14 REENCUENTRO
Guille ya se había duchado y cambiado de ropa. Estaba vestido de negro. Me gustó bastante su estilo. De nuevo, nos montamos en el ascensor. Pulsó el botón H. La voz del ordenador avisó que las puertas se cerraban.
Solos. Miradas cómplices. Me agarró por la cintura y me atrajo hacia él. Subió su mano hasta mi pelo. Más pegados aún. Sin llegarnos a besar todavía, mis manos se deslizaban por su espalda hacia la parte “bonita” de su cuerpo. Besos en el cuello, susurros de aire en los oídos. Recorrió el contorno de mi cara con su nariz hasta llegar a los labios. Subida de temperatura. Dulce sabor de su boca, de su lengua. Cerré los ojos para dejarme llevar mejor y cuando los volví abrí sus ojos esmeralda me dejaron cautivada. Su melena castaña, su boca sensual… me separé un poco para poder observarlo mejor… era él, Aarón. Me abracé a él con más fuerza para que no se escapara, por fin lo tenía, estaba en mis brazos... Cerré nuevamente los ojos… y al abrirlos Guille me apartó de él poco a poco. Estábamos jadeando.
La vocecita avisó que habíamos llegado a la sección elegida.
-Guau… qué bien te sientan los cambios. – se colocó la camiseta derecha y se peinó su pelo punta cubierto de gomina.
Me quedé allí pasmada durante un rato. Estaba asimilando lo que me acababa de ocurrir. Oh Dios… mierda… ¿Por qué? Había imaginado que era Aarón y lo había abrazado aún con más fuerza… Instintivamente me puse a llorar como una imbécil. Lágrimas de cocodrilo recorrían mi cara.
A Guille se le descompuso el rostro al verme llorar. No sabía que había hecho mal.
-Allegra… ¿¡Eh!? ¿Qué te pasa? – su voz sonó muy alarmada. Cogió mi rostro entre sus manos y la elevó hasta la altura de sus ojos para que lo mirara. Al encontrarme con aquellos ojos oscuros empecé a llorar más fuerte. - ¿He hecho algo mal? ¿Por qué te has puesto así? Me estás preocupando… si he hecho algo que no debía…
-Tranquilo… - respiré hondo unas cuantas veces para poder calmarme. No podía dejarlo con ese sufrimiento. – no sé lo que me ha pasado. Ha sido una bomba de emociones que tenía guardado de hace tiempo… no sé… pero ya está. – me sequé las lágrimas y le di un beso corto en los labios. – no te preocupes. – esbocé una sonrisa lo más convincente que fui capaz.
En realidad sabía exactamente lo que me había pasado. Acababa de darme cuenta que estaba enamorada de Aarón. El amor más imposible del mundo… ese era el mío. Pero ahora tenía que dejarlo a un lado para ocuparme de hacer el paripé y no preocupar más a Guille.
-Bueno ¿me enseñas mi habitación? Tengo curiosidad por ver como es. – tenía los ojos hinchados, el pelo hecho un caos, la camiseta arrugada…me miré en el espejo del ascensor y me asusté de mi misma. – ¡Uy! ¿Quién es esa de ahí?
Conseguí hacer reír a Guille. Me ayudó amablemente a peinarme el pelo con los dedos y a secarme alguna que otra lágrima que se había quedado sin salir. Le di un abrazo lo más fuerte que pude. En parte para darle las gracias… en parte por culpabilidad.
Salimos fuera del ascensor y me encontré con un pasillo extenso y largo. En las paredes había colgado cuadros de paisajes y riachuelos con barcas. Después de doblar varias esquinas y pasar varias puertas, por fin llegamos a la mía. Número 44.
Era muy amplia. Lo que más resaltaba era dos grandes ventanas que daban a un jardín asombroso. Una cama doble con numerosos cojines encima se encontraba debajo de la enorme ventana. Una cómoda de madera con un espejo grande encima, estaba pegada a la pared en frente de la cama. Una mesa de escritorio espaciosa se encontraba al lado de la puerta con un ordenador portátil. Al fondo a la izquierda estaba el cuarto de baño. Aquello parecía una suite de un hotel más que una habitación de residencia.
