miércoles, 20 de enero de 2010

Capítulo 19. Mineral


19 MINERAL
Ya por el camino me podía permitir pensar en todo. No tenía que preocuparme de pensar en Aarón. Si ahora me entraba ese odio como antes… podría irme tranquila a la cama. Pero… extrañamente no sucedió.
Mientras estaba corriendo, no pude dejar de pensar todo el tiempo en esa noche. Cada vez que quedaba con él, aunque solo hubiesen sido dos, de muchas que nos quedaban, siempre me costaba volver a la realidad ya que estaba perdida en “Aarolandia”.
Tuve que saltar de nuevo la valla con cautela para que no me descubrieran. Conforme iba caminando hacia la puerta principal, no pude evitar pensar en lo último que me había dicho Aarón. Siendo nosotros inmunitas, capaces de visualizar el futuro de cualquier persona… ¿Por qué no haría Guille lo mismo? ¿Por qué algunos de mis amigos no sentirían intriga por saber que pasaría en un futuro? ¿Por qué no se limitaban simplemente los inmunitas a ver si habría una lucha próxima? ¿Por qué no se unían los más poderosos para encontrar la información necesaria que escondían de Isla de Luz? Ahora que lo pensaba había miles de preguntas que no estaban respondidas sobre las visiones y las tenía que preguntar. Decidí que lo haría al día siguiente después de las clases de media mañana con mi abuela.
Llegué directa a mi habitación. Me recordó a la noche anterior, pero esta vez era un tanto más tarde. Ya no sabía que esperarme, si a Guille dormido en mi cama, si a mis amigos en la habitación, no encontrarme nadie… Introduje la llave y abrí la puerta de golpe. No me importaba despertar si había alguien en mi cuarto. Pero el caso no fue así. La tercera opción había ganado. No había nadie. Otra vez me extrañé, pero hoy no me volvería histérica buscando a Guille. Así que me puse el pijama y me metí en la cama.
Ahora que estaba tumbada, me notaba bastante exhausta. El entrenamiento, Isla de Luz, el encuentro de Aarón. Los días eran muy intensos y mi cuerpo lo estaba empezando a notar. La cama sin Guille estaba demasiado vacía. Me había acostumbrado bastante a sentir su brazo rodeando mi cintura y su respiración en mi nuca. Pero… si hubiese estado hoy, me sentiría más miserable.
Sin embargo, los días pasaron y Guille ya no venía cada noche a mi cama. Alguna que otra vez, yo me presentaba en la suya o él en la mía pero las cosas no eran como antes. Estaba demasiado ocupada pensando en cómo tenía que desarrollar la batería de preguntas que le haría a mi abuela, ya que no fui capaz de preguntárselo al día siguiente, demasiado ocupada ocultando mis noches de escapada. Las escapadas con Aarón, cada vez eran mejores. Poco a poco nos conocíamos más y entraba en su forma de pensar. Siempre y cuando, tuviésemos cuidado con nuestros poderes para no desarrollarlos lo suficiente como para querer matarnos. Mientras tanto, la cosa entre Guille y yo… se iba enfriando.
Sentía que algo había cambiado en el ambiente durante estas semanas. En los entrenamientos estábamos más distantes. Seguía dándome abrazos cada descanso que hacíamos entre ejercicio y ejercicio, pero era algo más…frío. O podía ser que yo fuera la que estaba más áspera y era tal las ganas de poder verlo de nuevo que mi mente imaginaba cosas que no eran. Pero si durante este tiempo no había aparecido en mi habitación después de cada noche, no creo que fuera cosa de mi imaginación.

Aquel lugar me resultaba extrañamente familiar. Una fría noche envolvía el cielo encapotado. Ni una estrella a la vista. Esos árboles unidos entre sí… los había visto antes. Estaba sola. Di un paso desorientada hacia delante haciendo crujir las ramas sueltas que se encontraban por el suelo. Todo era muy confuso. El ruido me sobresaltó y miré hacia abajo. Las ramas no estaban expandidas solas, le acompañaba una ristra de un líquido rojo que se perdía a lo lejos entre los árboles. Me agaché intrigada por saber qué era ese fluido. Lo tanteé con el dedo y me lo llevé a la nariz para olfatearlo. Seguidamente lo saboreé. Era algo que me era muy conocido. Comprendí entonces que se trataba de sangre. Había alguien herido.
Seguí el rastro de la sangre ansiosa por encontrar la respuesta hasta el lugar donde empezaba. Tanteaba los troncos de los árboles como si fuesen los muebles de la casa donde siempre había estado. Había estado allí más de una vez. Mi cuerpo se envaró al ver que había alguien en el suelo. Tenía que espabilar y ayudar a aquella persona que estaba tirada sin moverse. Me acerqué poco a poco con paso cauteloso temiendo que en algún momento se levantara y saliese corriendo. No se veía apenas nada puesto que las nubes no dejaban traspasar los rayos de luna. Empecé a agacharme con cuidado. Esta vez fue mi sangre la que se derramó al ver que aquella persona era Guille. Yacía sin moverse bocabajo. Había una espada clavada en su columna. Conocía muy bien esa espada… porque era la mía. Miré de nuevo, pero esta vez ya no estaba en su espalda… ahora se encontraba en mi mano derecha. Me vi a mí misma como lo había matado con mis propias manos mientras él esperaba a alguien. Cómo lo había atacado sin avisar. Juego sucio. Pero no sentí remordimiento por matar a uno de los míos…porque no era yo misma la que lo había matado.
Alguien se encontraba tras de mí manejando mi mente. Aarón. Él había tramado toda esta tregua para poder acabar con Guille. El attack estaba manejando ahora mis movimientos como lo hizo una vez. Con la espada en la mano y sin mi consentimiento, traté de matarlo corriendo hacia él. Se quería suicidar haciéndolo con mis manos. Quería luchar a toda costa por evitar esa locura que estaba a punto de cometer pero no logré conseguirlo. La espada se hincó en su corazón.

Desperté de un salto con el corazón latiéndome con fuerza. Hacía mucho tiempo que no había tenido una pesadilla de las malas. Demasiado… y la última vez que la tuve había tenido relación con algo del futuro.
Miré el reloj con la cabeza dándome vueltas. Las 4 menos veinte de la madrugada. Intenté dormirme de nuevo, pero no paraba de dar vueltas en la cama de un lado hacia otro. Cada vez que cerraba los ojos me venía la imagen de Guille tirado en el suelo y mi espada hincada en el pecho de Aarón.
Después de estar más de una hora destrozando las sábanas, decidí que no podía dormir más. Así que fui hacia la habitación de Guille para verlo aunque fuera tan solo para asegurarme de que estaba bien. Él me había dado también la llave de su habitación.
Introduje la llave con cuidado y entré silenciosamente. Estaba todo oscuro pero se escuchaba el sonido de la respiración con las que tantas veces me había quedado dormida, sintiéndome segura. Con tan solo ver que estaba bien me había quitado un peso de encima. Me volví para salir del cuarto pero Guille me tocó el hombro.
-¿Qué haces aquí? – me preguntó somnoliento aún. - ¿Ahora has llegado?
-No. Llegué a las doce y algo… - no le recriminé nada.
Tardó bastante en contestar. Hablaba con los ojos cerrados y dudé si se había quedado dormido de pie.
-Hoy no te he esperado porque pensaba que llegarías más tarde…
-No pasa nada. Vete a dormir y descansa. – ya que yo no podré.
-¿Pero a qué has venido a estas horas? – frunció el cejo con los ojos cerrados lo que me daba la sensación de que estaba hablando con un sonámbulo.
-He tenido una pesadilla y quería reconfortarme con verte.
-Bueno, pues ya estoy aquí… me voy…a…dormir.
Por un momento pensé que se caería de espaldas, así que lo ayudé y lo metí en la cama. Conforme tocó el colchón cayó en el mismo profundo sueño de siempre. Debía de estar muy cansado… al igual que yo.
Me dirigí de nuevo hacia la puerta para marcharme pero decidí acurrucarme en una parte de la cama y pasar la noche allí. Al menos si volvían las imágenes de la pesadilla a mi cabeza podría abrazarlo con fuerza y tener la certeza de que estaba a mi lado.

Amanecimos con nuestras piernas y brazos entrecruzados y los labios a dos centímetros de distancia. Esto no debería molestarme debido a que era mi novio – aún – pero ya con tanta cercanía no me sentía relajada como si estuviese con Aarón.
Guille abrió los ojos y se sobresaltó al verme en su cama.
-¿Pero no te habías ido a tu habitación a dormir? - preguntó con la voz ronca.
-En un principio era esa mi intención…pero al final decidí quedarme aquí. No te importa ¿no?
-Esto… no. Pero me ha sorprendido.
Extrañamente algo me había pinchado en el corazón. Había sonado tan frío… como si le molestase que me hubiese quedado a dormir con él. Aunque no era la más indicada para que me fastidiase su contestación… de hecho al despertarme y estar tan cerca suyo…me había intimidado un poco.
Me levanté y sin dirigirle una palabra más me fui a mi cuarto. No opuso resistencia a mi falta de expresión y a mi retirada silenciosa. ¿Podían cambiar tanto las cosas?

