19 MINERAL
Ya por el camino me podía permitir pensar en todo. No tenía que preocuparme de pensar en Aarón. Si ahora me entraba ese odio como antes… podría irme tranquila a la cama. Pero… extrañamente no sucedió.
Mientras estaba corriendo, no pude dejar de pensar todo el tiempo en esa noche. Cada vez que quedaba con él, aunque solo hubiesen sido dos, de muchas que nos quedaban, siempre me costaba volver a la realidad ya que estaba perdida en “Aarolandia”.
Tuve que saltar de nuevo la valla con cautela para que no me descubrieran. Conforme iba caminando hacia la puerta principal, no pude evitar pensar en lo último que me había dicho Aarón. Siendo nosotros inmunitas, capaces de visualizar el futuro de cualquier persona… ¿Por qué no haría Guille lo mismo? ¿Por qué algunos de mis amigos no sentirían intriga por saber que pasaría en un futuro? ¿Por qué no se limitaban simplemente los inmunitas a ver si habría una lucha próxima? ¿Por qué no se unían los más poderosos para encontrar la información necesaria que escondían de Isla de Luz? Ahora que lo pensaba había miles de preguntas que no estaban respondidas sobre las visiones y las tenía que preguntar. Decidí que lo haría al día siguiente después de las clases de media mañana con mi abuela.
Llegué directa a mi habitación. Me recordó a la noche anterior, pero esta vez era un tanto más tarde. Ya no sabía que esperarme, si a Guille dormido en mi cama, si a mis amigos en la habitación, no encontrarme nadie… Introduje la llave y abrí la puerta de golpe. No me importaba despertar si había alguien en mi cuarto. Pero el caso no fue así. La tercera opción había ganado. No había nadie. Otra vez me extrañé, pero hoy no me volvería histérica buscando a Guille. Así que me puse el pijama y me metí en la cama.
Ahora que estaba tumbada, me notaba bastante exhausta. El entrenamiento, Isla de Luz, el encuentro de Aarón. Los días eran muy intensos y mi cuerpo lo estaba empezando a notar. La cama sin Guille estaba demasiado vacía. Me había acostumbrado bastante a sentir su brazo rodeando mi cintura y su respiración en mi nuca. Pero… si hubiese estado hoy, me sentiría más miserable.
Sin embargo, los días pasaron y Guille ya no venía cada noche a mi cama. Alguna que otra vez, yo me presentaba en la suya o él en la mía pero las cosas no eran como antes. Estaba demasiado ocupada pensando en cómo tenía que desarrollar la batería de preguntas que le haría a mi abuela, ya que no fui capaz de preguntárselo al día siguiente, demasiado ocupada ocultando mis noches de escapada. Las escapadas con Aarón, cada vez eran mejores. Poco a poco nos conocíamos más y entraba en su forma de pensar. Siempre y cuando, tuviésemos cuidado con nuestros poderes para no desarrollarlos lo suficiente como para querer matarnos. Mientras tanto, la cosa entre Guille y yo… se iba enfriando.
Sentía que algo había cambiado en el ambiente durante estas semanas. En los entrenamientos estábamos más distantes. Seguía dándome abrazos cada descanso que hacíamos entre ejercicio y ejercicio, pero era algo más…frío. O podía ser que yo fuera la que estaba más áspera y era tal las ganas de poder verlo de nuevo que mi mente imaginaba cosas que no eran. Pero si durante este tiempo no había aparecido en mi habitación después de cada noche, no creo que fuera cosa de mi imaginación.
Aquel lugar me resultaba extrañamente familiar. Una fría noche envolvía el cielo encapotado. Ni una estrella a la vista. Esos árboles unidos entre sí… los había visto antes. Estaba sola. Di un paso desorientada hacia delante haciendo crujir las ramas sueltas que se encontraban por el suelo. Todo era muy confuso. El ruido me sobresaltó y miré hacia abajo. Las ramas no estaban expandidas solas, le acompañaba una ristra de un líquido rojo que se perdía a lo lejos entre los árboles. Me agaché intrigada por saber qué era ese fluido. Lo tanteé con el dedo y me lo llevé a la nariz para olfatearlo. Seguidamente lo saboreé. Era algo que me era muy conocido. Comprendí entonces que se trataba de sangre. Había alguien herido.