-Vaya… ¿estás seguro que esto es para mí?
-Sí. Aunque ahora lo veas un poco soso, puedes decorarlo a tu estilo cuando quieras.
-¡Ah!...guay.
-Bueno que descanses. – sus labios rozaron los míos. Iba a marcharse… pero tenía que hacer algo para recompensarle lo que acababa de ocurrir.
-Guille… - comencé pero no sabía cómo seguir. – ¿quieres… dormir conmigo? – aquello sonó con otras intenciones. – pero sólo dormir. ¿Quieres? – mi pregunta le pilló desprevenido. Sus ojos se le salieron de las órbitas.
-¿Qué? – preguntó todavía confuso.
-Pues eso… que quiero dormir a tu lado si no te importa.
-Bueno… no veo por qué no.
Me duché tranquilamente mientras él iba a buscar su pijama. Mis músculos estaban agotados del viaje. Me puse el pijama más bonito que tenía y me cepillé los dientes. Sonó el golpeteo de la puerta. Deshice la cama tirando todos los cojines al suelo y quitando el edredón. Primero se tumbó él y luego lo hice yo apoyando mi cabeza en su torso desnudo. Me envolvió con su brazo y sin decir nada más… nos quedamos dormidos.
AGOSTO
Ya había pasado un mes desde la primera vez que llegué a la residencia. Ya me conocía cada rincón de aquel lugar. Me había encariñado demasiado con mis compañeros de Walterville, porque aparte también había más inmunitas de otros lugares. Algunos con la misma experiencia que yo…otros muchos más desarrollados que los demás… en total éramos unos 49 alumnos sin contar a los profesionales sin poderes que nos ayudaban a mejorar.
En este tiempo ya se había cumplido mi visión del entrenamiento en aquella sala que ahora tanto conocía. La persona con la que me había visto entrenar era Guille. Él era muy bueno en el manejo de la espada y esa complicidad… bueno estaba clara.
Ya podía controlar mis visiones. Por fin. Sabía moverme más veloz que una gacela. Era difícil de explicar la sensación de ver que el mundo quedaba más lento que tú. El uso de la espada lo dominaba casi al cien por cien. Todos mis instintos de inmunita estaban al límite. Me sentía más poderosa, más fuerte.
-Ya lo dijimos… la peque tiene un don especial para aprender rápido. Es increíble como en tan poco tiempo haya aprendido tanto. – advirtió Sandra una noche en la cena. En aquel comedor amplio donde comíamos todos.
Con Guille…estábamos muy bien ahora. Nos pasábamos todo el día abrazados en los ratos libres. Porque ambos siempre estábamos entrenando muy duro. Cada noche dormíamos juntos. Todo era muy bonito…salvo por una cosa… él no era la persona a la que yo realmente amaba. Antes de irnos a dormir siempre pensaba en él. En qué estaría haciendo ahora, dónde se encontraría… Pero también me gustaba Guille y estar con él me reconfortaba mucho. Como Aarón y yo no podíamos estar juntos… tenía que aferrarme más a Guille aunque me doliera en el alma no tenerlo a mi lado.
Podía manejar las visiones y ver cuando yo quería algo…pero sólo los cercanos a mí. Deseaba avanzar lo máximo posible para poder ver el futuro de la persona que más quería.
-Guille… vosotros que ya manejáis bien lo de las visiones… ¿no estáis todo el día viendo qué es lo que va a pasar después? – le pregunté una noche mientras estábamos los dos en la cama abrazados.
-Al principio… cuando era más joven… estaba todo el día viendo el futuro. Pero con el paso del tiempo… me di cuenta que no es tan importante el futuro como lo es el presente. Únicamente este don lo vamos a usar para cuando nos enfrentemos a los attacks. – un cuchillo atravesó mi corazón al pensar en tal enfrentamiento, sobre todo porque sabía que él estaría allí. – Hay que vivir el momento, con la persona que estés y saborearlo como si fuese el último helado que te vas a tomar. – me abrazó más fuerte y me besó con pasión.