El timbre de la campana avisó de que era la hora de acabar la clase. Respiramos profundamente varias veces, nos pusimos de pie desenredando las piernas cruzadas y con un aplauso, terminó la clase de concentración.
En toda la mañana no había hablado con Guille. Siempre iba con los chicos. Pero estábamos más distantes.
Era la hora de comer… pero esta vez no la pasaría con mis amigos como siempre, sino que comería con mi abuela para que me diera más respuestas. Era la hora de las preguntas.
Seleccioné del buffet mis platos preferidos y me dirigí a la mesa donde estaban los profesores.
-Abuela… - rectifiqué al ver que con ese nombre todas las mujeres mayores me miraron – María, ¿Podemos comer juntas? – no era preciso dar más información delante de aquella alargada mesa donde todos estaban con un oído puesto.
Mi abuela leyó la expresión de mi cara en un segundo, se disculpó y nos dirigimos hacia la que estaba más alejada de todo el comedor. Empezamos a comer como si no ocurriese nada… pero no sabía por dónde empezar.
-Allegra… cariño, dime lo que me quieres contar que ya mismo se nos acaba el tiempo. – me acarició la mano izquierda suavemente animándome a que empezara.
Dejé de comer el lenguado y la miré a los ojos intento sacar la información de los suyos sin preguntar. Pero estaban llenos de intriga.
-Es que hay tantas cosas que no me cuadran… - pensé en voz alta.
-¿Sobre Isla de Luz? – ella seguía comiendo su sopa.
-No… lo explicaste perfectamente. – le envié una sonrisa cortés. – Es…sobre las visiones.
Por un momento dejó la cuchara suspendida en el aire y se me quedó mirando sorprendida por el tema, pero retomó su almuerzo.
-¿Y qué quieres saber? – hablaba desinteresadamente.
-Verás… hay una cosa que no entiendo… si podemos ver el futuro, ¿por qué no nos limitamos a ver cuándo será el día en que inmunitas y attacks nos enfrentemos? ¿Por qué no los inmunitas más poderosos dedican toda su energía en buscar el lugar donde está escondido la información de Isla de Luz? – Notaba como las palabras iban saliendo de mi boca sin control - ¿Por qué la gente no se dedica a ver el futuro de las demás personas, a espiar a sus novias y a enfadarse con ellas? – me había ido de la lengua.
Aunque le hubiese formulado preguntas difíciles de responder, ella había captado perfectamente el “kit” de la cuestión.
-Allegra… si tienes problemas con Guille… ¿Por qué no hablas con él? Es un buen chico y te perdonará sea lo que hayas hecho. – había dejado la sopa a un lado para cogerme las dos manos.
-Bueno… ese es mi problema. Puedes que hayas dado con lo esencial, pero quiero que me respondas a todas las preguntas.
Estuvo meditando bastante tiempo. Cogió el vaso de agua que tenía en su bandeja y empezó a darle sorbos con la mirada perdida en algún lugar del comedor. Yo esperé a que procesara la información.
-Esto es una cosa compleja… verás…desde que se supo la existencia de Isla de Luz, Sihar estuvo viajando por todos los océanos y costas para encontrar algo sobre ella. Explorando una de las tantas playas, encontró por casualidad, aunque yo no lo veo así, - enfatizó - dos trozos enormes de dos minerales jamás visto antes. Sihar se los cargó a la espalda y lo llevó al laboratorio de su amigo donde éste ya estaba preparado con el material necesario para investigarlo porque lo había previsto. Estuvieron más de cinco meses, día tras día, intentando averiguar qué propiedades tenía, cómo se comportaba, su reactividad, etc. Pero no consiguieron absolutamente nada. Los minerales eran de unos colores fascinantes. Uno era de color azul-verdoso brillante y el otro de un rojo intenso.
>>Con la primera emboscada contra los attacks para encontrar Isla de Luz, la mayoría de los inmunitas caían porque éstos se metían en su mente y acababan matándose ellos mismos. En una de las luchas, Sihar que era el más poderoso, pero aún así los attacks conseguían meterse en su mente y hacerse heridas… aunque fuesen leves, llevaba un trozo del mineral azul-verdoso en el bolsillo para entregárselo a otro compañero cuando acabase la batalla. Pero descubrió que los attacks no podían introducirse en su mente. Consiguió así, averiguar la propiedad más importante de ese mineral sin necesidad de un laboratorio elaborado: la protección contra los attacks.
>>A partir de ese momento, dividió el mineral azul-verdoso en pequeños trozos para repartírselo entre todos sus compañeros inmunitas. Lo utilizaron como colgantes, pulseras, pendientes, anillos, etc. ¿Y qué pasaba con el otro mineral de color fuego? Llegó a la conclusión de que serviría para proteger a los attacks de los inmunitas evitando que pudieran verlos. Por lo que lo escondieron. Nuevamente, sin saber cómo, los attacks se enteraron de la existencia de ese mineral y lo robaron. Por lo que también tenían ese mineral que los protegía. Las guerras se quedaban reducidas a una simple lucha de espadas.
>>Por esa razón – concluyó – no podemos ver lo que pasará en un futuro con los attacks.
Estuve reflexionando durante un largo rato. La comida de ambas estaba ya enfriada. Una de las preguntas ya me las había aclarado, pero había aún algunas sin responder.
-¿Y lo de la información de Isla de Luz? ¿Por qué no puede saber nadie dónde está?
-Sihar no era necio. Así que antes de que los attacks se llevasen el mineral, cogió un trozo y lo guardó en su casa. Con ese trozo, se cubrió la información que generación a generación se ha ido guardando sobre Isla de Luz, para que ni cualquier inmunita pueda visionar dónde está y tampoco los attacks.
-Entonces si yo quiero ver el futuro de un attack no puedo… ¿cierto?
Esto me produjo una sensación de tristeza y a la vez de alivio. Por ese motivo no podía ver que hacía Aarón cada día y también Guille no podía ver que era él.
-Ahora, ahora…sí.
Esto me sorprendió.
-¿Pero no habías dicho que tienen el mineral y nosotros también?
Entonces caí en la cuenta de que ninguno de nosotros llevábamos algo parecido. Si lo hubiese llevado, no hubiese ocurrido aquello que pasó en el instituto. Cosa que no quería recordar.
-Sí. Pero mientras estemos en la residencia, ninguno tiene ese mineral. Estamos seguros aquí. Ni ellos van a venir a por nosotros, ni nosotros a por ellos. Ambos estamos en proceso de formación de la nueva generación. Cuando acabéis se os entregará ese trocito de mineral a cada uno.
Otra vez volvía a estar en duda. Si se suponía que Aarón no lo llevaba…entonces ¿Por qué no podía verlo? ¿Me faltaba práctica? ¿O era él muy poderoso?
-Pero ahora somos muchos. ¿Hay tantos trozos de mineral cómo para cubrir todos los inmunitas que hay en el mundo?
-No. Pero si te encuentras muy cerca de la piedra, las ondas que desprende de protección, puede llegar a resguardar también a la persona que esté al lado. Los menos desarrollados, tendrán que luchar en pareja para la protección de ambos. Tú tendrás la tuya propia. – me sonrió amablemente.
Yo saltaba de un tema para otro…eran tantas las preguntas que se me venían a la cabeza, que había que aprovechar ahora que mi abuela estaba dispuesta a responder a todo.
-Y esto de los minerales ¿lo saben los demás?
-No. Ya se los contaré cuando sea la hora de dejar la residencia. Te lo he contado a ti porque me has preguntado.
-Entonces… si alguien te pregunta sobre eso… ¿le contarás también toda esta historia?
-No veo porqué no. – se encogió de hombros.
-Pues porque imagínate. Se lo cuentas a alguien, ese alguien se lo transmite a otro y ese otro quiere enterarse mejor y te pregunta de nuevo a ti… y así sucesivamente… ¿vas a contar la misma historia 50 veces?
Intentaba persuadir a mi abuela para que si en algún momento a Guille le diera por ver el futuro y no pudiera divisar a Aarón. Aunque eso era francamente imposible, debido a que él no llevaba el mineral puesto. Pero más valía prevenir que curar.
Estuvo pensando durante unos segundos.
-Pues ahora que lo dices… es verdad. Mejor contarla mañana a todos y se zanjará el tema.
Me removí en la silla alerta. No iba por ahí mi intención.
-Pero ahora te pedirán el mineral cada vez que vayan a salir. Eso será un caos. Abuela – le toqué la mano a modo reconfortante – mejor esperar al final de la residencia. Y si alguien te pregunta decirle que ya lo contarás en su momento. ¿No? – puse mi cara inocente. – Al menos yo lo veo así. Lo hago para molestaros lo menos posible.
-En cierto modo llevas razón. Aunque la verdad no creo que nadie se ponga a ver visiones sobre los attacks hasta que no sea necesario.
No. Pero se puede dar el caso de que tu novia te esté engañando con un attack, tú sospeches algo y quieras vigilarla mediante las visiones.
-Ya… - no quería insistir más. Sería demasiado sospechoso.
Justo a tiempo. La campana del comedor sonó advirtiendo que había terminado la hora del almuerzo.
-¿Qué clase te toca ahora? – se interesó mi abuela.
-Hoy es viernes. No hay clase por la tarde… abuela. – le recordé.
Se llevó la mano a la cabeza y empezó a negar de un lado para otro.
-Qué cabeza tengo… que me acuerde de las historias más complicadas y no me acuerde de esto… una se va haciendo vieja. – parecía hablar consigo misma.
Ambas nos levantamos para coger nuestro plato.
-Pero si estás hecha un figurín. – la abracé. No quería verla sumida en la nostalgia.
-Claro que sí. No todo el mundo mantiene este cuerpazo - se marcó las líneas de sus curvas - y la agilidad. -Eso sí que es verdad. – le fundé mi sonrisa más sincera.

jueves, 14 de enero de 2010

Capítulo 18. Aarón.


18 AARÓN
Allí estaba él. Irresistiblemente guapo. Vestido con unos vaqueros estrechos negros y una camiseta negra con dibujos en color cian. Su corta melena castaña estaba levemente alborotada dando un aspecto casual pero arreglado. Estaba apoyado en un tronco arqueado con apariencia a punto de caerse si no fuera tan grueso. Tenía las manos metidas en los bolsillos y un pie cruzado por encima del otro. Su rostro era perfecto, como siempre. Mostraba una sonrisa picarona y su mirada era divertida.
Iba dando cada paso con cautela pero decidida, mostrando indiferencia. Me metí las manos en los bolsillos imitándolo. Un juego de miradas como de tantas habíamos tenido a lo largo de todo estos meses. Pero éstas eran completamente distintas. Reflejaban amor, dulzura, diversión. Cuando estábamos a dos metros de distancia, no pudimos aguantar más. Se adelantó dando dos pasos y yo le seguí.
Nos abrazamos con toda la fuerza de la que fuimos capaces. Impidiendo casi respirar. Sentir nuestro calor. Parecía mentira que hubiese pasado un día sin verlo. Cada vez que estaba con él me daba la sensación de que nunca habíamos estado separados. Permanecimos así durante bastante tiempo. Con Aarón no eran tan imprescindibles los besos como sentir que estábamos unidos. Me retiré un poco de su pecho para poder ver esos ojos esmeralda que tanto me gustaban.
-Hola. – el tono de su voz fue muy suave y emanaba añoranza.
-Hola.
-¿Qué tal?
-Bien.
Parecía una conversación de besugos, pero no importaba. Ambos sabíamos que estábamos diciendo estupideces, que había mil cosas de las que hablar. Mientras charlábamos de cosas absurdas nuestros ojos sólo iban hacia los labios de cada uno. Empecé a reírme y me puse de puntillas para alcanzar esa boca que tanto había extrañado a lo largo del día. Aarón me correspondió y nos fundimos en un largo y tierno beso. Sus labios eran suaves, carnosos, especiales. Su lengua se movía con insistencia y la mía la imitaba. Demasiado tiempo separados, como para que en dos días se saciara todo el deseo que ambos sentíamos. Me aferré a su cintura mientras él sujetaba mi cara entre sus manos.
-Y pensar que me he perdido este dulce sabor de labios durante tanto tiempo. – musitó a un centímetro de mis labios.
-Por fin el soñar tantas noches con tus ojos tuvo su recompensa.
Después de un tiempo ilimitado besándonos nos sentamos en un tronco que había tirado en el suelo. Hasta ahora no me había fijado en el lugar tan maravilloso en el que estábamos. Los rayos de luna llena se filtraban entre las hojas iluminando, casualmente, sólo la parte de nuestro tronco. Dejando una oscuridad siniestra pero intensa en el resto del bosque. Éste estaba lleno de vida. El chirrido de un grillo envolvía la mayor parte del entorno, el canto de un búho de vez en cuando sonaba lejos de aquí. La brisa fresca hacía mover a las hojas produciendo el efecto sonido de lluvia. La visión nocturna no estaba muy desarrollada en los humanos por lo que te jugaba una mala pasada si mirabas un tiempo determinado a la profundidad del bosque. Se desdibujaban figuras humanas escondidas detrás de arbustos, la forma de una planta hacía confundir con el rostro de un payaso enfadado… aquello era escalofriante… y me encantaba. Estaba con la compañía adecuada para permitirme pasar miedo. Pero aún así hice caso omiso al resto del bosque y me concentré en la cara de la razón de mi vida.
-No te lo he dicho, pero estás preciosa. – me cogió de la mano y empezó a jugar con ella. Me sonrojé levemente.
-He cogido lo primero que he pillado.
-Pues tienes un gusto fantástico para escoger con rapidez. – esbozó esa sonrisa que ya se me estaba haciendo tan familiar.
-Gracias.
Estuve bastante tiempo dudando si contarle lo de esta mañana. Notaba cómo mientras yo miraba hacia otro lado intentando pensar con claridad él estudiaba mis facciones.
-Tú y yo juntos siempre. – me sobresalté al escucharle.
-¿Cómo?
-Vamos a hacerlo juntos. – habló con seguridad.
¿Lo sabía? ¿Entonces… se había enterado ya antes? ¿O había sido hoy mismo? ¿Estaba hablando de Isla de Luz? ¿O iba hacia otro lado? Tenía que asegurarme preguntando más.
-¿El qué? – enarqué una ceja, sin entender muy bien.
-Eso… - la certeza de antes se iba desvaneciendo poco a poco al ver mi expresión.
-¿Eso? – enfaticé. No estaba ya tan segura de que se estuviese refiriendo a Isla de Luz.
-Sí…lo quiero hacer contigo. – me guiñó un ojo. - Sabes a lo que me refiero ¿no?
-Ajá. – mentí. Me tenía totalmente confundida.
Si le hablaba de Isla de Luz puede que Aarón no supiese nada y si le hablaba de lo otro que estaba pensando y no era eso… me moriría de vergüenza. De nuevo… se quedó mirando mi rostro. Pero me tenía que asegurar más.
-¿Estás seguro?
-Allegra… no he estado más seguro en toda mi vida. Esto va a ser lo más especial que haga. Estaremos más unidos que nunca. ¿Y tú? ¿Lo tienes claro? – sus labios se pegaron a los míos en un beso leve.
-Esto… sí. Sé lo que quiero y lo que deseo es hacerlo…pero no ahora. – ya me había decantado por la segunda opción. Estaba hablando de sexo, estaba segurísima.
-Pues claro que ahora no princesa. Aunque tampoco será mucho más tarde. Estoy ansioso por empezar a practicar.
-Ah… ¿qué antes hay que practicar? – me di cuenta de que no sabía nada acerca del tema.
-Claro mi amor. No vamos a comenzar directamente… habrá que practicar con otros hasta conseguir suficiente experiencia para hacerlo tú y yo a solas.
-¿¡Cómo!? – esto me había pillado por sorpresa. ¿Desde cuándo se practicaba con otras personas para hacerlo por primera vez?
-Creí que tú estabas más informada que yo.
-¿Yo? – mi voz sonó una octava más alta. Aarón asintió. – Pero si yo… yo… no sé nada. – admití avergonzada.
-¿Cómo que no sabes nada? ¿No sabes lo de Isla de Luz?
-Oh… - estúpida, estúpida, estúpida ¿Cómo podía haber pensado eso de él? – claro que lo sé.
-¿Entonces?... Allegra ¿En qué estabas pensando? – noté como toda la sangre que pudiese estar circulando por mi cuerpo se me agolpaba en la cara.
Aarón, al ver mi expresión se empezó a reír a carcajadas.
-No te rías. – apenas hablaba en un susurro. No podía mirarle a los ojos. Ignoró lo que le dije.
-¿De verdad pensabas que me estaba refiriendo a eso? – me pellizcó las mejillas haciéndolas enrojecer aún más. - ¿Cómo piensas esas cosas de mí la segunda vez que nos vemos? ¿Qué clase de persona te crees que soy? – agravó la voz aún más dejando ver que estaba dolido.
-Soy estúpida. – admití sin dejar de mirar al suelo.
Me sujetó por la barbilla obligándome a que lo mirara a los ojos.
-Eres lo más dulce y adorable que he conocido en toda mi vida. – acercó sus labios a los míos.
De repente, ya no sentía esa vergüenza de antes. Es más, ahora ese rubor en mi cara se debía al golpeteo fuerte de mi corazón y a ese torrente de calor que invadió mi cuerpo.
Su boca se entreabrió dejando pasar mi lengua. De nuevo, esos besos feroces que tanto me gustaban. Se acercó más a mí. Su mano se posó en mi cintura, la mía en su dorsal. Ambos agarrados fuertemente a las camisetas de cada uno. Dejó mi boca para emprenderse con mi cuello. Esas cosquillas que tanto me hacían reír. Le alboroté aún más el pelo mientras recorría el contorno de mi cara con su nariz.
-Soy tan feliz junto a ti que se me olvida todo lo que existe alrededor. – le susurré.