Seguí el rastro de la sangre ansiosa por encontrar la respuesta hasta el lugar donde empezaba. Tanteaba los troncos de los árboles como si fuesen los muebles de la casa donde siempre había estado. Había estado allí más de una vez. Mi cuerpo se envaró al ver que había alguien en el suelo. Tenía que espabilar y ayudar a aquella persona que estaba tirada sin moverse. Me acerqué poco a poco con paso cauteloso temiendo que en algún momento se levantara y saliese corriendo. No se veía apenas nada puesto que las nubes no dejaban traspasar los rayos de luna. Empecé a agacharme con cuidado. Esta vez fue mi sangre la que se derramó al ver que aquella persona era Guille. Yacía sin moverse bocabajo. Había una espada clavada en su columna. Conocía muy bien esa espada… porque era la mía. Miré de nuevo, pero esta vez ya no estaba en su espalda… ahora se encontraba en mi mano derecha. Me vi a mí misma como lo había matado con mis propias manos mientras él esperaba a alguien. Cómo lo había atacado sin avisar. Juego sucio. Pero no sentí remordimiento por matar a uno de los míos…porque no era yo misma la que lo había matado.
Alguien se encontraba tras de mí manejando mi mente. Aarón. Él había tramado toda esta tregua para poder acabar con Guille. El attack estaba manejando ahora mis movimientos como lo hizo una vez. Con la espada en la mano y sin mi consentimiento, traté de matarlo corriendo hacia él. Se quería suicidar haciéndolo con mis manos. Quería luchar a toda costa por evitar esa locura que estaba a punto de cometer pero no logré conseguirlo. La espada se hincó en su corazón.
Desperté de un salto con el corazón latiéndome con fuerza. Hacía mucho tiempo que no había tenido una pesadilla de las malas. Demasiado… y la última vez que la tuve había tenido relación con algo del futuro.
Miré el reloj con la cabeza dándome vueltas. Las 4 menos veinte de la madrugada. Intenté dormirme de nuevo, pero no paraba de dar vueltas en la cama de un lado hacia otro. Cada vez que cerraba los ojos me venía la imagen de Guille tirado en el suelo y mi espada hincada en el pecho de Aarón.
Después de estar más de una hora destrozando las sábanas, decidí que no podía dormir más. Así que fui hacia la habitación de Guille para verlo aunque fuera tan solo para asegurarme de que estaba bien. Él me había dado también la llave de su habitación.
Introduje la llave con cuidado y entré silenciosamente. Estaba todo oscuro pero se escuchaba el sonido de la respiración con las que tantas veces me había quedado dormida, sintiéndome segura. Con tan solo ver que estaba bien me había quitado un peso de encima. Me volví para salir del cuarto pero Guille me tocó el hombro.
-¿Qué haces aquí? – me preguntó somnoliento aún. - ¿Ahora has llegado?
-No. Llegué a las doce y algo… - no le recriminé nada.
Tardó bastante en contestar. Hablaba con los ojos cerrados y dudé si se había quedado dormido de pie.
-Hoy no te he esperado porque pensaba que llegarías más tarde…
-No pasa nada. Vete a dormir y descansa. – ya que yo no podré.
-¿Pero a qué has venido a estas horas? – frunció el cejo con los ojos cerrados lo que me daba la sensación de que estaba hablando con un sonámbulo.
-He tenido una pesadilla y quería reconfortarme con verte.
-Bueno, pues ya estoy aquí… me voy…a…dormir.
Por un momento pensé que se caería de espaldas, así que lo ayudé y lo metí en la cama. Conforme tocó el colchón cayó en el mismo profundo sueño de siempre. Debía de estar muy cansado… al igual que yo.
Me dirigí de nuevo hacia la puerta para marcharme pero decidí acurrucarme en una parte de la cama y pasar la noche allí. Al menos si volvían las imágenes de la pesadilla a mi cabeza podría abrazarlo con fuerza y tener la certeza de que estaba a mi lado.
Amanecimos con nuestras piernas y brazos entrecruzados y los labios a dos centímetros de distancia. Esto no debería molestarme debido a que era mi novio – aún – pero ya con tanta cercanía no me sentía relajada como si estuviese con Aarón.
Guille abrió los ojos y se sobresaltó al verme en su cama.
-¿Pero no te habías ido a tu habitación a dormir? - preguntó con la voz ronca.
-En un principio era esa mi intención…pero al final decidí quedarme aquí. No te importa ¿no?
-Esto… no. Pero me ha sorprendido.
Extrañamente algo me había pinchado en el corazón. Había sonado tan frío… como si le molestase que me hubiese quedado a dormir con él. Aunque no era la más indicada para que me fastidiase su contestación… de hecho al despertarme y estar tan cerca suyo…me había intimidado un poco.
Me levanté y sin dirigirle una palabra más me fui a mi cuarto. No opuso resistencia a mi falta de expresión y a mi retirada silenciosa. ¿Podían cambiar tanto las cosas?
El timbre de la campana avisó de que era la hora de acabar la clase. Respiramos profundamente varias veces, nos pusimos de pie desenredando las piernas cruzadas y con un aplauso, terminó la clase de concentración.
En toda la mañana no había hablado con Guille. Siempre iba con los chicos. Pero estábamos más distantes.
