saciedad.
Al pensar en todo lo que me abrumaba, notaba como mis ojos estaban brillantes y apunto de soltar otra lágrima más. Respiré hondo varias veces y me levanté para poder despedirme de Aarón. Abrazarme a él hasta que se me pasase la ansiedad. Sin embargo, él me conocía más de lo que yo creía y notó mi pesadumbre.
Cogió mi cara entre sus manos y me besó lo más dulce y suave de lo que fue capaz. Aquel beso me dejó totalmente atontada y cerré los ojos para poder sentirlo mejor. Una gota amarga incontrolada se derramó por mi rostro.
-Te amo. Duerme tranquila, descansa y calma tu dolor. – Nuestras lágrimas se enlazaron formando una sola que discurría por nuestras mejillas hasta caer en nuestras manos enlazadas. – Te juro por la vida de mi hermana que no volverá a ocurrir nunca jamás.

domingo, 7 de febrero de 2010

Capítulo 20. Acusación.


20 ACUSACIÓN
Recogí mi bandeja de la mesa. Me di cuenta de que apenas había probado bocado del lenguado. No tenía mucha hambre después de todo.
El comedor se había quedado casi vacío. La gente aprovechaba los viernes para salir a la ciudad ya que ponían a disposición un autobús que llevaba desde la residencia hasta el centro. Ahora podría aprovechar la ocasión para ver más tiempo a Aarón… pero si nuestros móviles no funcionaban y no había manera de comunicarme con él, no podía avisarlo para quedar durante más tiempo. Tenía que hablar con él esta noche sobre esto.
Me acerqué a la mesa de mis amigos- los pocos que quedaban.
-¿Dónde están los demás?
-Guille, Sandra y Lucas se han marchado al centro. ¿Tú no vas con Guille? – me preguntó Mabel sentada con una postura bastante relajada sobre la mesa.
Me sentí un poco incómoda ante la pregunta. Dudé bastante en contestar.
-No – los tres enarcaron una ceja – es que hoy me apetece estar de tranquileo. – intenté quitarle importancia al asunto.
Mi respuesta fue bastante sospechosa y los tres averiguaron que pasaba algo.
-Tenemos que hablar. – advirtió Cristina.
Recogieron sus bandejas antes de que yo pudiera decir nada más. Cristina y Mabel se engancharon a mí por los brazos y Ángel iba agarrado a mis hombros, pisándome los pies, mientras que nos dirigíamos a la terraza. Durante el camino apenas hablamos. Solo iban dirigiéndome hacia los pasillos correctos compartiendo miradas entre sí que yo no terminaba de captar.
Si ellos me iban a someter a un interrogatorio, yo intentaría sacarle la máxima información acerca de la opinión de sus visiones.
Finalmente, nos sentamos en uno de los sofás que había en el exterior dejando que los rayos suaves del sol acariciasen nuestros rostros sin llegar a molestarnos.
Me sentaron en medio. Cristina y Mabel a mis lados y Ángel en frente de mí. De nuevo acorralada.
-¿Esto es una encerrona? – me quejé.
La verdad es que no me apetecía mucho hablar sobre Guille…tocaba un tema bastante delicado en mi vida. Me acomodé mejor y rodeé mis rodillas con los brazos, apoyando la barbilla sobre las rodillas. Ellos se acercaron aún más a mí. Necesitaban algo de qué hablar, hacía mucho que no ocurría algún cotilleo entre nosotros.
-Por supuesto que no, peque. – ironizó Ángel.
-Fantástico. – murmuré.
-¿Qué pasa entre Guille y tú? – puse los ojos en blancos – Ya sabes que soy directa. – informó Mabel.
-¿Lo habéis notado también? Es que puede que esté un poco paranoica, pero desde hace tres días las cosas han cambiado… - me entristecí al recordar los antiguos momentos.
No contestaron directamente. Eso me dejó un tanto aturdida.
-Verás… creemos que eres tú la que ha cambiado Allegra. – aventuró Cristina que me miraba comprensivamente a través de sus ojos azules.
Eso me pilló totalmente desprevenida. Bajé las piernas del sofá y me erguí un poco.
-Desde que llegaste después de haber ido a la ciudad, estás muy distante con él. Dice que ya no le correspondes como antes. Que siempre tiene que ser él, el que te da los besos, los abrazos. Y de eso hace ya bastante.
-Además – siguió Ángel – te vemos más distraída. Te centras más en los entrenamientos y por las noches desapareces. Nos haces falta peque… ¿Qué pasó allí?