-Entonces… vamos a hacerlo juntos ¿no? – me preguntó una vez que ya volvimos recomponer nuestras composturas.
-No lo había dudado ni un segundo. Yo había pensado en buscar información de otros inmunitas y attacks por nuestra cuenta y luego crear nuestra propia tregua nosotros dos.
-Me lo has quitado de la boca. Pero ¿qué pasará cuando tengamos que luchar? Perderemos nuestros cabales y haremos todo lo posible por mat… - no terminó la palabra. Nuestros rostros se tornaron crispados, horrorizados, con tan solo pensarlo.
-Ya se nos ocurrirá algo. Pero por ahora tenemos un mes más para pensarlo. Simplemente disfrutemos de la compañía y luego ya se verá. – intenté suavizar la situación.
-Princesa…estoy hay que planearlo muy bien. No podemos dejar que pase el tiempo y ya se verá. Hay que establecer un plan. Yo más que nadie deseo disfrutar de este poco tiempo que tenemos juntos, pero cuanto antes lo planeemos, más tranquilos estaremos. – intentó que entrara en razón.
Bufé. Me cogió de las manos haciendo círculos en la parte superior de la muñeca esperando a que razonara.
No me gustaba nada planear mucho el futuro. Sí que me gustaba tener organizadas las ideas, pero pensar que pasaría en un futuro cercano, no me agradaba demasiado. Quería mostrarle mi punto de vista a Aarón y explicarle que no me interesaba mucho lo que vendría después pero lo pensé mejor. Si no lo hacíamos ahora llegaría el momento de abandonar la residencia y emprender nuestro camino. Si no estaban las cosas suficientemente claras podríamos perder contacto o simplemente nos tocaría luchar el uno contra el otro. Y eso era mi mayor preocupación.
-Vale. Lo planearemos. – su sonrisa se ensanchó de cara a cara – Pero – resalté – no hoy.
Hizo el ademán de recriminar pero rectificó.
-Está bien. Hoy no. – sonreí complaciente.
Apoyé mi cabeza en sus piernas y me coloqué de costado hacia él para poder memorizar con cada detalle todas sus facciones. Aunque ya las tenía más que retenidas en mi cabeza.
-¿En qué piensas? – le pregunté al verlo mirando al espeso bosque. Tenía la mirada perdida, sumido en sus pensamientos. Le acaricié la cara suavemente.
-En todo lo que nos está pasando. – estaba pensativo. Esperé a que prosiguiera. – En los principios de los poderes… cuánto daño causaba a la gente que más quería. – fijó su mirada en mí.
-Solo me hiciste daño a mí. – le corregí.
-No. – su voz se quebró y apartó mi mirada.
Me incorporé para poder hablar mejor con él. Capté su rostro entre mis manos y lo obligué a que me mirase.
-¿Lo quieres contar? – No quería obligarlo a recordar algún suceso desagradable.
Yo no era de las personas que persuadían a la gente para enterarse de todo.
Respiró hondo unas cuantas veces y asintió. Esperé el tiempo suficiente.
-Antes de enterarme de toda esta historia…antes de que se empezaran a desarrollar mis poderes... mi hermana pequeña y yo, éramos inseparables. Estábamos todo el día juntos, le ayudaba con los deberes, jugábamos a la Play, me contaba sus problemas con las amigas… - notaba su dureza en la mandíbula. Le acaricié suavemente la mejilla para relajarlo. - Teníamos una relación de lo más envidiable entre hermanos. Apenas se veía por la calle que una niña de once años y su hermano de diecisiete fueran abrazados como padre e hija. Nunca jamás nos peleamos… - sentía como le costaba hablar de esto. Estaba conmovida. – Pero llegaron estos poderes… - le comenzaron a temblar los brazos – y todo en mi vida cambió.
>>Por las noches tenía pesadillas continuamente. Sentía unas ganas irremediables de destrozar muebles, romper objetos… e incluso hacer daño a las personas. Estaba agresivo… cada vez que África me preguntaba que me pasaba, yo le respondía con un grito feroz y ella se iba hacia su cuarto sin decirme nada más durante todo el resto del día. Eso me dolía en el fondo de mi corazón, no podía verla así de mal… yo era el causante de su tristeza, de su dolor. – los temblores cesaron pero una gota fría cayó en el dorsal de mi mano la cual estaba agarrada a las suya. – Mi comportamiento seguía así. Tenía jaquecas inmensurables cuando estaba solo, pero cuando estaba rodeado de gente, sentía como ese dolor se trasladaba a otra parte. Pero no sabía a dónde. Los poderes siguieron fluyendo por mi cuerpo… hasta… bueno, ya sabes cuándo.
-Cuando te vi allí desmayada y sangrando… me entró el pánico. No sabía nada de lo que acababa de ocurrir y tuve que huir de allí. Sé que fui un completo cobarde. Siempre me arrepentiré de eso. – intenté consolarle acariciando su rostro. No quería interrumpir nada de su historia. – Pero aún así, mi cabeza me decía que había hecho muy bien aunque mi corazón dictase lo contrario. Estaba extrañado, aturdido… y me fui a mi casa después de vagabundear por las calles y provocar más dolores de cabeza. – no sabía porqué pero presentía que ahora venía la parte peor de la historia. – Cuando llegué a mi casa, solo se encontraba mi hermana. Mi padre aún tardaría en volver del trabajo. Ella… esperando a que se me hubiese pasado todo el mal humor durante esas semanas…tan solo me preguntó que tal había ido en el instituto. – pronunciaba cada palabra como si le hincasen cuchillos en el estómago. – la miré con esa cara de amargado que tenía. Me dijo… que le dolía mucho la cabeza cuando yo la miraba… entonces… me acordé lo que me habías contado hacía tan solo unas horas antes… y de nuevo… ese…torrente de poder, esa furia… llegó hasta mi cuerpo… metiéndome en su mente… y obligarla a… que se tirase por el balcón. – contuve la respiración. Ya no era él, el único que estaba llorando. Yo me había unido. – Mi cabeza y mi corazón luchaban. Sabía que era yo el que estaba manejando la mente de África… que estaba a punto de matarla… pero mi padre llegó justo a tiempo antes de que cometiese la locura. – solté un resoplido de aire cuando terminó la frase. Las lágrimas caían por nuestros rostros.
>>Mi padre no dio crédito a lo que vio. Sólo advirtió a mi hermana con medio cuerpo fuera de la terraza y a mí, detrás de ella con la mano levantada y con unos ojos distintos a los míos. – su voz era ronca, apenas un susurro. – Rescató rápidamente a África y me dio un empujón haciéndome reaccionar y despertar de ese embrujo. Ese mismo día mi padre me llevó a hablar con mi abuelo y sus amigos y me contaron todo. Pero aún así… los días pasaron… mi hermana no me hablaba, no me dirigía ni siquiera una mirada hostil, intentaba estar apartada todo lo máximo posible de mí. Le daba miedo, asco… y me lo daba a mí mismo también. – se secó las lágrimas con la mano libre a la mía. – Puse toda mi fuerza y mi impotencia al límite para aprender a manejar los poderes cuanto antes. Pero mi padre no confiaba en mí aún e hizo lo peor que pudo hacer en aquel momento. Mandó a África con mi madre. Nos separaron. Por una parte estaba agradecido, porque no quería volver a hacerle daño nunca jamás, pero por otra… mi corazón se rompió en pedazos al verla marchar sin dirigirme ni siquiera una mirada de despedida.
>> Después de desaparecer unos días del instituto, organicé mis ideas y decidí alejarme de toda la gente que quería y la cual podría hacer daño. Por eso hablé contigo para apartarnos. Me marché de casa para ver si así la conciencia se calmaba más un poco en mí. Cuando ya tenía totalmente controlado los poderes y no había forma ninguna a que hiciese daño a alguien, fui a ver a mi madre y a mi hermana. Fue África la que me abrió y al verla no dudamos ni un instante en abrazarnos de nuevo como si nada hubiese pasado. Más o menos lo mismo que contigo. – reflejó una sonrisa amarga. – Ahora la llamo todos los días porque estoy en la residencia, pero nada más que salgamos. Iremos a verla y la conocerás. – fijó su mirada en mí y me enjugó los restos de llanto que quedaban por mi rostro.
-Gracias. – mi voz se quebró en un susurro apenas audible.
-¿Gracias? – preguntó extrañado. – Gracias a ti por haberme escuchado. Nunca le había contado esto a nadie.
Ambos sonreímos con una nota de tristeza en los ojos. Me abrazó con fuerza y me besó con dulzura.
Pero yo tenía una duda y se la quería preguntar.
-¿Tu hermana no es un attack?
-No. Mis padres se separaron cuando yo tenía cuatro años. Mi madre se casó con otro tipo y tuvieron a África. Mi padre siempre la ha aceptado como una hija más al ver el amor que yo sentía por ella.
-¿Y sabe lo que tú eres?
-Sí. Se lo conté en nuestro encuentro. Aunque esté prohibido, yo no podía ocultarle tal cosa. Y también sabe lo que tú eres.
-¿Le has hablado de mí? – pregunté extrañada.
-Sin duda. Le conté que me había enamorado de un amor imposible porque eras inmunita. Aunque ella no lo entendía muy bien del todo. Siempre me decía que el amor bastaba por encima de todas las cosas y que tenía que ir a por ti cuando te viese la próxima vez. Y mira…aquí estamos. La lección que me ha dado la enana. – esbozó esa sonrisa irresistible.
-Siento mucho lo que sucedió.
De verdad que lo sentía. No soportaba ver a Aarón sufrir de aquella manera. Nunca lo había vivido así pero sí que lo había presentido en su mirada.
-Pero ya pasó. Esos eran otros tiempos. – intentó reconfortarme.
-Tengo ganas de conocer a tu hermana. Tiene que ser una chica muy buena. – dije.
-Bueno ahora está más… coqueta. El paso del colegio al instituto la está cambiando.
-Como a todos. – le quité importancia al asunto. – Se nota que la quieres mucho.
-Tanto como a ti. – Me sacó la lengua – Pero de distinta forma… ella ocupa una mitad y tú la otra. A ti te quiero… únicamente para mí. A África… en algún momento tendré que dejarla para que busque a su otra mitad… aunque me cueste.