Comprendí que ahora no era tan importante aprender rápido las visiones…sino perfeccionarlas.
Hoy era domingo… día libre. Guille se había ido a nadar un rato en la piscina con Mabel. Sandra y Cristina seguían entrenando hasta en domingo. Y los demás estaban viendo una peli que no me interesaba. Escuché decir a Leo – uno de los otros compañeros – que se iba al centro de la ciudad a comprar unos CDs. Así que le pregunté si me podía ir con él. También quería ir al centro para despejarme un poco de aquello.
Cuando llegamos, él se fue por un lado y yo por otro. Quedamos a una hora en el aparcamiento y después nos fuimos.
Estaba sola… no me conocía muy bien aquello, pero sabía que cerca de aquí había un parque muy bonito para pasear. Exacto. Después de diez minutos andando y preguntando a personas llegué al parque que de pequeña había visitado.
Era las siete de la tarde por lo que el sol se estaba empezando a esconder poco a poco. Iba andando sin rumbo por aquellos caminos de piedras y mirando a los niños alegres jugar en el parque. Una voz a mis espaldas me hizo salir de mi ensimismamiento.
-Cuanto tiempo. – conocía aquella voz perfectamente. Sonó calmada y tranquila, hasta con un punto de añoranza diría yo. Cada noche me la imaginaba diciéndome cosas preciosas al oído. Pero no podía ser él. Demasiado perfecto. Me giré hacia atrás y mis sospechas se confirmaron.
-¡Aarón! – no pude evitar sonreír. Quería lanzarme hacia él. Abrazarlo. Besarlo. Sentir su calor. Ahora no importaba de qué grupo fuera. Él estaba allí. Después de tanto tiempo sin saber nada de él.
-¡Allegra! – sin saber por qué, también sonrió. Nunca lo había visto sonreír. Era la más encantadora que había visto. Superaba mil veces la de Guille.
Nos quedamos unos segundos sin saber qué decir. Mirándonos intensamente. Éramos enemigos mortales pero sabía que los dos nos habíamos añorado mutuamente.
-Te noto más fuerte. – rompió el silencio después de un minuto. – me alegro por ti.
-¿En serio te alegras? Digo… ¿no deberías estar más preocupado?
-Debería… pero no sé… lo que siento es alegría.
¿De verdad estábamos manteniendo una conversación normal un inmunita y un attack? Mi corazón estaba que se salía. No paraba de latir fuertemente.
-A ti también se te nota más poderoso. ¿Cómo es que estás aquí? Qué casualidad… ¿no?
-Esto… casualidad no… la residencia nuestra también está cerca de aquí. – dobló la boca hacia un lado en un intento de sonrisa.
-¿Sí? Vaya… no lo sabía. Aunque…debería haberlo supuesto. – notaba que no estaba siendo fluyente la conversación. Que era superficial.
Noté como un flujo de palabras querían salir por la boca y ser disparadas. Tenía que meterlas para dentro y guardarlas. Pero fueron más fuertes que yo.
-Te he echado de menos. – le solté así sin más. Me arrepentí a la milésima de segundo de haberlo soltado. ¿Qué semejante barbaridad le había dicho? ¿Por qué no tenía miedo a que empezásemos a luchar?
-Yo también. – soltó a las dos milésimas de haberlo escuchado.
-Perdona yo no quería haber dich… ¿qué? - ¿había escuchado bien? ¿Había dicho que él también?
-Oh mierda… Allegra… esto… no… - empezamos a ponernos nerviosos los dos.
-No está bien. – terminé la frase por él. No dejábamos de mirarnos a los ojos fijamente. Las miradas cada vez estaban llenas de más pasión.
-Pero ¿cómo sucedió? Si nunca… - Aarón era incapaz de terminar las frases.