Me había quedado sin habla. ¿Era eso cierto? ¿De verdad había dejado de lado a mis compañeros en este tiempo? Ahora que lo pensaba… ¿Desde cuándo no mantenía una conversación lo suficientemente larga? Desde el miércoles. Tampoco había pasado tanto tiempo. No los podía haber apartado de mi vida tan repentinamente. Yo los quería mucho. Aarón no me podía estar comiendo la cabeza de tal forma. Esto me sonaba raro… Que justamente ellos se hubieran quedado aquí sin ir a la ciudad. Que Guille se hubiera marchado sin decirme nada. Lo rápido que ellos habían ido al grano. Tan mal no había sonado mi respuesta de antes… Aquí había gato encerrado.
-Parad el carro. ¿Qué pasa aquí? – miré fijamente a cada uno descifrando sus intenciones.
Extrañamente, todos desviaron la mirada cuando vieron que no había picado en el anzuelo. Ninguno respondió.
-¿De verdad creéis que he cambiado? ¿De verdad creéis que no le doy besos a Guille? Pero si la mayoría de las noches ya no viene a mi cama y me tengo que ir yo a la suya. Además esta mañana cuando se levantó, fue él, el que estuvo más distante conmigo.
-Motivos tendrá… ¿No crees? – Mabel tenía la mandíbula echada hacia fuera como gesto de enfado. Movía la pierna dando golpecitos sin parar.
-¿A que él os ha pedido que habléis conmigo?
-Pues sí. Y si está distante contigo será por algo. ¿De verdad creías que no se iba a dar cuenta? Como has podido ser tan cínica.
Me quedé absolutamente sin palabras. La mandíbula se me desencajó sola. Tenía los ojos dilatados. No paraba de abrir y cerrar los ojos lentamente.
¿Me habían pillado? ¿Había visto Guille lo que tanto temía? Podría ser que ahora no estuviese en la ciudad…sino en el enfrentamiento contra Aarón para matarlo. Mi corazón se paró y tuve que apoyar la espalda en el respaldo del sofá. Mis fuerzas habían desaparecido. Sentía como mi cara estaba totalmente blanca.
-Ahora no te hagas la víctima. – Seguía achacando Mabel.
-Allegra… ¿Estás bien? – Preguntó Cristina que se había acercado para tocarme la frente.
Estaba ausente. No podía mover ningún músculo de mi cuerpo. Estaban estancados.
-Peque… no nos asustes. Mabel ha sido un poco cruel. Lo que quiere decir, es que Guille está más alejado contigo porque como llevas varias semanas llegando tarde de la residencia y escapándote, piensa que hay algo raro. Entonces vio que estabas con alguien besándote muy cariñosamente y eso le molestó bastante. Por ese motivo se ha ido a la ciudad con Sandra y Lucas para que podamos hablar contigo.
Aún estaba peor. Mis sospechas se habían confirmado. El aire no llegaba correctamente a mis pulmones. La sangre circulaba defectuosamente por mis músculos. Mis pupilas se habían dilatado del terror. Sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. Perdí el sentido del oído. No miraba a ninguna parte.
-¿Allegra? ¿Allegra?
Alguien me cogió por los hombros y empezó a sacudirme fuertemente haciéndome volver a la realidad. Poco a poco volvía a la normalidad, pero mi cuerpo estaba totalmente frío, tanto que me entraron espasmos. En esos momentos no tenía estómago.
-¿Qué te pasa? ¿Así es como reaccionas cuando descubren tu infidelidad?
-Mabel, para. – le advirtió Cristina mientras me frotaba los brazos para hacerme entrar en calor.
-Joder, es que me da rabia. Guille no merece que le hagan esto.
-Y Allegra no merece que la acribillen tanto. Si ha decidido irse con otro será porque Guille no es tan bueno como parece ¿no? – apostilló Ángel desde detrás del sofá.
-¿Estás ya mejor? – preguntó Cristina. Su voz sonó preocupada.
Ya podía mover mi cuerpo y articular palabras, pero el miedo seguía implantado en mi cuerpo. Asentí.
-¿Pero sabe… quién es? – mi voz se quebraba por cada sílaba que pronunciaba.
No sabía si quería oír la respuesta o no. Este era ya el segundo susto. Pero se había cumplido de verdad. Mi respiración era jadeante. En las milésimas de segundo que tardaron en responder se me vino el mundo encima.
-No. Con ese tema está muy confuso. Te logra ver a ti con alguien…pero no consigue ver nada de él. Es algo que nos inquieta a todos. Sobre todo sabiendo que Guille es muy poderoso.
Automáticamente solté un suspiro de alivio. No quería que se notase mucho pero fue inevitable. El mundo que antes me había aplastado, ahora se estaba levantando poco a poco. Había una buena noticia en todo esto, Guille no sabía quién era. Pero de nuevo otra vez me venían preguntas a la cabeza. Si supuestamente Aarón no llevaba la piedra puesta… ¿Cómo que no lo había visto Guille?