Estuvimos hablando de nuestros intereses durante más tiempo. Conociéndonos mutuamente, porque ahora que lo pensaba, no lo conocía de verdad. No sabía acerca de su color favorito, de su comida o incluso de su cumpleaños.
Me había enterado de varias curiosidades. Su color favorito era el negro. Su comida preferida ensalada de pasta. Le encantaba jugar a los Sims. Prefería la acción antes que la tranquilidad. Tocaba la guitarra acústica. Su cumpleaños era el 23 de enero… etc. Casi nos llevábamos dos años. Yo los cumplía el 6 de noviembre y él en enero. Aarón me había preguntado lo mismo. Me di cuenta de que teníamos muchas cosas en común.
Irremediablemente la alarma del reloj sonó. Marcaban que eran las doce de la noche. Como la Cenicienta del cuento de hadas tuve que irme, pero no sin antes una despedida.
Nos abrazamos con mucha fuerza y compartimos miles de besos leves e intensos intercalados.
-No te quiero dejar marchar. – me decía una y otra vez.
-Mañana nos veremos de nuevo. Y así hasta que salgamos de la residencia. – le consolaba al mismo tiempo que lo hacía a mí misma.
-¿No te da miedo ponerles los cuernos – frunció el cejo al pronunciar esa palabra – a tu novio vidente? Digo… en cualquier momento podría ver lo que estás haciendo y te advierto que no le gustaría nada.
-Miedo…no. Bueno… en parte sí. Tendría miedo a que te hiciera daño.
-¡Já! Vamos Allegra… si sabes que podría con él en un pis-pás. – ignoré su fanfarroneo.
-En tal caso… no me gustaría que mi mejor amigo y el chico al que amo se enfrentaran, porque tendría que ponerme de por medio… aunque a eso no le temería. – Se le tensó la cara por completo.
-Eso ni lo sueñes. Alguna vez tendremos que pelear cielo, somos inmunita y attack. Nos odiamos mutuamente…Y el día que pase eso… ten por seguro que tú no estarás por delante.
-Bueno… no quiero discutir ahora contigo. Me tengo que ir. Esos temas ya lo hablaremos. – me había sentado un poco mal lo que había dicho, pero no quería despedirme así.
Ante todo no era rencorosa y se me pasó el disgusto para dar paso a la ternura. Lo abracé con toda la fuerza que fui capaz y él hizo lo mismo conmigo, por lo que apenas podíamos respirar. Le di un beso tierno pero corto.
-Te amo. Mañana a la misma hora aquí. – le recordé.
-De acuerdo. Yo también te amo.
Con un último roce de manos de despedida nos separamos. Aunque me costó la vida. Era maravilloso estar a su lado, oír su voz, saborear sus labios, oler su aroma, sentir su calor, ver su sonrisa. Jamás había experimentado tales sensaciones de plenitud, todo era totalmente nuevo para mí. Nunca antes me había sentido lo que era amor de verdad.
Cada uno iba marchando hacia los lados opuestos. Un paso que dábamos en dirección opuesta una mirada hacia atrás llena de añoranza sin habernos marchado aún. Estaba tan atontada mirando hacia donde estaba Aarón que me comí el tronco de un árbol.
-¿Estás bien? – gritó desde lo lejos.
Fue tal el impacto que por poco caí de espaldas.
-Sí. – Cuando vio que me recuperaba, empezó a reírse a carcajadas. Le saqué la lengua.
Esta vez, teniendo más cuidado retomamos la separación temporal. Era inevitable. Permanecimos así hasta que nos perdimos de vista.
Una vez a solas… empecé a correr de nuevo hacia la residencia. Donde me esperaba la cruda realidad.

Capítulo 17. Verdad.

17 VERDAD
-Sé que esto os resultará muy difícil de asimilar… no es nada fácil digerir esto que os vamos a contar de un día para otro. Pero es necesario que pongáis de vuestra parte e intentéis poneros en marcha lo antes posible.
¿Pero por qué no empezaba a explicarnos ya todo? ¿Qué es lo que pasaba? Me estaba empezando a impacientar. Mabel y Cristina que estaban a mis lados me apretaron fuerte la mano.
Pepe cedió el micrófono a mi abuela. Cuando ella salía en algún acontecimiento importante eso solo era signo de que iba a ser una charla larga. ¿Cuántas cosas escondía mi abuela? Ahora me daba cuenta de que no la conocía.
Se aclaró la garganta antes de empezar a hablar.
-Chicos… ¿os acordáis todas las historias que os han contado sobre el pasado, la guerra inevitable que existe entre los attacks y los inmunitas, el destino de luchar, etc.? Veréis… para seros franca y directa… os hemos engañado. – caras de asombro y decepción asomaban por los rostros de todos los inmunitas, incluida la mía la primera.
Esperamos a que prosiguiera, todos en absoluto silencio.
-En cierto modo…todo eso es verdad, pero no enfocado a un objetivo adecuado. – pronunciaba cada palabra con mucho cuidado.
Algunos inmunitas jóvenes no pudieron esperar las explicaciones y simplemente se ciñeron a ver el futuro y saberlo antes que todos. Tenía certeza de ello porque las pupilas eran del color de la amatista de los chicos que se hallaban a nuestros lados. Cuando acabaron, se marcharon pensativos y frustrados de la sala común. La mayoría sin embargo, teníamos la suficiente paciencia como para escuchar las palabras que tenía que decir mi abuela.
-Veo que mucho de vosotros no habéis podido aguantar unos cuantos minutos de mi charla y habéis decidido verlo por vuestra cuenta… si ya lo sabéis, id saliendo por favor. Aunque sería mejor tener paciencia, es algo importante en vuestro futuro. No siempre viene bien hacer las cosas por el camino fácil, hay que pensar, hay que darle utilidad a la mente, que se sienta importante. No podéis estar toda la vida mirando lo que va a pasar dentro de 5, 10, 15 minutos porque eso sería no vivir el momento, siempre estar atento del futuro, de lo que vendrá después… - Alguien carraspeó entre público – mensaje captado. Ya sé que me voy por otros caminos. Bien hecho Lucía. – murmullos de risa tímida del público. Mi abuela se unió al barullo.
-Pongámonos serios. – se aclaró la voz de nuevo y su rostro se volvió severo. – Os voy a contar la historia totalmente verdadera y de la que tenéis que aferraos a ella. Poneos cómodos. – Automáticamente nos sentamos en los sillones puff, en el suelo, en las sillas, por todos los lados. Mi abuela cogió un taburete y se sentó también.
- Cuenta la leyenda, que existe un lugar de la Tierra que aún no se ha descubierto, llamada Isla de Luz. Esta isla no puede ser descubierta por nadie, salvo los que los propios habitantes de ese lugar decidan. Existía y no sabemos si aún existen, alrededor de un centenar de personas, sin contar las que vivían dentro de la isla, que solo se ocupaban de aislar aquel pequeño lugar para que no descubrieran jamás la Isla de Luz. En sus tiempos, la defendían matando a todo aquel que traspasara el límite establecido sin su permiso y consentimiento. Hoy en día, es imposible localizar esa isla vía satélite, o con detectores de movimientos. Deben de tener otras medidas de seguridad mucho más actualizadas de las que había antes.
>>Esa isla esconde algo realmente mágico y poderoso. Algo que ni si quiera las mentes más poderosas capaz de poder ver cualquier objeto minucioso al otro lado del mundo puedan llegar a visionarlo. ¿Dónde encajamos nosotros y los attacks? Pues veréis… la primera persona que desarrolló el poder de la visión, es decir, el primer inmunita, vio Isla de Luz. Sí, ya sé que acabo de decir que es imposible de que se pueda visionar, pero el secreto que esconde esa isla dejó que el primer inmunita la pudiera ver. Logró ver solo la orilla de una parte de la isla. Fue tal sensación de bienestar, de seguridad, de magia que sintió en sus venas con tan solo visionar una parte de aquella isla, que decidió encontrar ese lugar fuera de la manera que fuese.
>>Sihar, así es como se llamó el privilegiado de poder ver Isla de Luz, tenía el poder de transmitir sus poderes a otras personas por ser el primer inmunita que desencadenaría una corriente de magia fuera de ese lugar que había visionado. El primer inmunita habló maravillas de aquella isla. Era tanto lo que había experimentado que esa ilusión y esa voluntad lo transmitió a sus compañeros y éstos a su vez a sus descendientes hasta llegar a nuestros días. ¿Y cómo encajan aquí los attacks y su odio hacia ellos? Misteriosamente - no hemos tenido la oportunidad de entablar una conversación decente con uno de ellos para preguntar estas cosas - los attacks se enteraron de que también existía esa isla.
>> Ellos se quieren apoderar de esa isla para lo que están creados… para el mal, la destrucción, el final. No soportan ver que hay algo donde ellos no pueden llegar, donde no pueden mandar. Por ese motivo nos tienen odio a nosotros y a esa isla. Saben que nosotros podemos derrotarlos y que esa isla jamás será para ellos.
>>Suena irónico, pero tanto inmunitas como attacks tenemos un mismo objetivo: encontrar Isla de Luz. ¿Cómo encontrarla? Sihar se encargó de recopilar toda la información que logró encontrar sobre la isla hasta el día de su muerte, donde le cedió esa información a su nieto, el próximo inmunita descendiente de Sihar. El nieto de Sihar, Shiva, al leer aquellas maravillas que había escrito su abuelo y tanto esfuerzo que había empeñado, se empapó del mismo entusiasmo que Sihar y también lo fue difundiendo hacia los nietos de los otros inmunitas creando así grupos de investigadores llenos de ilusión por algo que habían descubierto sus abuelos. Esta información se ha ido acumulando a lo largo de los años pero ninguno de ellos consiguió llegar hasta aquella isla. Toda la información está guardada en algún lugar secreto donde se va acumulando generación a generación. Sólo el o los inmunitas más fuertes lograrán llegar al sitio secreto donde se encuentra toda lo importante. Para eso tenéis que entrenaros muy a fondo, porque en cada lugar donde vayáis tendréis que luchar contra los attacks. Recordad que ellos también quieren conseguir ese dossier. Evitad todo lo posible para que no lleguen ni siquiera a averiguar cuán cercano puede estar. Fuerza, voluntad, ganas, poder…todo será poco para lo que os viene encima. Lucha, matar…por un bien común: Conseguir Isla de Luz.
>> Chicos… ya estáis lo suficientemente desarrollados como para emprender vuestro viaje. Os queda aún un mes más en vuestras residencias. En ese mes, tenéis que dar TODO. Preparaos mental y físicamente. Vais a emprender un camino muy largo y duro… si queréis encontrar esa isla, claro está. Quién no sienta deseos de descubrirla o no se vea relacionado con Isla de Luz, solo tenéis que prepararos para luchar contra los attacks. Porque ellos no distinguirán entre quién la están buscando y quién no. Simplemente cuando vean a un inmunita… irán a por él. Espero que haya quedado todo bien clarito. Si alguien tiene alguna duda que pregunte después de los entrenamientos, que se incorporarán después del almuerzo, que venga a mí o a cualquier otro entrenador. Qué disfrutéis del tiempo libre que os queda. Buena suerte.
Y así…después de soltarnos aquella bomba, se marchó. Tan tranquila, nos dio la espalda y se fue. Ahora entendía a los chicos que habían salido de la sala común aturdidos…
Estábamos sin habla…asimilando la información. Nadie se movía más de un centímetro de su sitio. Algunos se tumbaron y estuvieron mirando al techo durante un largo tiempo, otros simplemente perdieron la mirada en un punto lejano de la habitación. Yo…cerré los ojos para intentar ordenar mis ideas, pero sólo me venían a la cabeza imágenes como la de ayer por la tarde con Aarón, cuando perdimos el control. Tan solo podía ver nuestras espadas chocándose entre sí y con ese torrente de poder para matar. Intentaba sacármelo de mi cabeza…pero no podía. Tenía que verlo esta noche y poder sentir su calor, sus besos otra vez.
Tardamos más de quince minutos en ser capaces de movernos y cuando lo hicimos no es que fuese muy fluyente la cosa… nos desplazábamos de un lado para otro como zombis. Me recordó a los primeros días de haber empezado a desarrollar mis poderes, como me trasladaba de un pasillo a otro en las clases sin saber muy bien lo que hacía. Cuánto tiempo había pasado…y cómo habían cambiado las cosas.
Mabel, Ángel, Lucas, Cristina, Guille, Sandra y yo nos fuimos a los sofás de fuera para tomar el aire. Nos hacía falta… todavía no habíamos cruzado palabra. Cada uno estaba metido en sus pensamientos. Simplemente nos limitamos a seguir a Lucas que fue el único que reaccionó y nosotros lo imitamos torpemente. Hacía un día espléndido. El sol estaba en su punto más alto, pero no reflejaba toda su fuerza debido al porvenir del otoño. Una brisa fresca acariciaba nuestros rostros en aquel sofá debajo del porche que daba al extenso jardín lleno de arbustos recortados con formas geométricas. Guille fue el primero en hablar.
-Chicos… ahora más que nunca hay que preparase al máximo. Si lo que hablamos ayer lo hicimos sin tener estos conocimientos…ahora mucho más. Todo lo que ha dicho María tiene mucha razón. Yo voy a por Isla de Luz… ¿y vosotros? - hablaba decidido, con ganas de más.
-Y yo. – se adelantó Ángel.
-Yo también. – siguió Mabel.
-Contad conmigo. – después lo hizo Lucas.
-Ahí estaré yo. – imitó Sandra.
-Y yo no voy a ser menos. – apostillé.
-¿Pero falto yo? Si no lo tengo que decir… a por Isla de Luz. – terminó Cristina.
Se respiraba un ambiente triunfante, lleno de orgullo, con ansias de seguir adelante. Si hubiera sido por nosotros habíamos empezado a buscar esa información ahora mismo, pero todavía nos faltaba por detallar movimientos.
Isla de Luz… el sitio perfecto para nosotros dos. Me lo imaginaba como un paraíso. Tranquilidad, paz, amor... colores alegres por todos los lados. Cabañas hechas de madera, frutas exóticas, monos y chimpancés jugueteando con los plátanos, música relajante y en mitad de aquel paraíso, en una hamaca de tela, los dos abrazados con un cóctel en la mano y llenos de paz. Demasiado perfecto… había visto demasiadas películas como para que Isla de Luz se pareciera a eso… pero aún así quería encontrar aquella Isla y llevarme a Aarón con él. Ya me las apañaría para que nos dejaran entrar a los dos. Esa isla sería nuestra. Sin diferencias de poderes, del bien o del mal…simplemente de dos humanos enamorados.
Ahora tenía una duda… ¿se lo contaba a Aarón esta noche cuando nos viéramos? ¿o me lo callaba y no le decía nada? Tarde o temprano él se acabaría enterando y nos encontraríamos en alguna batalla que pronto daría lugar. En todo caso… mejor esperar a mañana y hoy simplemente disfrutar de su cuerpo, de sus besos otra vez. No veía la hora en que lo pudiera oler de nuevo.