-No sé. De verdad intento buscarle alguna explicación pero no lo sé. – nos fuimos acercando cada vez más.
-Esto es imposible. Nos matarán. Nos separarán y querrán que luchemos el uno contra el otro.
Se había transformado en una conversación de confesión de sentimientos. Ahora al mirarlo, sabía que él sentía lo mismo que yo.
-No haría eso jamás.
-Ni yo. – casi nos tocábamos.
-Si supieras cuánto te he extrañado… - inevitablemente me abrazó fuertemente.
Escuchaba su respiración agitada. Sentía su calor, su aroma irresistible. Me sentía en el cielo. Lo agarré por el cuello. Estábamos muy pegados. No me quería separar de él jamás. Todo lo que había soñado, lo tenía ahora en mis brazos.
-No más que yo. – me susurró al oído.
Nos separamos un poco para vernos las caras. Me topé con aquellos ojos verdes con los que tanto había soñado en estos meses.
-Y pensar que una vez te hice daño… lo siento de verdad… no sabía lo que hacía.
-Shhh. No digas nada… aquellos eran otros tiempos. Ahora lo que cuenta es el momento. Estamos tú y yo. Solos. Es nuestro pequeño espacio aislado del mundo.
Y en aquel parque de Getlock, un domingo 3 de septiembre, con aquel atardecer que daba a todo los árboles un color anaranjado, al lado de aquel lago lleno de patos y barcas… di mi primer beso de amor. Ese beso en el que el estómago está dando vueltas, en el que el corazón te late a mil por hora, en el que se detiene el tiempo, en el que te has dado cuenta que la pieza que faltaba ha encajado en su sitio. Nuestros labios se toparon. Eran muy cálidos y sabían preocupantemente bien. Solo bastó un choque de labios eterno para saber que ambos sentíamos un amor brutal y que íbamos a luchar por lo que fuera. Nos abrazamos y permanecimos allí más de diez minutos. Sin hablar, sin mirarnos. Transmitiéndonos todo lo que sentíamos mediante el roce de nuestra piel.
-Te amo. – me salió del alma.
-Yo te amo más que a mi vida. No lo olvides.
-Aarón… te tengo que decir una cosa…
-Dime princesa. – estaba viviendo un sueño.
-Debes saber que estoy con Guille. – aquello no pareció inmutarle lo más mínimo.
-Lo sabía. Se os ve que estáis muy compenetrados.
-¿Desde cuándo? Si se supone que cuando nos dejamos de hablar yo todavía no conocía bien a Guille. – nos sentamos en un banco cercano para hablar mejor.
-Puede que no cumpliera mucho lo que te dije la última vez. Quizás espié un poco cuando me di cuenta de lo que sentía por ti. – fruncí el ceño y abrí la boca a modo de sorpresa con enfado.
-¿Cómo? ¿Nos seguías? – desvió la mirada intentando ocultar algo. - ¿Aarón? – insistí de nuevo.
-Bueno… sí. Es que estaba muy celoso. Él te tenía y yo no.
-Pues ahora me tienes. – me senté encima de él poniendo las piernas a cada lado de su costado. Cogí su cara entre mis manos y lo besé con ansiedad.
-Pero no del todo. – recriminó cuando hicimos una pausa.
-Guille es mi mejor amigo… ya perdí a mi mejor amiga hace tiempo… no lo quiero perder a él también.
-Cariño. No te estoy diciendo que lo dejes ya. Solo… que tarde o temprano, más temprano que tarde, - enfatizó- te quiero únicamente para mí. He esperado esto demasiado. – nuestras manos se enlazaron y otro beso largo compartimos juntos.
Estuvimos un largo tiempo sin hablar. Yo estaba apoyada en su clavícula y él me envolvía con sus brazos. Disfrutando del momento.
-No se me hace raro estar aquí junto a ti. Parece como si desde siempre hubiéramos estado juntos. – me expresé después de estar pensando.