Era la hora de comer… pero esta vez no la pasaría con mis amigos como siempre, sino que comería con mi abuela para que me diera más respuestas. Era la hora de las preguntas.
Seleccioné del buffet mis platos preferidos y me dirigí a la mesa donde estaban los profesores.
-Abuela… - rectifiqué al ver que con ese nombre todas las mujeres mayores me miraron – María, ¿Podemos comer juntas? – no era preciso dar más información delante de aquella alargada mesa donde todos estaban con un oído puesto.
Mi abuela leyó la expresión de mi cara en un segundo, se disculpó y nos dirigimos hacia la que estaba más alejada de todo el comedor. Empezamos a comer como si no ocurriese nada… pero no sabía por dónde empezar.
-Allegra… cariño, dime lo que me quieres contar que ya mismo se nos acaba el tiempo. – me acarició la mano izquierda suavemente animándome a que empezara.
Dejé de comer el lenguado y la miré a los ojos intento sacar la información de los suyos sin preguntar. Pero estaban llenos de intriga.
-Es que hay tantas cosas que no me cuadran… - pensé en voz alta.
-¿Sobre Isla de Luz? – ella seguía comiendo su sopa.
-No… lo explicaste perfectamente. – le envié una sonrisa cortés. – Es…sobre las visiones.
Por un momento dejó la cuchara suspendida en el aire y se me quedó mirando sorprendida por el tema, pero retomó su almuerzo.
-¿Y qué quieres saber? – hablaba desinteresadamente.
-Verás… hay una cosa que no entiendo… si podemos ver el futuro, ¿por qué no nos limitamos a ver cuándo será el día en que inmunitas y attacks nos enfrentemos? ¿Por qué no los inmunitas más poderosos dedican toda su energía en buscar el lugar donde está escondido la información de Isla de Luz? – Notaba como las palabras iban saliendo de mi boca sin control - ¿Por qué la gente no se dedica a ver el futuro de las demás personas, a espiar a sus novias y a enfadarse con ellas? – me había ido de la lengua.
Aunque le hubiese formulado preguntas difíciles de responder, ella había captado perfectamente el “kit” de la cuestión.
-Allegra… si tienes problemas con Guille… ¿Por qué no hablas con él? Es un buen chico y te perdonará sea lo que hayas hecho. – había dejado la sopa a un lado para cogerme las dos manos.
-Bueno… ese es mi problema. Puedes que hayas dado con lo esencial, pero quiero que me respondas a todas las preguntas.
Estuvo meditando bastante tiempo. Cogió el vaso de agua que tenía en su bandeja y empezó a darle sorbos con la mirada perdida en algún lugar del comedor. Yo esperé a que procesara la información.
-Esto es una cosa compleja… verás…desde que se supo la existencia de Isla de Luz, Sihar estuvo viajando por todos los océanos y costas para encontrar algo sobre ella. Explorando una de las tantas playas, encontró por casualidad, aunque yo no lo veo así, - enfatizó - dos trozos enormes de dos minerales jamás visto antes. Sihar se los cargó a la espalda y lo llevó al laboratorio de su amigo donde éste ya estaba preparado con el material necesario para investigarlo porque lo había previsto. Estuvieron más de cinco meses, día tras día, intentando averiguar qué propiedades tenía, cómo se comportaba, su reactividad, etc. Pero no consiguieron absolutamente nada. Los minerales eran de unos colores fascinantes. Uno era de color azul-verdoso brillante y el otro de un rojo intenso.
>>Con la primera emboscada contra los attacks para encontrar Isla de Luz, la mayoría de los inmunitas caían porque éstos se metían en su mente y acababan matándose ellos mismos. En una de las luchas, Sihar que era el más poderoso, pero aún así los attacks conseguían meterse en su mente y hacerse heridas… aunque fuesen leves, llevaba un trozo del mineral azul-verdoso en el bolsillo para entregárselo a otro compañero cuando acabase la batalla. Pero descubrió que los attacks no podían introducirse en su mente. Consiguió así, averiguar la propiedad más importante de ese mineral sin necesidad de un laboratorio elaborado: la protección contra los attacks.
>>A partir de ese momento, dividió el mineral azul-verdoso en pequeños trozos para repartírselo entre todos sus compañeros inmunitas. Lo utilizaron como colgantes, pulseras, pendientes, anillos, etc. ¿Y qué pasaba con el otro mineral de color fuego? Llegó a la conclusión de que serviría para proteger a los attacks de los inmunitas evitando que pudieran verlos. Por lo que lo escondieron. Nuevamente, sin saber cómo, los attacks se enteraron de la existencia de ese mineral y lo robaron. Por lo que también tenían ese mineral que los protegía. Las guerras se quedaban reducidas a una simple lucha de espadas.
>>Por esa razón – concluyó – no podemos ver lo que pasará en un futuro con los attacks.