Cuando ya estuvimos más animados, no paramos de hablar todo el rato. Esta vez estaba más despierta… no me encontraba tanto en “Aarolandia”, pero de vez en cuando me hacía una escapadita y me tenían que llamar la atención. Estuvimos preparando distintas estrategias, como atacar a los attacks con 7 inmunitas a la vez, cómo organizarnos en grupo para que cada uno buscase en lugares distintos, recopilando información sobre a quién se le daba mejor tal cosa, etc. Yo siempre hablaba de los attacks como si él no estuviese dentro de ese “grupo”. Aunque tenía previsto hacer una cosa totalmente distinta a lo que tanto estaban planeando. Iba a contarle todo a Aarón y buscaríamos Isla de Luz juntos. Juntos llegaríamos al dossier secreto sacando información de los otros inmunitas y attacks. Y toda esta película me la estaba montando yo sola sin hablarlo antes con él. Mejor esperar a que se enterase y luego ya veríamos lo que sucedería.
Al fin llegó el final de entrenamiento. Había sido un día muy intenso. Soltarnos todo esa bomba de información había dado fruto a un entrenamiento mucho más insistente y potente. Los entrenadores habían tenido que pararse para hacer un descanso porque los alumnos habíamos llegado a las clases con más fuerza de lo habitual y eso se reflejaba en la edad.
Estaba excitada. Sentía la adrenalina correr por mi cuerpo cuando terminé el entrenamiento de espada fugaz. Era una de las asignaturas que se impartían para el movimiento de muñecas, cambio de mano, usar dos espadas a la vez, etc. Era una de las pocas clases que se daban en grupos. Siempre solían ser de uno o de dos, para trabajar mano a mano con el entrenador y poder perfeccionar los movimientos.
Y lo mejor estaba por venir. Me las tenía que apañar para ducharme, arreglarme, soltar otra serie de mentiras, intentar escaparme e ir corriendo hacia aquel bosque donde había quedado con Aarón en menos de una hora. Si llegara tarde no podría avisarlo ya que nuestros móviles estaban estropeados. No podía perder más tiempo en pensar cómo iba a planearlo todo, simplemente fui directa a mi habitación.
En esta ocasión daba las gracias de que Guille se aseara en su cuarto y sólo durmiese en el mío. Ahora más que nunca necesitaba ir deprisa y no tenía tiempo para dar muchas explicaciones. Me duché lo más rápido que pude. Intentaba buscar a toda velocidad algo que combinase y que me gustase.
Por la noche refrescaba bastante y más si ahora tenía que ir corriendo. También tenía que dejar un margen de tiempo para esperar que mis poderes se calmasen y poder ver a Aarón sin tener ganas de matarlo. Me estaba agobiando bastante. Miré el reloj. Las 8 y veinte.
Me pillé el pantalón de pitillo gris descolorido, una camiseta corta negra con estrellas plateadas pequeñas dejando el reflejo de luz por todas partes, las Converse y una chaqueta de cuadros gris y negra para el camino.
De camino hacia la puerta me encontré con varios compañeros pero no eran de mi círculo de confianza, por lo que simplemente me saludaron. Recorrí los pasillos de las habitaciones casi corriendo, iba a llegar tarde. Salí de aquella sección sulfurada, solo unos cuantos pasos más y ya estaría fuera del edificio. Mi corazón latía fuertemente debido al agobio y la adrenalina que corría por mi cuerpo, de nuevo otra vez activada. Un giro de esquina más y estaría lista.
- ¿Dónde vas? – Guille enarcó una ceja y me miró con incertidumbre.
Mierda… esto no puede salir bien.
-¿No te lo he dicho? Ayer quedé con Elisa para ir a cenar esta noche y poder charlar mejor. Vamos a la ciudad.
-¿Cómo vas a ir a la ciudad? – enarcó la otra ceja dejando ver su sospecha.
-Me viene a recoger ella con el novio en coche.
-¿¡Le has dicho dónde está la residencia!? – su voz sonó histérica casi llevada al descontrol.
-No. – intenté calmarle. Tenía que pensar rápido. – He quedado con ellos a 4 kilómetros. Así que iré corriendo y me recogerán en la salida a la autovía.
-¿Te vas a escapar? – asentí – Pues ten cuidado y... pásatelo bien. – su cara fue más relajada. Esperaba con todas mis ganas que se lo hubiese tragado y no desconfiara de mí.
Nos dimos un beso fugaz y salí del edificio. Libre… o casi libre. Aún me quedaba por salir de la residencia a escondidas. Me acordé entonces de mis propios poderes, aún no acostumbrados a usarlos tan familiarmente y pude ver que saldría sin ningún problema.

Cuando estuve totalmente fuera de visión de la residencia, respiré hondo varias veces, me puse la chaqueta y empecé a correr. Esta vez no dejaría que me invadieran mis poderes. Pondría toda la atención en mover mi cuerpo a una velocidad lo suficientemente rápida como para llegar a tiempo. Eran las 9 menos veinte. Tendría que darme mucha prisa.
Notaba como el aire fresco de la noche de septiembre azotaba mi cara recién lavada. Todo se desdibujaba a mi alrededor. Nunca había viajado por estos bosques. Árboles de una altura inmensurable se ramificaban formando una sola copa con otros árboles distintos. Daba la sensación de que todo el cielo estaba cubierto de una espesa capa de hojas verdes frondosas. Una lámina de rocío empapaba los musgos dejando un aspecto primaveral en el principio de un tiempo otoñal. Los rayos de luna se filtraban entre el hueco de las hojas dando el efecto de sombra y luz.
Sólo pensaba en mi cuerpo y en aquel bosque precioso. No me podía permitir el lujo de pensar por un segundo en Aarón, ya que notaba como un flujo de poder me estaba invadiendo mi cuerpo. Sentía ganas de correr más rápido, de desenfundar mi espada y empezar a luchar contra lo que fuera. Sabía que si me paraba a visionar cualquier cosa podría hacerlo aunque no estuviese cerca nada para influenciar.
Después de quince minutos llegué cerca del lugar donde nos íbamos a encontrar. Mi mente se me descontroló por un segundo y recordé la pelea de ayer contra Aarón, la satisfacción de haber ganado. El flujo de poder se hizo más fuerte y mi olfato se disparó en busca de algún indicio de que un attack anduviera cerca. Forcé a mi mente para que tuviera la visión de si algún enemigo estaría cerca para poder ir contra él. El futuro no engañaba y pude ver a Aarón que aparecería dentro de nada un kilómetro más lejos. Estaba ansiosa, desesperada por volver a encontrármelo de nuevo y poder matarlo. Podía sentir como mi rostro estaba contraído en una muestra de asco al saber que me aparecería de nuevo.
No sé cuánto tiempo permanecí con ese torrente de poder fluyendo por mi cuerpo, pero poco a poco conseguí controlarlo con mucha fuerza de voluntad. Ya me sentía que podía volver a ver a Aarón sin el más mínimo indicio de querer hacerle daño. Así que me encaminé al lugar acordado.

sábado, 2 de enero de 2010

Capítulo 16. Precaución.


16 PRECAUCIÓN
Con un beso largo y lleno de dulzura y pasión acabamos esa tarde, esa noche que ahora empezaba y la cuál me tocaba afrontar ahora. Aarón tenía sus manos enredadas en mi pelo y mis brazos estaban rodeando su cuerpo.
-No me quiero separar de ti. Se me va a hacer muy largo el no respirar tu olor, el no escuchar tu corazón, el no sentir tus labios… ya paro. Allegra que solo va a ser un día. Para ya. – me decía a mi misma mientras él se reía de mis palabras y me alborotaba más el pelo.
-Si esto empieza así… ¿cómo acabará? – habló metido entre mis cabellos.
-Mejor no pensarlo.
Un último beso antes de mañana. Una retirada de cuerpos. Un despegue de manos unidas.
-Ten cuidado hasta llegar al garaje, que nunca se sabe quién puede andar por ahí suelto.
-Creo que sé defenderme bien solita. Te quiero.
-Yo más.
Me encaminé hacia el garaje que estaba a un paseíto bien largo. Tendría que andar a paso muy ligero para poder llegar a tiempo. Aún así, estaba a quince minutos andando. Así tenía tiempo para reflexionar y poner en orden mis ideas.
Lo que más ocupaba mi atención ahora era los poderes. Si mi teoría fuese cierta… en ese caso no podría correr junto a Aarón hasta que no tuviésemos control al cien por cien de nosotros mismos. Tampoco podría poner mucho esfuerzo en usarlos ya que estarían al límite y saldrían por sí solos si no los tenía totalmente controlados. Aunque eso no me preocupaba demasiado. Preferiría ser una pareja normal como el 95 por ciento de las personas. Una pareja que se peleaban, que se amaban, que se divertían sin pensar en matarse mutuamente… aunque claro…era nuestra naturaleza y yo no me avergonzaría jamás de sentir ese odio hacia los attacks. Pero ese no era el punto… lo que más me llamaba la atención era el desarrollo de nuevos poderes en mi primer encuentro oficial con un attack y viceversa. Podría ser que al haber una unión tan fuerte entre nosotros, esa unión se hubiera vuelto en contra y ese odio era el mismo amor entre nosotros pero el opuesto. Me estaba haciendo un lío yo sola y no podía crear teorías sin saber más al respecto. Alguna vez tendría que sacar ese tema con mi abuela o con los profesores.
Después también estaba lo que me esperaba esta noche… no sabía cómo iba a mirarle a la cara a Guille después de todo lo que había hecho por mí. Era mi mejor amigo… pero siempre se había quedado ahí. No traspasaba más de esa barrera. Me atraía físicamente, eso no lo podía negar. Pero solo era atracción. Desearía con todas mis fuerzas poder corresponderle pero era algo inevitable y es que las cosas del corazón son impredecibles. No sabes nunca quién se puede colar en tu corazón para dejarte una huella y no poderla borrar.
Tendría que inventarme una buena banda de excusas para contarles a Leo, Guille y los demás. Aunque no creo que me pidiesen muchas explicaciones. Podía ver el futuro en un plis y no tener que pensar mucho, pero había decidido no ojearlo a menos que fuese estrictamente necesario. Pensaba que si estuviese todo el día mirando mi mente dejaría de trabajar como una persona normal. Y eso es lo que quería. Aparentar una chica simple y sencilla.
-Menos mal… ya creía que tenía que esperar una hora más. Qué aburrimiento. Recuérdame que no te traiga más a la ciudad. – Estalló Leo cuando me vio aparecer en el garaje.
-Tampoco es para tanto chaval. Para una vez que podías ver gente fuera de la residencia… - sabía que ahora tocaba la pregunta clave.
-Y bueno… ¿Qué has estado haciendo hasta estas horas? – cotilleó mientras arrancaba el coche y salíamos de allí.
Miré hacia la ventanilla intentando ocultar mi vacilación.
- Me había entretenido mirando escaparates. – fruncí el ceño al escuchar mis propias palabras. Sonaban tan absurdas…
-¿Y no has comprado nada? – preguntó con un cierto tono de incredulidad en la voz.
-No… aunque tampoco he estado todo el tiempo mirando tiendas. – Intenté salirme por la tangente - También he estado un rato en el parque… y allí me encontré con una compañera de clase. Por eso me he retrasado más. – eso sonaba mejor. Me sorprendía a mi misma por haber mejorado en las excusas. Solo faltaba que Leo no fuese a ver lo que en realidad había hecho en toda la tarde.
-Eso está bien. Ahora comprendo mejor. Pero podrías habérmelo dicho y me la hubieras presentado ¿no? – me volví para ver su rostro.
Leo era moreno de piel. Pelirrojo y con pecas por la cara. Su nariz era demasiado puntiaguda y sus ojos excesivamente pequeños. Estaba fuerte, como todos, pero algo delgado. Se estaba riendo mientras miraba a la carretera. Su cara reflejaba picardía.
-Tiene novio. Lo siento. – me encogí de hombros.
Palmeó el volante con un golpe fuerte haciendo ver que estaba desilusionado. Ambos reímos. Estuvimos bastante tiempo sin hablar. Simplemente escuchando su música. Empezó a sonar una con la cual me sentía totalmente identificada sobre Guille y yo. Esa letra me llegó al corazón.
-¿Cómo se llama esta canción? Es muy bonita.
-Somos lo que fue. Es de Jesse & Joy.
-Vaya… pues es realmente preciosa.
-Yo creía que no te gustaba este tipo de música.
-Digamos que he aprendido a escuchar cualquier clase de música y aprender a escuchar su letra.
-Eso está bien. Siempre hay que tener cultura musical.
Aunque ya no seguimos hablando, esa canción la tenía guardada dentro de mí. Era un anticipo de lo que me esperaba.