Ahora era capaz de pensar coherentemente. Y caí en la cuenta de la reacción de Mabel. ¿Qué le había hecho yo para que se comportara conmigo así? ¿Por qué me acusaba tanto? Vale…yo era culpable de todo, pero eran mis asuntos y no me gustaba mucho que la gente se involucrase tanto en mí. Nunca lo habían hecho… ¿Por qué lo iban a hacer ahora? Tenía que aclarar este asunto con ella. Siempre se había comportado conmigo muy bien… salvo en los últimos días… Estaba muy rara conmigo y demasiado tiempo con Guille. Un clic saltó en mi cabeza.
-No sé porque motivo no lo podrá ver. Pero dejad que yo hable de este asunto con él ¿de acuerdo? Se lo diré mañana por la mañana. No creo que esta noche tampoco vaya a venir a mi cama. – fui desvaneciendo la voz poco a poco.
Mabel me miraba recelosamente. Era una mirada hostil y no me gustaba ver en ella esa actitud. Siempre había sido muy alegre y sonriente. Muy pocas veces se le veía triste o enfadada.
Los demás asintieron y se acomodaron de nuevo en el sofá. Al menos respetaban mi decisión.
-Mabel… ¿Puedo hablar contigo a solas? – la miré fijamente a los ojos. Mi expresión, después de recuperarme, era bastante serena. Ella desvió la mirada intimidada.
-Está bien. – susurró.
Cristina y Ángel se marcharon dentro para jugar al billar un rato. Ahora no parecía tan expuesta como lo había estado antes. Se acurrucó más en su asiento haciéndose cada vez más pequeña. Intentaba ser fuerte, pero sabía que cuando yo me ponía seria, no me ganaba nadie.
-Mírame a los ojos y dime toda la verdad ¿vale? – le cogí de las manos para fundarle valor. Era una de mis mejores amigas y no quería ser dura con ella.
Sonó un suspiro resignado, pero finalmente cedió.
-Primero, antes de pasar a tú y yo, quiero que me digas todo lo que te ha contado ese cobarde. Ya que no ha sido capaz de decírmelo a la cara y ha huido.
Sin darme cuenta, había pasado a la furia. Mi subconsciente me había dictado que la actitud de Guille había sido totalmente pusilánime. Y ahora que lo pensaba, era totalmente cierto. Ese estúpido se había marchado y les había dejado el “marrón” a sus amigos para que me lo contasen a mí.
-Me contó que ayer por la tarde, antes de que te fueras otra vez como tantas veces, te había visto con alguien en un bosque porque ya no podía aguantar más la situación que se estaba dando. Algo que iba a ocurrir por la noche. Porque ya desde hacía tiempo estabas muy rara y que aquella noche que llegaste con Leo de la ciudad te había estado observando y no parecías tú misma. En su visión tenías unos ojos muy brillantes y estabas feliz de estar al lado de esa persona. Estabais muy pegados y abrazados. – me puse rígida involuntariamente – Pero estaba muy oscuro y no podía ver la cara del tío. Él sabía que tenías algo con ese. Primero pensó que podría ser Leo, pero lo visionó tirado en el sofá viendo la tele de la sala común. Al principio creía que no lo podía ver por lo oscuro que estaba. Sin embargo, estuvo intentándolo más veces, viendo otros días… y solo visionaba que tú estabas con él, siempre a la misma hora… pero no sabía quién. Lo intentamos todos los demás cuando nos lo contó… y en efecto, nadie puede verlo. Allegra, no sé con quién estás saliendo, pero es bastante raro que no lo podamos ver… - el enfado y el resentimiento de antes, habían desaparecido de su voz. Ahora simplemente estaba narrándome algo. Como otras veces habíamos hecho.
-Bueno…- intentaba reflexionar lo más rápido posible. – con quién esté o no… ése es mi problema. ¿No crees?
-Pero nos preocupamos por ti. No queremos que te pase nada malo. Si no lo podemos ver algo raro tiene que tener… - su voz era suave, tal y como estaba acostumbrada.
-Yo sé perfectamente cómo es el chico con el que estoy.
Asintió sin decir mucho más.
-Ahora…dime una cosa. ¿Por qué le has tenido que hacer eso a Guille? ¿Qué te ha hecho para que lo traiciones así?
La palabra traición tenía doble sentido. Aunque ella no lo supiese.
-Déjame preguntarte a ti una cosa. ¿Por qué te interesa tango Guille? – desvió la mirada avergonzada. – Si te gusta, no pasa nada.
Se removió incómoda. No sabía dónde mirar, cómo colocarse… Me recordó a mí instantes antes, pero me había salido por la tangente.
-¿Qué dices? No. – su voz sonó una octava más alta. Frunció el entrecejo y movía la cabeza de un lado a otro.