Estuve reflexionando durante un largo rato. La comida de ambas estaba ya enfriada. Una de las preguntas ya me las había aclarado, pero había aún algunas sin responder.
-¿Y lo de la información de Isla de Luz? ¿Por qué no puede saber nadie dónde está?
-Sihar no era necio. Así que antes de que los attacks se llevasen el mineral, cogió un trozo y lo guardó en su casa. Con ese trozo, se cubrió la información que generación a generación se ha ido guardando sobre Isla de Luz, para que ni cualquier inmunita pueda visionar dónde está y tampoco los attacks.
-Entonces si yo quiero ver el futuro de un attack no puedo… ¿cierto?
Esto me produjo una sensación de tristeza y a la vez de alivio. Por ese motivo no podía ver que hacía Aarón cada día y también Guille no podía ver que era él.
-Ahora, ahora…sí.
Esto me sorprendió.
-¿Pero no habías dicho que tienen el mineral y nosotros también?
Entonces caí en la cuenta de que ninguno de nosotros llevábamos algo parecido. Si lo hubiese llevado, no hubiese ocurrido aquello que pasó en el instituto. Cosa que no quería recordar.
-Sí. Pero mientras estemos en la residencia, ninguno tiene ese mineral. Estamos seguros aquí. Ni ellos van a venir a por nosotros, ni nosotros a por ellos. Ambos estamos en proceso de formación de la nueva generación. Cuando acabéis se os entregará ese trocito de mineral a cada uno.
Otra vez volvía a estar en duda. Si se suponía que Aarón no lo llevaba…entonces ¿Por qué no podía verlo? ¿Me faltaba práctica? ¿O era él muy poderoso?
-Pero ahora somos muchos. ¿Hay tantos trozos de mineral cómo para cubrir todos los inmunitas que hay en el mundo?
-No. Pero si te encuentras muy cerca de la piedra, las ondas que desprende de protección, puede llegar a resguardar también a la persona que esté al lado. Los menos desarrollados, tendrán que luchar en pareja para la protección de ambos. Tú tendrás la tuya propia. – me sonrió amablemente.
Yo saltaba de un tema para otro…eran tantas las preguntas que se me venían a la cabeza, que había que aprovechar ahora que mi abuela estaba dispuesta a responder a todo.
-Y esto de los minerales ¿lo saben los demás?
-No. Ya se los contaré cuando sea la hora de dejar la residencia. Te lo he contado a ti porque me has preguntado.
-Entonces… si alguien te pregunta sobre eso… ¿le contarás también toda esta historia?
-No veo porqué no. – se encogió de hombros.
-Pues porque imagínate. Se lo cuentas a alguien, ese alguien se lo transmite a otro y ese otro quiere enterarse mejor y te pregunta de nuevo a ti… y así sucesivamente… ¿vas a contar la misma historia 50 veces?
Intentaba persuadir a mi abuela para que si en algún momento a Guille le diera por ver el futuro y no pudiera divisar a Aarón. Aunque eso era francamente imposible, debido a que él no llevaba el mineral puesto. Pero más valía prevenir que curar.
Estuvo pensando durante unos segundos.
-Pues ahora que lo dices… es verdad. Mejor contarla mañana a todos y se zanjará el tema.
Me removí en la silla alerta. No iba por ahí mi intención.
-Pero ahora te pedirán el mineral cada vez que vayan a salir. Eso será un caos. Abuela – le toqué la mano a modo reconfortante – mejor esperar al final de la residencia. Y si alguien te pregunta decirle que ya lo contarás en su momento. ¿No? – puse mi cara inocente. – Al menos yo lo veo así. Lo hago para molestaros lo menos posible.
-En cierto modo llevas razón. Aunque la verdad no creo que nadie se ponga a ver visiones sobre los attacks hasta que no sea necesario.
No. Pero se puede dar el caso de que tu novia te esté engañando con un attack, tú sospeches algo y quieras vigilarla mediante las visiones.
-Ya… - no quería insistir más. Sería demasiado sospechoso.
Justo a tiempo. La campana del comedor sonó advirtiendo que había terminado la hora del almuerzo.
-¿Qué clase te toca ahora? – se interesó mi abuela.
-Hoy es viernes. No hay clase por la tarde… abuela. – le recordé.
Se llevó la mano a la cabeza y empezó a negar de un lado para otro.
-Qué cabeza tengo… que me acuerde de las historias más complicadas y no me acuerde de esto… una se va haciendo vieja. – parecía hablar consigo misma.
Ambas nos levantamos para coger nuestro plato.
-Pero si estás hecha un figurín. – la abracé. No quería verla sumida en la nostalgia.
-Claro que sí. No todo el mundo mantiene este cuerpazo - se marcó las líneas de sus curvas - y la agilidad. -Eso sí que es verdad. – le fundé mi sonrisa más sincera.