-¿Tú también lo has notado? Un simple encuentro de casualidad ha dado lugar a esto… ¿Tanto nos deseábamos?
-No sabes cuánto. – acaricié su rostro delicadamente.
Guille ya se había duchado y cambiado de ropa. Estaba vestido de negro. Me gustó bastante su estilo. De nuevo, nos montamos en el ascensor. Pulsó el botón H. La voz del ordenador avisó que las puertas se cerraban.
Solos. Miradas cómplices. Me agarró por la cintura y me atrajo hacia él. Subió su mano hasta mi pelo. Más pegados aún. Sin llegarnos a besar todavía, mis manos se deslizaban por su espalda hacia la parte “bonita” de su cuerpo. Besos en el cuello, susurros de aire en los oídos. Recorrió el contorno de mi cara con su nariz hasta llegar a los labios. Subida de temperatura. Dulce sabor de su boca, de su lengua. Cerré los ojos para dejarme llevar mejor y cuando los volví abrí sus ojos esmeralda me dejaron cautivada. Su melena castaña, su boca sensual… me separé un poco para poder observarlo mejor… era él, Aarón. Me abracé a él con más fuerza para que no se escapara, por fin lo tenía, estaba en mis brazos... Cerré nuevamente los ojos… y al abrirlos Guille me apartó de él poco a poco. Estábamos jadeando.
La vocecita avisó que habíamos llegado a la sección elegida.
-Guau… qué bien te sientan los cambios. – se colocó la camiseta derecha y se peinó su pelo punta cubierto de gomina.
Me quedé allí pasmada durante un rato. Estaba asimilando lo que me acababa de ocurrir. Oh Dios… mierda… ¿Por qué? Había imaginado que era Aarón y lo había abrazado aún con más fuerza… Instintivamente me puse a llorar como una imbécil. Lágrimas de cocodrilo recorrían mi cara.
A Guille se le descompuso el rostro al verme llorar. No sabía que había hecho mal.
-Allegra… ¿¡Eh!? ¿Qué te pasa? – su voz sonó muy alarmada. Cogió mi rostro entre sus manos y la elevó hasta la altura de sus ojos para que lo mirara. Al encontrarme con aquellos ojos oscuros empecé a llorar más fuerte. - ¿He hecho algo mal? ¿Por qué te has puesto así? Me estás preocupando… si he hecho algo que no debía…
-Tranquilo… - respiré hondo unas cuantas veces para poder calmarme. No podía dejarlo con ese sufrimiento. – no sé lo que me ha pasado. Ha sido una bomba de emociones que tenía guardado de hace tiempo… no sé… pero ya está. – me sequé las lágrimas y le di un beso corto en los labios. – no te preocupes. – esbocé una sonrisa lo más convincente que fui capaz.
En realidad sabía exactamente lo que me había pasado. Acababa de darme cuenta que estaba enamorada de Aarón. El amor más imposible del mundo… ese era el mío. Pero ahora tenía que dejarlo a un lado para ocuparme de hacer el paripé y no preocupar más a Guille.
-Bueno ¿me enseñas mi habitación? Tengo curiosidad por ver como es. – tenía los ojos hinchados, el pelo hecho un caos, la camiseta arrugada…me miré en el espejo del ascensor y me asusté de mi misma. – ¡Uy! ¿Quién es esa de ahí?
Conseguí hacer reír a Guille. Me ayudó amablemente a peinarme el pelo con los dedos y a secarme alguna que otra lágrima que se había quedado sin salir. Le di un abrazo lo más fuerte que pude. En parte para darle las gracias… en parte por culpabilidad.
Salimos fuera del ascensor y me encontré con un pasillo extenso y largo. En las paredes había colgado cuadros de paisajes y riachuelos con barcas. Después de doblar varias esquinas y pasar varias puertas, por fin llegamos a la mía. Número 44.