Después de tres cuartos de hora de viaje, por fin llegamos a la residencia. El corazón me latía con fuerza al saber lo que me esperaba ahora. Preguntas, mentiras, tensión, culpa… mierda… quería volver atrás. Llegamos tarde para la cena por lo que esta noche no cenaríamos. A mí me daba igual. No tenía hambre, pero sentía cierta pena por Leo al ver todo lo que había hecho por mí.
Fui hacia mi habitación donde me esperaba Guille. Respiré hondo antes de entrar y cogí valor para poder mirarlo a la cara sin sentir tanta vergüenza. Un giro de llaves y entré. Luz apagada. Qué raro… no estaba allí. Ni siquiera me había llamado en toda la tarde.
El móvil…mierda. Se cayó al agua también. Lo saqué del bolsillo del pantalón. Estaba totalmente empapado. Intenté secarlo, encenderlo… nada. Menos mal que era uno antiguo. Pero ahora eso no importaba… lo que resultaba raro era que no estaba en mi habitación. ¿Le habría dado por ver lo que estaba haciendo? Como fuera así… en este momento toda la residencia estaría preparada para salir a luchar contra los attacks.
Alarmada por lo que pudiera pasar, toqué en la habitación de Mabel que estaba en frente de la mía. Nadie contestaba… estaba empezando a preocuparme seriamente. Antes de volverme histérica, lo intenté de nuevo con mi vecino de al lado. Sergio. Un tipo bastante peculiar. Era uno de los niveles más bajos, le costaba aprender tácticas nuevas. Siempre estaba retirado del grupo. Si él no estaba… ya tendría que recurrir a las visiones, aunque no sabía cómo, si no tenía a nadie cerca para poder verlo. Tardaba bastante en abrir la puerta. Supuse que no había nadie. Mi corazón latía a mil por hora. Estaba hiperventilando y sin color en la cara. El primer encuentro después de tanto tiempo con la persona que más amo y ya podría ser que estuviese muerto. Sentía como me temblaban las piernas. Pero alguien abrió la puerta después de demasiado tiempo, diría yo.
-¿Qué quieres? – estaba despeinado. Llevaba una camiseta lisa de pijama y unos pantalones cortos un poco subidos al ombligo para mi gusto. Parecía que lo había despertado.
Miré la hora preocupada de que fuera muy tarde. Las once y media. Tampoco era para tanto. Pero al ver que estaba allí y probablemente dormido, todos los tembleques y los sudores de terror desaparecieron de mi cuerpo.
-Esto… - corre piensa en algo - ¿sabes dónde está Mabel? Es que no la encuentro. – fue lo primero que se me ocurrió.
-Pues no. ¿Para eso me despiertas? Si ya sabes de sobra que yo no estoy con vuestro grupito. – la última palabra la pronunció con desprecio.
-Lo siento. Sólo estaba preguntando. – le respondí con la misma arrogancia.
Cerró la puerta de golpe. Será estúpido el niñato…
Me metí de nuevo en la habitación. Al menos sabía que no se había emprendido ninguna tregua para luchar. Ya más tranquila, me duché y me puse ropa cómoda para estar por allí. Fui a la sala común para ver si estaban mis amigos.
En efecto, llegué y allí estaban todos. En la sala común se encontraba la televisión más grande de toda la residencia. 65 pulgadas de pantalla colgada en la pared. En el suelo estaban todos los sillones “puff” esparcidos por toda la habitación. Había una mesa de cristal un tanto larga detrás de los sillones con sus correspondientes sillas. Al otro lado de la habitación, tres mesas de billar. Pegada a la puerta, se encontraba unas encimeras de cocina con una mini nevera siempre llena de bebidas.
Todos estaban allí viendo otra película. Sandra y Adrián lideraban las esquinas. Al lado de Sandra estaba Lucas apoyado en las piernas de Cristina. Ella, a su vez estaba descansando en el costado de Ángel y así una cadena sucesiva donde todo el mundo tenía alguna parte del cuerpo apoyada en otra persona. Estaba allí casi toda la residencia. Todos en silencio miraban con atención a la película. Pero no vi ni a Guille ni a Mabel.
Escuché el impacto de dos bolas de billar chocar al final de la habitación por lo que me asomé y vi que allí estaban los dos jugando. El corazón me empezó a latir desbocadamente cuando me acerqué y los saludé con la mano.
-¡Aquí está la desaparecida! ¿Dónde te habías metido? – preguntó Mabel desinteresadamente mientras buscaba el ángulo preciso en la bola blanca para intentar colar aquella de color verde que tan cerca estaba de caer.
-Es que hemos llegado más tarde porque me encontré con una compañera de clase y estuvimos hablando bastante tiempo. – le solté la misma mentira que le había contado a Leo.
Intentaba evitar a toda costa la mirada de Guille pero se acercó a mí y no tuve más remedio que darle un beso en los labios.
Ahora que los probaba nuevamente… no me parecían ni mucho menos la mitad de dulces que los de Aarón. Lo que me hacía sentir aún más miserable.
-¿Te lo has pasado bien? – preguntó mientras me rodeaba por la cintura y me miraba con picardía.
-Sí. Ha sido una tarde interesante. – eso se quedaba corto.
No comprendía cómo podía mirar esos ojos negros y besar esos labios sabiendo que había estado con otro. Pero lo estaba consiguiendo y lo que me preocupaba era que no sentía la menor pizca de remordimiento a la hora de la verdad.
Me quedé con ellos mirando la partida. Donde ganó Mabel gracias a Guille que por un error de cálculo había metido la negra antes de tiempo.
-Aunque no hubieses metido la negra te hubiera ganado igual. – empezó a fardar Mabel mientras le daba una palmada en los abdominales a mi novio.
-Eso es lo que te crees. Si no hubiera sido por mi fallo técnico ya verías quién hubiera ganado. – Guille la inmovilizó cogiéndola del cuello y revoloteándole el pelo con el otro brazo libre.
-¡Déjame! – se escuchó un siseo al principio de la sala donde estaban todavía viendo la película.
Mabel lo agarró con fuerza por el costado y lo tiró al suelo cayendo ella encima de él. Sus rostros estaban a escasos centímetros. Noté como algo fluía entre ellos dos. Quizá fuera simple amistad pero la forma en que Mabel miró a mi novio me hizo pensar que quizá sintiera algo por él. Nunca habíamos hablado sobre eso antes.
En otras circunstancias, este gesto de tonteo me hubiese molestado bastante, pero estaba demasiado ensimismada pensando en los besos de Aarón, que apenas fui consciente de la situación y solo hacía reírme de ellos.
Guille se deshizo de ella fácilmente cogiéndola por la cintura y elevándola hacia un lado, para luego dejarla caer en el suelo.
-Te vas a enterar… cuando menos te lo esperes…ahí estaré yo para atacarte. ¡Capullo! – se pusieron en pie y los tres reímos a una. Otro siseo advirtió que nos calláramos.
Siempre estaban peleándose los dos. Parecían unos niños chicos pero ese flujo de miradas que había habido antes no se había reflejado antaño. Nos acercamos donde estaba todo el mundo. La película era de suspense, por lo que estaban en tensión. Nos sentamos al lado de nuestro grupo. Mabel se acomodó en la tripa de Sandra y Guille en las piernas de Mabel. Me hizo el gesto de que me apoyase en su regazo pero le dije que no. Él se encogió de hombros y empezó a ver la película.
Me encontraba allí de pie donde todos me daban la espalda para ver la televisión. No tenía ganas de hacer nada, solo de tirarme en mi cama y pensar en él. Me dirigí a mi habitación sin avisar a nadie. Ya vendría Guille luego.
Directa, me dejé caer sobre la cama con los brazos en cruz. Sólo podía pensar en sus besos y sus caricias, en sus ojos. En los silencios llenos de amor…Sentía que la noche entera sería corta para soñar con él y que el día era poco para añorarlo…El mundo era perfecto cuando estábamos juntos. Y eso que nada más había sido una tarde. Una…de muchas que nos esperaban. Sonaban a cursiladas pero era todo lo que mi corazón desbordaba. No podía evitar una sonrisa de cara a cara.
Alguien llamó a la puerta. Abrí sin mirar antes quién era. Una avalancha del grupo llenó mi habitación. Sandra, Cristina, Guille, Ángel, Lucas, Mabel entraron por la puerta uno por uno y se acomodaron en la cama y en los sillones.
-¿Esto qué es hoy?
-Pues nada…que ha acabado la peli y cómo no te veíamos pues hemos decidido darte una visita. – informó Lucas mientras acomodaba un cojín y se tumbaba en mi cama.
-Mentira, no ha acabado la peli, es que todos estaban muertos de miedo y no han aguantado ver el final. – aclaró Sandra desde mi sillón.
La dueña de la habitación era la única que estaba de pie. Demasiado lenta para coger un sitio.
-Y por eso tú también te has venido, porque la película era un rollo ¿no? – ironicé.
-Claro. Si no me hubiera quedado allí. – desvió la mirada con una sonrisa en la boca que indicaba todo lo contrario a lo que ella había dicho.
Empezamos a reírnos. Intenté hacer un hueco en algún lugar de mi cama. Me acomodé en las piernas de Cristina dejando las mías colgando de la cama.
-Peque ¿qué tal por la ciudad? ¿Algo interesante? – preguntó Cristina mientras me tocaba el pelo.
¿Por qué todo el mundo se tenía que interesar en lo que había hecho esta tarde? ¿Es que tanto le interesaba mi vida o había algo detrás de toda aquella reunión de amigos? Fuera lo que fuese, tenía que seguir mintiendo.
-Hacía mucho tiempo que no iba por allí. Es muy bonito. Unos parques preciosos.
Sobre todo en el que me encontré con Aarón y donde hemos compartido esos besos. – pensé.
-Eso ya lo sabemos… pero ¿has hecho algo interesante? – advirtió Lucas que estaba al lado de Cristina.
Me encontré con un attack del que estoy enamorada. Empezamos a hablar como pacíficos ciudadanos, cosa que acabó en una confesión de sentimientos. Nos abrazamos y estuvimos besándonos toda la tarde, luego me llevó a un paseo en barca donde los dos nos caímos al agua. Empezamos a correr para secarnos, cosa que llevó a que nos odiáramos a muerte y empezásemos a luchar. Nos despedimos con un apasionado beso y volví con Leo en coche. Nada interesante.
-Pues no. Sólo me encontré con una antigua compañera de clase y estuvimos hablando de los viejos tiempos. – mentí de la manera más natural. Esto me estaba empezando a preocupar… ¿desde cuándo era yo el centro de atención?
Por suerte, se tragaron mi pequeña mentira y siguieron hablando entre sí. Cristina y Lucas estaban discutiendo sobre quién podría haber sido el asesino de la película que dejaron a terminar. Sandra, Lucas y Mabel charlaban sobre algún tema que no conseguía escuchar muy bien debido al enfrentamiento que se estaba dando lugar entre si era el ayudante o el padre de la protagonista.
Yo estaba ausente. Mirando al techo de mi habitación y a las paredes que ahora eran de estampado rojo y negro. Empecé a tararear la melodía de Jesse & Joy que sin saberlo se me había quedado grabado. Podía sentir como Guille me estaba mirando desde uno de los sillones de la habitación. Hice caso omiso y seguí tarareando la canción. Poco a poco habían parado de hablar y solo quedaban Sandra y Ángel.
-Ya llevamos un mes aquí y yo creo que ya estamos listos para un combate cara a cara. – me quedé con el corazón encogido al escuchar aquellas palabras. Si él estaba, tendría que defenderlo con mi vida si era necesario. Todos nos fuimos adentrando en esa conversación poco a poco.
-La verdad es que tienes razón. Todos hemos avanzado lo suficiente para poder enfrentarnos con uno de ellos. Ya es hora de empezar esta batalla. – apostilló Lucas.
-Se harán más fuertes y no lo podemos permitir. – notaba como poco a poco se iba tensando el ambiente. Tenían ansia de luchar, enfrentarse a ellos.
Lo cierto era que ninguno de ellos se había encarado con un attack de verdad… salvo yo. Quería advertirle que no eran tan fáciles de vencer, que eran muy fuertes aún siendo jóvenes. La práctica y la táctica no se realizaban tal cual lo habíamos entrenado, todo era muy rápido y te dejabas llevar por un odio que nunca jamás habíamos experimentado. Pero tenía que estar callada como una tumba sin poder darles mis consejos. Aunque solo hubiese sido Aarón, era mi primer desafío con un attack y eso constataba un hecho importante en mi vida, al margen de que hubiese sido con el chico al que amo.
-Hay que hablar con los entrenadores pronto y avisarles de que ya estamos preparados. – la voz de Guille sonaba eufórica. Todos estaban que se salían de sus asientos de la emoción.
Lucas que estaba tumbado hasta se incorporó y se puso a dar pequeños saltitos en la cama. Cristina me apartó de sus piernas y se sentó al filo para poder crear un corro de todos nosotros. Preparados para hacer frente a un grupo de attacks peligrosos y llenos de ansia.
Me estaban contagiando esas ganas de ir a por ellos. Sabía que podría con todos aquellos, me sentía más fuerte que nunca, de hecho… había derrotado a Aarón. Pero solo podría luchar contra los attacks y dejarme llevar por mis instintos en un lugar donde él no estuviese cerca. Tenía la certeza de que si me dejaba influir por mis poderes acabaría atacándolo y por nada del mundo quería volver a pasar por lo que pasé esta tarde.
-Peque ¿tú no tienes ganas? – me preguntó Ángel.
Cuando regresé de mi mundo me di cuenta que todos me estaban mirando y que se habían dirigido a mí.
-¿Eh?...Sí – respondí sin mucha convicción – Sí. Hay que ir a por ellos. – añadí más segura de mi misma.
Salvo a por Aarón.
-Hoy estás rara. Estás ausente. – enfatizó Mabel. Sentía ese escalofrío en el cuello sabiendo que Guille me estaba observando desde hacía rato.
-No… simplemente estoy un poco cansada. El viaje se me ha hecho largo.
-Pues haberlo dicho antes. Entonces os dejamos, que querréis descansar. – imploró Cristina.
Poco a poco se fueron yendo todos por la puerta dándonos las buenas noches. Mañana era lunes y nos esperaba de nuevo la rutina. Me quedé en la puerta hasta que Sandra se marchó. Estaba mirando la puerta cerrada, de espaldas a mi cama y a Guille. Cogí aire profundamente y fui hasta mi cama.
Él ya me estaba esperando tumbado, pero no con el brazo estirado preparado para que yo me apoyara sobre él como siempre sino con los brazos detrás de la cabeza y mirando al techo. Me tumbé en mi lado de la cama y estuve observándolo un rato. Parecía metido en sus pensamientos. Su rostro era sereno pero reflejaba un tono de incertidumbre en sus ojos oscuros.
-Allegra… ¿qué te pasa? – me pilló por sorpresa que hablara, pero aún seguía mirando al techo.
-Nada. ¿Por qué lo dices? – se volvió para mirarme mejor. Intentaba controlar mi rostro para que no se notara la culpa que ahora me estaba invadiendo.
-No sé…te noto distinta desde que has llegado de la ciudad.
-Lo que pasa es que hablar con…Elisa pues me ha devuelto los recuerdos del instituto y a lo mejor puede que esté un poco ida pensando en el pasado. – notaba como las mentiras me fluían sin ningún tipo de esfuerzo.
Antes de que empezara a sospechar más, lo abracé por el torso y le di un beso corto pero suave. Él insistió de nuevo con más ferocidad pero lo aparté poco a poco.
-Estoy cansada.
-Buenas noches. – se giró dándome la espalda resignado aunque su voz había sido dulce.
-Buenas noches. – me incorporé un poco para besarlo en la mejilla y me giré yo también hacia la parte externa de la cama. Apagué la luz de la mesilla y quedamos a oscuras. La noche de aquel día se echaba sobre nosotros.