Ya por el camino me podía permitir pensar en todo. No tenía que preocuparme de pensar en Aarón. Si ahora me entraba ese odio como antes… podría irme tranquila a la cama. Pero… extrañamente no sucedió.
Mientras estaba corriendo, no pude dejar de pensar todo el tiempo en esa noche. Cada vez que quedaba con él, aunque solo hubiesen sido dos, de muchas que nos quedaban, siempre me costaba volver a la realidad ya que estaba perdida en “Aarolandia”.
Tuve que saltar de nuevo la valla con cautela para que no me descubrieran. Conforme iba caminando hacia la puerta principal, no pude evitar pensar en lo último que me había dicho Aarón. Siendo nosotros inmunitas, capaces de visualizar el futuro de cualquier persona… ¿Por qué no haría Guille lo mismo? ¿Por qué algunos de mis amigos no sentirían intriga por saber que pasaría en un futuro? ¿Por qué no se limitaban simplemente los inmunitas a ver si habría una lucha próxima? ¿Por qué no se unían los más poderosos para encontrar la información necesaria que escondían de Isla de Luz? Ahora que lo pensaba había miles de preguntas que no estaban respondidas sobre las visiones y las tenía que preguntar. Decidí que lo haría al día siguiente después de las clases de media mañana con mi abuela.
Llegué directa a mi habitación. Me recordó a la noche anterior, pero esta vez era un tanto más tarde. Ya no sabía que esperarme, si a Guille dormido en mi cama, si a mis amigos en la habitación, no encontrarme nadie… Introduje la llave y abrí la puerta de golpe. No me importaba despertar si había alguien en mi cuarto. Pero el caso no fue así. La tercera opción había ganado. No había nadie. Otra vez me extrañé, pero hoy no me volvería histérica buscando a Guille. Así que me puse el pijama y me metí en la cama.
Ahora que estaba tumbada, me notaba bastante exhausta. El entrenamiento, Isla de Luz, el encuentro de Aarón. Los días eran muy intensos y mi cuerpo lo estaba empezando a notar. La cama sin Guille estaba demasiado vacía. Me había acostumbrado bastante a sentir su brazo rodeando mi cintura y su respiración en mi nuca. Pero… si hubiese estado hoy, me sentiría más miserable.
Sin embargo, los días pasaron y Guille ya no venía cada noche a mi cama. Alguna que otra vez, yo me presentaba en la suya o él en la mía pero las cosas no eran como antes. Estaba demasiado ocupada pensando en cómo tenía que desarrollar la batería de preguntas que le haría a mi abuela, ya que no fui capaz de preguntárselo al día siguiente, demasiado ocupada ocultando mis noches de escapada. Las escapadas con Aarón, cada vez eran mejores. Poco a poco nos conocíamos más y entraba en su forma de pensar. Siempre y cuando, tuviésemos cuidado con nuestros poderes para no desarrollarlos lo suficiente como para querer matarnos. Mientras tanto, la cosa entre Guille y yo… se iba enfriando.
Sentía que algo había cambiado en el ambiente durante estas semanas. En los entrenamientos estábamos más distantes. Seguía dándome abrazos cada descanso que hacíamos entre ejercicio y ejercicio, pero era algo más…frío. O podía ser que yo fuera la que estaba más áspera y era tal las ganas de poder verlo de nuevo que mi mente imaginaba cosas que no eran. Pero si durante este tiempo no había aparecido en mi habitación después de cada noche, no creo que fuera cosa de mi imaginación.
Aquel lugar me resultaba extrañamente familiar. Una fría noche envolvía el cielo encapotado. Ni una estrella a la vista. Esos árboles unidos entre sí… los había visto antes. Estaba sola. Di un paso desorientada hacia delante haciendo crujir las ramas sueltas que se encontraban por el suelo. Todo era muy confuso. El ruido me sobresaltó y miré hacia abajo. Las ramas no estaban expandidas solas, le acompañaba una ristra de un líquido rojo que se perdía a lo lejos entre los árboles. Me agaché intrigada por saber qué era ese fluido. Lo tanteé con el dedo y me lo llevé a la nariz para olfatearlo. Seguidamente lo saboreé. Era algo que me era muy conocido. Comprendí entonces que se trataba de sangre. Había alguien herido.