Era muy amplia. Lo que más resaltaba era dos grandes ventanas que daban a un jardín asombroso. Una cama doble con numerosos cojines encima se encontraba debajo de la enorme ventana. Una cómoda de madera con un espejo grande encima, estaba pegada a la pared en frente de la cama. Una mesa de escritorio espaciosa se encontraba al lado de la puerta con un ordenador portátil. Al fondo a la izquierda estaba el cuarto de baño. Aquello parecía una suite de un hotel más que una habitación de residencia.
-Vaya… ¿estás seguro que esto es para mí?
-Sí. Aunque ahora lo veas un poco soso, puedes decorarlo a tu estilo cuando quieras.
-¡Ah!...guay.
-Bueno que descanses. – sus labios rozaron los míos. Iba a marcharse… pero tenía que hacer algo para recompensarle lo que acababa de ocurrir.
-Guille… - comencé pero no sabía cómo seguir. – ¿quieres… dormir conmigo? – aquello sonó con otras intenciones. – pero sólo dormir. ¿Quieres? – mi pregunta le pilló desprevenido. Sus ojos se le salieron de las órbitas.
-¿Qué? – preguntó todavía confuso.
-Pues eso… que quiero dormir a tu lado si no te importa.
-Bueno… no veo por qué no.
Me duché tranquilamente mientras él iba a buscar su pijama. Mis músculos estaban agotados del viaje. Me puse el pijama más bonito que tenía y me cepillé los dientes. Sonó el golpeteo de la puerta. Deshice la cama tirando todos los cojines al suelo y quitando el edredón. Primero se tumbó él y luego lo hice yo apoyando mi cabeza en su torso desnudo. Me envolvió con su brazo y sin decir nada más… nos quedamos dormidos.
AGOSTO
Ya había pasado un mes desde la primera vez que llegué a la residencia. Ya me conocía cada rincón de aquel lugar. Me había encariñado demasiado con mis compañeros de Walterville, porque aparte también había más inmunitas de otros lugares. Algunos con la misma experiencia que yo…otros muchos más desarrollados que los demás… en total éramos unos 49 alumnos sin contar a los profesionales sin poderes que nos ayudaban a mejorar.
En este tiempo ya se había cumplido mi visión del entrenamiento en aquella sala que ahora tanto conocía. La persona con la que me había visto entrenar era Guille. Él era muy bueno en el manejo de la espada y esa complicidad… bueno estaba clara.
Ya podía controlar mis visiones. Por fin. Sabía moverme más veloz que una gacela. Era difícil de explicar la sensación de ver que el mundo quedaba más lento que tú. El uso de la espada lo dominaba casi al cien por cien. Todos mis instintos de inmunita estaban al límite. Me sentía más poderosa, más fuerte.
-Ya lo dijimos… la peque tiene un don especial para aprender rápido. Es increíble como en tan poco tiempo haya aprendido tanto. – advirtió Sandra una noche en la cena. En aquel comedor amplio donde comíamos todos.
Con Guille…estábamos muy bien ahora. Nos pasábamos todo el día abrazados en los ratos libres. Porque ambos siempre estábamos entrenando muy duro. Cada noche dormíamos juntos. Todo era muy bonito…salvo por una cosa… él no era la persona a la que yo realmente amaba. Antes de irnos a dormir siempre pensaba en él. En qué estaría haciendo ahora, dónde se encontraría… Pero también me gustaba Guille y estar con él me reconfortaba mucho. Como Aarón y yo no podíamos estar juntos… tenía que aferrarme más a Guille aunque me doliera en el alma no tenerlo a mi lado.
Podía manejar las visiones y ver cuando yo quería algo…pero sólo los cercanos a mí. Deseaba avanzar lo máximo posible para poder ver el futuro de la persona que más quería.
-Guille… vosotros que ya manejáis bien lo de las visiones… ¿no estáis todo el día viendo qué es lo que va a pasar después? – le pregunté una noche mientras estábamos los dos en la cama abrazados.