Nos habían reunido a todos en la sala común. Movimos los sillones y los pusimos dirigidos hacia el pequeño escenario que había en la esquina donde se encontraba la tele. Nada más terminar de desayunar nos había avisado por megafonía que teníamos que acudir allí. Cuando llegamos a la sala común me di cuenta de que había más personas de lo habitual en la residencia. Todos los inmunitas de los países de alrededor habían venido para esta reunión. Debía de ser muy importante. Éramos como unos doscientos, redondeando. En el pequeño tablado se encontraban tanto los entrenadores más mayores como los menos jóvenes, como mi abuela. Todos en silencio, pendientes de lo que nos deparaba.
-Señores… hoy a lunes 4 de septiembre, vuestro rumbo y vuestro objetivo cambiarán totalmente. – avisó Pepe, el entrenador de espadas.
Todos nos quedamos sumamente sin habla. ¿Qué era lo que nos deparaba?

Capítulo 15. Magia.


15 MAGIA
-¿Y qué has hecho durante este tiempo? – le pregunté desinteresadamente.
Nos habíamos levantado y estábamos dando un paseo por el parque. El sol ya se había ocultado. Las luces del parque anunciaban que se aproximaba la noche refrescante de septiembre. Íbamos cogidos de la mano.
-Entrenar.
-¿Así de simple? ¿No has hecho otra cosa aparte de eso?
-Echarte de menos. – me acercó a él y me besó.
-¿Y ya está?
-¿Qué más esperas que haga si no te tenía junto a mí? Me tenía que concentrar en algo ya que lo nuestro era imposible. – se me encogió el corazón al escucharlo.
Sentía que no le había dedicado el tiempo suficiente para añorarlo. Que siempre había intentado evitarlo, no querer aceptar su amor. Y él había hecho todo lo contrario, al darse cuenta de su amor por mí, había luchado todo lo posible para no pensar. Porque sabía que lo nuestro no podía ser.
-¿Y cómo vamos a hacer para vernos? Yo no puedo escaparme de la residencia y venirme aquí todos los días. – estuvo bastante tiempo meditando las opciones.
-Podríamos quedar en mitad de los dos campus. Ambos corremos muy rápido y en diez minutos podemos vernos cada noche. – mis mejillas se ruborizaron. - ¿Qué pasa? – preguntó al ver mi expresión.
-Es que… verás… hay un temita…
-¿Sí? – me animó.
-Duermo todas las noches con Guille. – le solté de golpe. Estudié su rostro. Eso le había pillado por sorpresa. Frunció tanto el entrecejo que las cejas casi se tocaban. Su mandíbula estaba tensa.
-Oh…vale. Esos pequeños detalles creo que me los deberías dar… nosotros no tenemos ese don para ver el futuro. – nos reprochó. Estaba receloso.
- Lo siento. Pero cuando me di cuenta de que te amaba de verdad, cuando mis sentimientos salieron de golpe… me inundó una ola de culpabilidad. Sentía que le estaba siendo infiel. Tenía que recompensarle de algún modo. – me encogí de hombros sin saber muy bien que decir.
- Creo que eres demasiado buena. Hay personas que no lo merecen.
-Guille sí. – le solté sin vacilar.
-Eso es discutible… - íbamos a empezar a discutir en nuestro recién encuentro. Por lo que me callé. – En todo caso – prosiguió al ver que no le había recriminado nada – él consigue cosas que yo no.
-Amor. Nos acabamos de soltar nuestros sentimientos hace apenas dos horas. ¿No crees que deberías ser un poco más paciente? Todo no se puede hacer el primer día. – me acerqué a él y lo abracé por el costado. – Te aseguro que tú tienes lo que él no ha tenido.
-¿Cómo qué?
-Mi corazón. – mis labios tocaron los suyos con toda la dulzura que mi corazón rebosaba. Se quedó parado en el sitio con los ojos cerrados y con la forma de mis labios aún. Empecé a reírme al ver su expresión. - ¿Qué te pasa?
- Eso ha sido… espectacular. Has conseguido que me olvide del mundo. Recuérdame que te pida uno de esos cuando me encuentre mal. – recuperó la compostura y me abrazó aún más fuerte. – Te amo.
Estuvimos dando vueltas alrededor del lago. Donde todavía había un par de barquitas. La luna ya había aparecido. Sin darme cuenta me llevó hasta la ventanilla de entradas y sacó un ticket para dos.
-¿Y esto?
-Te invito a un paseo por las estrellas.
Nos montamos torpemente en una pequeña pero acogedora. En el suelo había un par de mantas para taparse a causa del frío. En este caso no haría falta. Aarón remó hasta mitad del lago donde ya no se encontraba nadie. Era tan grande que no se veía el puesto donde se encontraban las demás barquitas. Dejó los remos a un lado y nos tumbamos apoyando la cabeza en la tabla de madera para sentarse. Pasó su brazo por encima de mi hombro y yo me acerqué más a él. Estábamos los dos juntos. Sintiendo nuestro calor. Escuchando su corazón, rápido e irregular. Rodeé su torso con mi brazo quedando de costado.
-Es increíble cómo se ven las estrellas en este lugar. Son preciosas. – no podía parar de mirar su hermosa cara mientras él miraba hacia el cielo.
-Cierto. Pero tú lo eres más. – me ruboricé al soltar tal cursilada. Se empezó a reír y me miró.
-¿No se supone que lo normal es que el chico se lo diga a la chica?
-Nuestra relación no es normal. – ambos reímos a la vez.
Nuestros ojos brillaban de una manera irreal. La luna llena aún demasiado baja para ser blanca pareció mandarnos un rayo de pasión con su magia. Ambos nos miramos intensamente. Esos ojos verdosos me miraban con deseo. Podía sentir como mi cuerpo necesitaba de sus caricias. Nos besamos con vehemencia. Me coloqué encima de él. Esos labios carnosos, dulces, sabrosos hacían latir a mi corazón aún más fuerte. Su mano se metió por debajo de mi camiseta haciéndome estremecer. Mi mano iba marcando cada músculo de su torso tonificado. Colocó la otra mano en mi cintura haciéndome acercar más a él. Besos lleno de pura pasión, de amor. Noté como algo se movía en la parte de los pantalones. Seguía insistiendo… ¿Qué pasa? Me costó reconocer que era mi móvil lo que se estaba moviendo.
-Mierda… - susurré entre sus labios. Muy a mi pesar atendí sin mirar quién era. - ¿Diga?
Allegra…¿qué te queda? Es que estoy dando vueltas sin saber qué hacer.
-¿Quién es? – pregunté. Me di cuenta de que estaba jadeando.
Leo. Quién voy a ser. ¿Te pasa algo? Te noto algo ajetreada.
-Ah Leo. No, no me pasa nada. – mientras, Aarón me daba besos en el cuello haciéndome cosquillas. - ¿Que, qué me queda? Pues….- Aarón me señaló un dedo hacia arriba – una hora más o menos.
¿Qué estás haciendo?
-¿Y a ti que más te da? Estoy con unos asuntos que tenía que arreglar. – no pude evitar una risa floja al acabar la frase. Las cosquillas por la cara me hacían reír.
Bueno pues dentro de una hora te quiero en el garaje ¿vale? A ver qué hago yo ahora…
-Búscate una novia. Chao. – y le colgué. – Bueno… por dónde íbamos… - intenté besarle de nuevo pero me apartó la cara.
-Allegra nos tenemos que ir ya… Tenemos que volver y hay que llevarte hasta el garaje.
-Hasta el garaje voy yo solita. ¿Te recuerdo que si os veis u os sentís vais a morir? – lo pillé por sorpresa. Iba a decir algo, pero se calló. – Venga vamos… - con pena me eché a un lado y él se fue levantando poco a poco.
En un movimiento mal colocado, a la hora de ponerse de pie, Aarón perdió el equilibrio y cayó al agua sin darme tiempo a reaccionar. Yo ya estaba de pie. No pude evitar la risa y empecé a reírme a carcajadas.
-¡Ayúdame ¿no?! – gritó desde el lago donde apenas se veía.
Me acerqué al borde a ayudarle. Hice contrapeso sin querer y la barquita volcó haciéndome caer también al lago. Desde bajo agua ya podía escuchar las risotadas de Aarón.
-¿Ahora quién se ríe? – me recriminó cuando salí a la superficie.
Empezamos una guerra de agua. Por suerte el lago no era lo suficientemente hondo y Aarón llegaba a hacer pie… yo no. Después de parar con la guerra. Me abrazó y me besó para luego echarme otra ola. Volvimos a colocar la barquita derecha. Él sujetó por un lado para que no ocurriera lo de antes y yo subí por la otra parte. Una vez subida apoyé todo mi peso en un lado y luego Aarón se subió por el contrario. Cogimos los remos y volvimos al encuentro.
El responsable de aquello se echó a reír disimuladamente cuando nos vio empapados.
-Mierda… ¿y ahora cómo aparezco yo así? – estuvo dándole vueltas a la cabeza.
-Tenemos una hora ¿no? – Asentí – pues corramos.
-¿Perdón?
- A correr. A la velocidad que vamos, la ropa se secará en nada. – lo medité durante unos segundos. Mejor correr y que esté seca la ropa, a que vaya empapada y le tenga que dar explicaciones a mi compañero.
-No es mala idea.
Nos fuimos a un lugar apartado. Nos quitamos los zapatos y los calcetines. Estrujándolos lo máximo posible. Aarón se quitó la camiseta dejando ver ese cuerpo muy musculoso. Bajo la luz de la farola sus abdominales marcados se reflejaban tenuemente. Todo su torso estaba paralelo pero robusto. Hizo caso omiso a mi embobamiento hacia él y siguió estrujando su camiseta, aunque esbozó una sonrisa escondida.
Me giré dándole la espalda a Aarón y me quité la camiseta también. Miré mi sujetador… no me acordaba que llevaba puesto uno de ositos saltando. Empecé a prensar la camiseta, pero noté unos brazos que rodeaban mi tripa suavemente. Besos en el cuello y más atracción hacia él.
-El primer día y ya te veo sin camiseta. Mmmm me gusta. Sobre todo tu sujetador. – su nariz iba recorriendo mi clavícula y cuello. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ponerse en contacto nuestros torsos desnudos.
-No te creas que va a ser tan fácil. Esto ha sido solo un accidente. – tuve que hacer un esfuerzo por hacerme la dura y no darme la vuelta para agarrarlo por el cuello y no dejarlo escapar.
Muy a mi pesar se separó de mí. Y empezó a reírse. Una vez estrujada me la puse corriendo. Aún todavía sin girarme para verle.
-Voy a estrujar los pantalones. No te muevas de aquí. – me giré y lo vi ya con los pantalones quitados dejando ver los bóxers negros que llevaba.
-Tú no tienes vergüenza ¿verdad? – se echó a reír a carcajadas. Haciéndole ver que estaba enfadada, me fui al otro lado de un arbusto.
Una vez ya vestidos los dos, empezamos a correr por todo el parque. Ya estaba desierto, sólo se encontraban los guardias. A pesar de que fueran las diez de la noche. Todo estaba muy oscuro, unas cuantas farolas iluminaban levemente aquel parque desmesurado. Agarrados de la mano empezamos a correr tan rápido como gacelas. Los árboles y arbustos se desdibujaban a nuestro alrededor. No podía parar de sonreír. Aquella sensación de dejar el mundo atrás siempre me había gustado, pero ahora que estaba con Aarón, mucho más.
Estaba eufórica, feliz. Por fin mi corazón había encontrado la pieza que le faltaba para completarlo. En tan solo unas horas habíamos vivido cosas intensas. Me había visto en sujetador, habíamos estado bajo las estrellas, lo había visto casi desnudo, habíamos compartido besos dulces, llenos de amor… lo que nunca había conseguido con Guille.
Guille… ¿y ahora qué iba a hacer con él? No quería hacerle daño, pero ¿con qué ojos le miraría esta noche cuando llegase? Lo había engañado durante todo este tiempo intentando creer que lo quería. Tenía que dejarlo sin hacerle mucho daño. No quería perder la amistad con él. Guille siempre me había ayudado mucho en los momentos difíciles.