Seguí el rastro de la sangre ansiosa por encontrar la respuesta hasta el lugar donde empezaba. Tanteaba los troncos de los árboles como si fuesen los muebles de la casa donde siempre había estado. Había estado allí más de una vez. Mi cuerpo se envaró al ver que había alguien en el suelo. Tenía que espabilar y ayudar a aquella persona que estaba tirada sin moverse. Me acerqué poco a poco con paso cauteloso temiendo que en algún momento se levantara y saliese corriendo. No se veía apenas nada puesto que las nubes no dejaban traspasar los rayos de luna. Empecé a agacharme con cuidado. Esta vez fue mi sangre la que se derramó al ver que aquella persona era Guille. Yacía sin moverse bocabajo. Había una espada clavada en su columna. Conocía muy bien esa espada… porque era la mía. Miré de nuevo, pero esta vez ya no estaba en su espalda… ahora se encontraba en mi mano derecha. Me vi a mí misma como lo había matado con mis propias manos mientras él esperaba a alguien. Cómo lo había atacado sin avisar. Juego sucio. Pero no sentí remordimiento por matar a uno de los míos…porque no era yo misma la que lo había matado.
Alguien se encontraba tras de mí manejando mi mente. Aarón. Él había tramado toda esta tregua para poder acabar con Guille. El attack estaba manejando ahora mis movimientos como lo hizo una vez. Con la espada en la mano y sin mi consentimiento, traté de matarlo corriendo hacia él. Se quería suicidar haciéndolo con mis manos. Quería luchar a toda costa por evitar esa locura que estaba a punto de cometer pero no logré conseguirlo. La espada se hincó en su corazón.
Desperté de un salto con el corazón latiéndome con fuerza. Hacía mucho tiempo que no había tenido una pesadilla de las malas. Demasiado… y la última vez que la tuve había tenido relación con algo del futuro.
Miré el reloj con la cabeza dándome vueltas. Las 4 menos veinte de la madrugada. Intenté dormirme de nuevo, pero no paraba de dar vueltas en la cama de un lado hacia otro. Cada vez que cerraba los ojos me venía la imagen de Guille tirado en el suelo y mi espada hincada en el pecho de Aarón.
Después de estar más de una hora destrozando las sábanas, decidí que no podía dormir más. Así que fui hacia la habitación de Guille para verlo aunque fuera tan solo para asegurarme de que estaba bien. Él me había dado también la llave de su habitación.
Introduje la llave con cuidado y entré silenciosamente. Estaba todo oscuro pero se escuchaba el sonido de la respiración con las que tantas veces me había quedado dormida, sintiéndome segura. Con tan solo ver que estaba bien me había quitado un peso de encima. Me volví para salir del cuarto pero Guille me tocó el hombro.
-¿Qué haces aquí? – me preguntó somnoliento aún. - ¿Ahora has llegado?
-No. Llegué a las doce y algo… - no le recriminé nada.
Tardó bastante en contestar. Hablaba con los ojos cerrados y dudé si se había quedado dormido de pie.
-Hoy no te he esperado porque pensaba que llegarías más tarde…
-No pasa nada. Vete a dormir y descansa. – ya que yo no podré.
-¿Pero a qué has venido a estas horas? – frunció el cejo con los ojos cerrados lo que me daba la sensación de que estaba hablando con un sonámbulo.
-He tenido una pesadilla y quería reconfortarme con verte.
-Bueno, pues ya estoy aquí… me voy…a…dormir.
Por un momento pensé que se caería de espaldas, así que lo ayudé y lo metí en la cama. Conforme tocó el colchón cayó en el mismo profundo sueño de siempre. Debía de estar muy cansado… al igual que yo.
Me dirigí de nuevo hacia la puerta para marcharme pero decidí acurrucarme en una parte de la cama y pasar la noche allí. Al menos si volvían las imágenes de la pesadilla a mi cabeza podría abrazarlo con fuerza y tener la certeza de que estaba a mi lado.
Amanecimos con nuestras piernas y brazos entrecruzados y los labios a dos centímetros de distancia. Esto no debería molestarme debido a que era mi novio – aún – pero ya con tanta cercanía no me sentía relajada como si estuviese con Aarón.
Guille abrió los ojos y se sobresaltó al verme en su cama.
-¿Pero no te habías ido a tu habitación a dormir? - preguntó con la voz ronca.
-En un principio era esa mi intención…pero al final decidí quedarme aquí. No te importa ¿no?
-Esto… no. Pero me ha sorprendido.
Extrañamente algo me había pinchado en el corazón. Había sonado tan frío… como si le molestase que me hubiese quedado a dormir con él. Aunque no era la más indicada para que me fastidiase su contestación… de hecho al despertarme y estar tan cerca suyo…me había intimidado un poco.
Me levanté y sin dirigirle una palabra más me fui a mi cuarto. No opuso resistencia a mi falta de expresión y a mi retirada silenciosa. ¿Podían cambiar tanto las cosas?
El timbre de la campana avisó de que era la hora de acabar la clase. Respiramos profundamente varias veces, nos pusimos de pie desenredando las piernas cruzadas y con un aplauso, terminó la clase de concentración.
En toda la mañana no había hablado con Guille. Siempre iba con los chicos. Pero estábamos más distantes.