-Mabel. – prolongué la última silaba y enarqué las cejas.
-No me pasa nada con él. – su voz se había quebrado. Movía demasiado las manos y estaba demasiado seria. Motivos para delatar su mentira.
-No me voy a enfadar. Es más, estoy contenta porque hacéis muy buena pareja y ha encontrado a alguien quién lo quiere de verdad. No como yo… - miré al suelo.
-Pero él te sigue queriendo… - se me partió el corazón al oír aquella voz tan apagada.
-Yo no lo veo así. – nos miramos profundamente. – Podrá superarlo fácilmente. Ya sabes que es fuerte. Y si tú estás dándole apoyo, te lo recompensará mucho. – le sonreí. – Mira. Hagamos una cosa. ¿Quieres saber si de verdad lo va a superar? – asintió. – Pues ya sabes. – Le tendí mis manos.
Cerramos los ojos y nos dejamos llevar por el camino del futuro. Mis imágenes eran las mismas que las suyas. Nuestros poderes estaban ahora conectados por el lazo de amistad que nos unía. Forzamos a nuestras mentes a visionar un futuro no muy lejano.
Otro domingo tranquilo. Estábamos sentados en el sofá de la sala común viendo la película 2012. Solo estábamos nosotros. Sandra al extremo, yo a su lado, Cristina seguida de mí, Ángel y Lucas en los sillones puff y Mabel y Guille en el sofá contiguo. Estaba totalmente a oscuras y apenas se veía nada. Todas las mentes concentradas en esa pantalla gigante observando la fragmentación de la ciudad…salvo dos. Mabel y Guille compartían miradas intensas, llenas de significados. Él se acerca algo más a ella. Nerviosa, sin saber muy bien qué hacer, decide agarrarle la mano y comenzar un pulso chino. Risas por lo bajo. Nosotros demasiados intrigados con la película como para prestar atención. Cinco partidas seguidas, dos ha perdido Mabel tres ha ganado Guille.
-Como premio quiero que cierres los ojos. – le susurra muy cerca de sus labios.
Mabel se deja llevar por la adrenalina que comienza a correr por su cuerpo. Cierra los ojos y sonríe sin poderlo evitar. El aliento de Guille cada vez le llega más cerca. Oye su risa y siente como su nariz empieza a juguetear con la suya. Guille le coge por el cuello y comienza a respirar agitadamente. Su respiración también se vuelve más irregular. Están muy cerca…demasiado.

La visión se vio interrumpida por el despliegue de manos de Mabel. Sentía un torrente de sensaciones juntas. Alegría por saber que Guille no lo pasaría tan mal, felicidad por saber que Mabel había sido correspondida. Pero también algo extraño embargaba mi interior. Ese tonteo me recordó a aquel día tan caluroso en la buhardilla de mi casa donde nos besamos por primera vez. Celos… no eran precisamente los celos de novio sino celos de amigo… porque sabía que no iba a tener a mi mejor amigo a toda la disposición que me gustaría, ni a ella tampoco. Tarde o temprano acabarían distanciándose ellos dos.
Pero no fui yo la que apartó las manos. Sino ella.
-¿Por qué lo has interrumpido? ¿No se supone que ahora venía lo mejor? – quise saber.
-Sí. Por eso. Prefiero que sea nuevo para mí. No una recopilación de algo que ya he visto.
-¡Qué palabras más sabias! – soltó una risotada. – Entonces… ¿Tú no ves el futuro de Guille cada vez que puedes? – Se encogió de hombros.
-¿Para qué? No me hace falta si lo tengo aquí a mi lado. Además me gusta vivir el momento y dejar que ocurran las cosas. Sólo veo lo que va a ocurrir cuando es algo de vital importancia. – Se quedó meditando unos segundos - ¿Tú no haces lo mismo?
-En realidad… sí. Aunque algunas veces cuando me vienen dudas me adelanto y me las quito. No creo que sea tan malo… ¿No?
-Pues no… pero yo prefiero vivir como si nunca hubiera tenido estos poderes. Es más… emocionante.
Ambas reímos a la vez.
La verdad es que tenía toda la razón. No había por qué preocuparse de lo que pasaría después… ¿o sí? Ella no llevaba mi vida. Yo estaba en constante tensión por si alguna vez descubrían que Aarón era attack. Tenía que protegerlo aunque fuera con mi vida y debía estar vigilando a cada uno y a mí misma para que no me pillaran. Tenía bastante razón Mabel con lo que había dicho. A mí más que a nadie me gustaría volver a ser una pelusa, pasar desapercibida y disfrutar de cada instante. Sin embargo, mi mundo había cambiado y había cosas más importantes que encogerse y desaparecer.