Una ola de poder hizo que abandonara mi ensimismamiento. Sentí como mis instintos de inmunita se disparaban a toda velocidad. Aún estaba corriendo con Aarón. Pero ya no me resultaba tan encantador. De hecho… sentía el impulso de atacarlo, de luchar contra él. No pensaba que era el amor de mi vida… pensaba que era un attack. Un attack peligroso y poderoso. Alguien al que había que liquidar.
Sentía también, su odio hacia mí. Cómo sus ojos se habían vuelto grises de nuevo. Ya no éramos los dos enamorados que superaban cualquier obstáculo. Éramos inmunita y attack. Algo inevitable. Debíamos luchar. Dejamos de correr. Nos soltamos las manos, ambos llenos de furia. No me reconocía a mí misma. Cara a cara. Miradas de poder. ¿Cómo podía haberme enamorado de tal monstruo?
Recordé lo que me dijo Sandra una vez sobre los otros poderes que tenemos y me concentré en una papelera que había cercana a nosotros. Sentía tanto poder fluir por mi cuerpo que la papelera salió disparada hacia él sin hacer mucho esfuerzo. Lo esquivó ágilmente. Él, también con la tensión en el cuerpo consiguió incendiar un banco de madera que se encontraba a mi izquierda. Pegué un salto para salir de allí antes de que me quemara viva. Nos movimos de posición.
Arrancamos unas ramas gruesas de los árboles cercanos. Empezamos a luchar como si fuesen espadas. Saludo, agilidad, rapidez, movimientos precisos. Todo lo que había aprendido en estos meses lo estaba mostrando al límite. Aarón también parecía estar al máximo.
Choque de troncos, un golpe lateral cerca del costado tuve que evitar para que no me hiciese daño. Impidió que un trancazo le golpease en el cerebro oponiendo su tronco con el mío. Ambos muy cerca de morir. Podía ver cuál sería su próximo golpe debido a que las imágenes me venían a la cabeza sin yo pedirlas. Cosa que era muy útil, ya que no gastaba mucha concentración en visionarlo y podía prestarla más en atacar. Un golpe bajo, otro arriba, dos a los lados con tanta rapidez que era imposible visionar tales movimientos. Un momento de indecisión…tronco de Aarón al suelo.
Y allí estaba. Solo, indefenso. Sin tener nadie alrededor con la que atrapar su mente y poder atacarme por detrás. Me acerqué más a él para poder matarlo mejor. Retrocedía hacia atrás intentando evitarme. Tropezó con sus propios pies. Cayó al suelo. Sus ojos plomo reflejaban furia, ardor…derrota. Coloqué mi tronco encima de su cabeza preparada para darle un fuerte estacazo y aplastar ese mísero cerebro que tanto daño había hecho. Una última mirada de despedida antes de matarlo. Ninguna palabra hasta entonces.
Sus ojos ya no eran grises. Volvían a ser esmeralda. Su ira y su furia habían desaparecido de su mirada. Ahora solo suplicaban.
-Allegra… soy yo. Estoy aquí. Por favor recuerda… el amor es más fuerte que cualquier otro instinto. – estaba empezando a confundirme. Seguro que era un juego de distracción para que bajara la guardia y así atacarme de nuevo.
-Calla… no me vas a distraer. Soy más fuerte que tú asqueroso attack. Debes morir.
-Princesa… recuerda todo lo que hemos vivido esta tarde. – sus ojos reflejaban culpabilidad, angustia, miedo.
Esa palabra me hizo despertar del hechizo. Princesa. Él era el único que me había llamado así. De repente, ya no sentía tanto odio hacia él. Es más, estaba empezando a amarlo nuevamente. Recordé todo lo sucedido esta tarde. El encuentro, la confesión de sentimientos, los besos, los roces, las caricias, las risas, las estrellas, la barquita, la pasión… Un nuevo sentimiento se estaba apoderando de mí… el remordimiento. Instintivamente, dejé caer el tronco. Me desplomé de rodillas en el suelo y me abracé a él. Rompí a llorar como una desconsolada.
-Lo siento amor. Lo siento mucho… no debería haber intentando hacerte daño… yo… - empezó a balbucear. Lo miré atónita.
-Pero ¿qué dices? La que lo siente soy yo. No sabes todo ese odio que he sentido hacia ti. Como he podido… he estado a punto de matarte Aarón. – mi voz sonaba histérica. Todo mi cuerpo estaba temblando.
-¿Qué nos ha pasado? – me acarició el pelo suavemente y me besó en la frente.
-No lo sé… pero jamás en mi vida quiero volver a experimentar eso hacia ti.
No hice alusión a los demás attacks. Eran mis enemigos y tendría que acabar con todos ellos. Salvo mi vida. Nos quedamos abrazados sin decir palabra hasta que mantuvimos la compostura y tranquilizados.
-Bueno… yo creo que alguien ha quedado… - miró el reloj – dentro de quince minutos con cierta persona ¿no? – atisbó una vez que ya estábamos los dos calmados.
-Mierda… Leo. – me vino una lucecita dándome quizá la respuesta a lo sucedido. - ¿Sabes? Puede que lo que nos ha pasado antes… - quería evitar pensar en lo ocurrido - haya sido fruto de la velocidad.
-¿A qué te refieres? - nos incorporamos y fuimos andando a paso ligero hacia la salida del parque. Nuestras ropas ya estaban totalmente secas.
- La velocidad es un poder natural que se nos otorga ¿cierto? – Asintió – quizás al poner al límite nuestra velocidad también lo pusimos nuestros instintos. Tanto, que sobrepasaron ese margen y salieron a flote desenfrenados. Puede que por ese motivo, hayamos querido… - no quería terminar la frase. Se quedó bastante sorprendido sobre mi teoría.
-Pues la verdad es que sí. Tiene bastante sentido. Qué chica más lista. – le saqué la lengua como signo de ofensa. - No vamos a llegar a tiempo… - con un poco de esfuerzo pude ver el futuro. Lo más simple. Vi que no íbamos a llegar tarde.
-No. Vamos a llegar puntuales, si nos damos prisa. – afirmé sin dudar ni una palabra.
Ahora que había visionado un futuro tan sencillo, me acordé de la lucha que habíamos tenido Aarón y yo. Si no recordaba mal, había conseguido mover una papelera a distancia y lanzársela. Nunca había entrenado nada parecido y según me había informado Guille, hacían falta años de entrenamiento para conseguirlo. Y ¿Aarón? Él había conseguido incendiar un banco de madera. ¿También tenían otro poder los attacks? ¿Había sido cosa del destino que nos enfrentáramos para desarrollarlos aún más? Otro día tendría que hablarlo con él tranquilamente. Otro día… ¿Cuándo nos volveríamos a ver?
-¿Mañana nos vamos a ver? – pregunté indecisa.
-Pues claro princesa. No podía aguantar estar más de 24 horas sin verte. Sabiendo que ahora te tengo. – me salió una sonrisa romanticona sin pensar.
-Yo termino los entrenamientos a las ocho. ¿Te viene bien a las 9? – estuvo pensando unos segundos. Mientras, me dio por ver de nuevo el futuro. Se estaba empezando a convertir en una costumbre. Pude ver como al día siguiente nos encontrábamos en un descampado aunque no conseguí ver su rostro claramente. Simplemente a mí y a una sombra. Debía de ser por la oscuridad.
-Sí. Perfecto.
-Ya lo sabía. – sonreí complaciente.
Caminamos por las calles de Getlock hablando del tiempo pasado. Aquellas llenas de esculturas abstractas, con luces cubiertas de estructuras diseñadas por artistas desconocidos. Había movimiento de gente pero no la adecuada para el final de aquel verano. La brisa del mar acariciaba nuestros rostros dejando olor a sal. Estábamos cerca de la playa. Su propio hedor dejaba rastro por las avenidas. Era el momento de la despedida. El fin de esa tarde intensa y llena de sensaciones.

A más de dos kilómetros del garaje, se hallaba una pareja feliz y rebosante de amor. Inmunita y attack. Ambos luchando por un amor imposible, peligroso, prohibido. Saltando todos los obstáculos que se pudieran presentar.