Era la hora de comer… pero esta vez no la pasaría con mis amigos como siempre, sino que comería con mi abuela para que me diera más respuestas. Era la hora de las preguntas.
Seleccioné del buffet mis platos preferidos y me dirigí a la mesa donde estaban los profesores.
-Abuela… - rectifiqué al ver que con ese nombre todas las mujeres mayores me miraron – María, ¿Podemos comer juntas? – no era preciso dar más información delante de aquella alargada mesa donde todos estaban con un oído puesto.
Mi abuela leyó la expresión de mi cara en un segundo, se disculpó y nos dirigimos hacia la que estaba más alejada de todo el comedor. Empezamos a comer como si no ocurriese nada… pero no sabía por dónde empezar.
-Allegra… cariño, dime lo que me quieres contar que ya mismo se nos acaba el tiempo. – me acarició la mano izquierda suavemente animándome a que empezara.
Dejé de comer el lenguado y la miré a los ojos intento sacar la información de los suyos sin preguntar. Pero estaban llenos de intriga.
-Es que hay tantas cosas que no me cuadran… - pensé en voz alta.
-¿Sobre Isla de Luz? – ella seguía comiendo su sopa.
-No… lo explicaste perfectamente. – le envié una sonrisa cortés. – Es…sobre las visiones.
Por un momento dejó la cuchara suspendida en el aire y se me quedó mirando sorprendida por el tema, pero retomó su almuerzo.
-¿Y qué quieres saber? – hablaba desinteresadamente.
-Verás… hay una cosa que no entiendo… si podemos ver el futuro, ¿por qué no nos limitamos a ver cuándo será el día en que inmunitas y attacks nos enfrentemos? ¿Por qué no los inmunitas más poderosos dedican toda su energía en buscar el lugar donde está escondido la información de Isla de Luz? – Notaba como las palabras iban saliendo de mi boca sin control - ¿Por qué la gente no se dedica a ver el futuro de las demás personas, a espiar a sus novias y a enfadarse con ellas? – me había ido de la lengua.
Aunque le hubiese formulado preguntas difíciles de responder, ella había captado perfectamente el “kit” de la cuestión.
-Allegra… si tienes problemas con Guille… ¿Por qué no hablas con él? Es un buen chico y te perdonará sea lo que hayas hecho. – había dejado la sopa a un lado para cogerme las dos manos.
-Bueno… ese es mi problema. Puedes que hayas dado con lo esencial, pero quiero que me respondas a todas las preguntas.
Estuvo meditando bastante tiempo. Cogió el vaso de agua que tenía en su bandeja y empezó a darle sorbos con la mirada perdida en algún lugar del comedor. Yo esperé a que procesara la información.
-Esto es una cosa compleja… verás…desde que se supo la existencia de Isla de Luz, Sihar estuvo viajando por todos los océanos y costas para encontrar algo sobre ella. Explorando una de las tantas playas, encontró por casualidad, aunque yo no lo veo así, - enfatizó - dos trozos enormes de dos minerales jamás visto antes. Sihar se los cargó a la espalda y lo llevó al laboratorio de su amigo donde éste ya estaba preparado con el material necesario para investigarlo porque lo había previsto. Estuvieron más de cinco meses, día tras día, intentando averiguar qué propiedades tenía, cómo se comportaba, su reactividad, etc. Pero no consiguieron absolutamente nada. Los minerales eran de unos colores fascinantes. Uno era de color azul-verdoso brillante y el otro de un rojo intenso.
>>Con la primera emboscada contra los attacks para encontrar Isla de Luz, la mayoría de los inmunitas caían porque éstos se metían en su mente y acababan matándose ellos mismos. En una de las luchas, Sihar que era el más poderoso, pero aún así los attacks conseguían meterse en su mente y hacerse heridas… aunque fuesen leves, llevaba un trozo del mineral azul-verdoso en el bolsillo para entregárselo a otro compañero cuando acabase la batalla. Pero descubrió que los attacks no podían introducirse en su mente. Consiguió así, averiguar la propiedad más importante de ese mineral sin necesidad de un laboratorio elaborado: la protección contra los attacks.
>>A partir de ese momento, dividió el mineral azul-verdoso en pequeños trozos para repartírselo entre todos sus compañeros inmunitas. Lo utilizaron como colgantes, pulseras, pendientes, anillos, etc. ¿Y qué pasaba con el otro mineral de color fuego? Llegó a la conclusión de que serviría para proteger a los attacks de los inmunitas evitando que pudieran verlos. Por lo que lo escondieron. Nuevamente, sin saber cómo, los attacks se enteraron de la existencia de ese mineral y lo robaron. Por lo que también tenían ese mineral que los protegía. Las guerras se quedaban reducidas a una simple lucha de espadas.
>>Por esa razón – concluyó – no podemos ver lo que pasará en un futuro con los attacks.
Estuve reflexionando durante un largo rato. La comida de ambas estaba ya enfriada. Una de las preguntas ya me las había aclarado, pero había aún algunas sin responder.
-¿Y lo de la información de Isla de Luz? ¿Por qué no puede saber nadie dónde está?
-Sihar no era necio. Así que antes de que los attacks se llevasen el mineral, cogió un trozo y lo guardó en su casa. Con ese trozo, se cubrió la información que generación a generación se ha ido guardando sobre Isla de Luz, para que ni cualquier inmunita pueda visionar dónde está y tampoco los attacks.
-Entonces si yo quiero ver el futuro de un attack no puedo… ¿cierto?
Esto me produjo una sensación de tristeza y a la vez de alivio. Por ese motivo no podía ver que hacía Aarón cada día y también Guille no podía ver que era él.
-Ahora, ahora…sí.
Esto me sorprendió.
-¿Pero no habías dicho que tienen el mineral y nosotros también?
Entonces caí en la cuenta de que ninguno de nosotros llevábamos algo parecido. Si lo hubiese llevado, no hubiese ocurrido aquello que pasó en el instituto. Cosa que no quería recordar.
-Sí. Pero mientras estemos en la residencia, ninguno tiene ese mineral. Estamos seguros aquí. Ni ellos van a venir a por nosotros, ni nosotros a por ellos. Ambos estamos en proceso de formación de la nueva generación. Cuando acabéis se os entregará ese trocito de mineral a cada uno.
Otra vez volvía a estar en duda. Si se suponía que Aarón no lo llevaba…entonces ¿Por qué no podía verlo? ¿Me faltaba práctica? ¿O era él muy poderoso?
-Pero ahora somos muchos. ¿Hay tantos trozos de mineral cómo para cubrir todos los inmunitas que hay en el mundo?
-No. Pero si te encuentras muy cerca de la piedra, las ondas que desprende de protección, puede llegar a resguardar también a la persona que esté al lado. Los menos desarrollados, tendrán que luchar en pareja para la protección de ambos. Tú tendrás la tuya propia. – me sonrió amablemente.
Yo saltaba de un tema para otro…eran tantas las preguntas que se me venían a la cabeza, que había que aprovechar ahora que mi abuela estaba dispuesta a responder a todo.
-Y esto de los minerales ¿lo saben los demás?
-No. Ya se los contaré cuando sea la hora de dejar la residencia. Te lo he contado a ti porque me has preguntado.
-Entonces… si alguien te pregunta sobre eso… ¿le contarás también toda esta historia?
-No veo porqué no. – se encogió de hombros.
-Pues porque imagínate. Se lo cuentas a alguien, ese alguien se lo transmite a otro y ese otro quiere enterarse mejor y te pregunta de nuevo a ti… y así sucesivamente… ¿vas a contar la misma historia 50 veces?
Intentaba persuadir a mi abuela para que si en algún momento a Guille le diera por ver el futuro y no pudiera divisar a Aarón. Aunque eso era francamente imposible, debido a que él no llevaba el mineral puesto. Pero más valía prevenir que curar.
Estuvo pensando durante unos segundos.
-Pues ahora que lo dices… es verdad. Mejor contarla mañana a todos y se zanjará el tema.
Me removí en la silla alerta. No iba por ahí mi intención.
-Pero ahora te pedirán el mineral cada vez que vayan a salir. Eso será un caos. Abuela – le toqué la mano a modo reconfortante – mejor esperar al final de la residencia. Y si alguien te pregunta decirle que ya lo contarás en su momento. ¿No? – puse mi cara inocente. – Al menos yo lo veo así. Lo hago para molestaros lo menos posible.
-En cierto modo llevas razón. Aunque la verdad no creo que nadie se ponga a ver visiones sobre los attacks hasta que no sea necesario.
No. Pero se puede dar el caso de que tu novia te esté engañando con un attack, tú sospeches algo y quieras vigilarla mediante las visiones.
-Ya… - no quería insistir más. Sería demasiado sospechoso.
Justo a tiempo. La campana del comedor sonó advirtiendo que había terminado la hora del almuerzo.
-¿Qué clase te toca ahora? – se interesó mi abuela.
-Hoy es viernes. No hay clase por la tarde… abuela. – le recordé.
Se llevó la mano a la cabeza y empezó a negar de un lado para otro.
-Qué cabeza tengo… que me acuerde de las historias más complicadas y no me acuerde de esto… una se va haciendo vieja. – parecía hablar consigo misma.
Ambas nos levantamos para coger nuestro plato.
-Pero si estás hecha un figurín. – la abracé. No quería verla sumida en la nostalgia.
-Claro que sí. No todo el mundo mantiene este cuerpazo - se marcó las líneas de sus curvas - y la agilidad. -Eso sí que es verdad. – le fundé mi sonrisa más sincera.