-Al principio… cuando era más joven… estaba todo el día viendo el futuro. Pero con el paso del tiempo… me di cuenta que no es tan importante el futuro como lo es el presente. Únicamente este don lo vamos a usar para cuando nos enfrentemos a los attacks. – un cuchillo atravesó mi corazón al pensar en tal enfrentamiento, sobre todo porque sabía que él estaría allí. – Hay que vivir el momento, con la persona que estés y saborearlo como si fuese el último helado que te vas a tomar. – me abrazó más fuerte y me besó con pasión.
Comprendí que ahora no era tan importante aprender rápido las visiones…sino perfeccionarlas.
Hoy era domingo… día libre. Guille se había ido a nadar un rato en la piscina con Mabel. Sandra y Cristina seguían entrenando hasta en domingo. Y los demás estaban viendo una peli que no me interesaba. Escuché decir a Leo – uno de los otros compañeros – que se iba al centro de la ciudad a comprar unos CDs. Así que le pregunté si me podía ir con él. También quería ir al centro para despejarme un poco de aquello.
Cuando llegamos, él se fue por un lado y yo por otro. Quedamos a una hora en el aparcamiento y después nos fuimos.
Estaba sola… no me conocía muy bien aquello, pero sabía que cerca de aquí había un parque muy bonito para pasear. Exacto. Después de diez minutos andando y preguntando a personas llegué al parque que de pequeña había visitado.
Era las siete de la tarde por lo que el sol se estaba empezando a esconder poco a poco. Iba andando sin rumbo por aquellos caminos de piedras y mirando a los niños alegres jugar en el parque. Una voz a mis espaldas me hizo salir de mi ensimismamiento.
-Cuanto tiempo. – conocía aquella voz perfectamente. Sonó calmada y tranquila, hasta con un punto de añoranza diría yo. Cada noche me la imaginaba diciéndome cosas preciosas al oído. Pero no podía ser él. Demasiado perfecto. Me giré hacia atrás y mis sospechas se confirmaron.
-¡Aarón! – no pude evitar sonreír. Quería lanzarme hacia él. Abrazarlo. Besarlo. Sentir su calor. Ahora no importaba de qué grupo fuera. Él estaba allí. Después de tanto tiempo sin saber nada de él.
-¡Allegra! – sin saber por qué, también sonrió. Nunca lo había visto sonreír. Era la más encantadora que había visto. Superaba mil veces la de Guille.
Nos quedamos unos segundos sin saber qué decir. Mirándonos intensamente. Éramos enemigos mortales pero sabía que los dos nos habíamos añorado mutuamente.
-Te noto más fuerte. – rompió el silencio después de un minuto. – me alegro por ti.
-¿En serio te alegras? Digo… ¿no deberías estar más preocupado?
-Debería… pero no sé… lo que siento es alegría.
¿De verdad estábamos manteniendo una conversación normal un inmunita y un attack? Mi corazón estaba que se salía. No paraba de latir fuertemente.
-A ti también se te nota más poderoso. ¿Cómo es que estás aquí? Qué casualidad… ¿no?
-Esto… casualidad no… la residencia nuestra también está cerca de aquí. – dobló la boca hacia un lado en un intento de sonrisa.
-¿Sí? Vaya… no lo sabía. Aunque…debería haberlo supuesto. – notaba que no estaba siendo fluyente la conversación. Que era superficial.
Noté como un flujo de palabras querían salir por la boca y ser disparadas. Tenía que meterlas para dentro y guardarlas. Pero fueron más fuertes que yo.
-Te he echado de menos. – le solté así sin más. Me arrepentí a la milésima de segundo de haberlo soltado. ¿Qué semejante barbaridad le había dicho? ¿Por qué no tenía miedo a que empezásemos a luchar?
-Yo también. – soltó a las dos milésimas de haberlo escuchado.
-Perdona yo no quería haber dich… ¿qué? - ¿había escuchado bien? ¿Había dicho que él también?
-Oh mierda… Allegra… esto… no… - empezamos a ponernos nerviosos los dos.
-No está bien. – terminé la frase por él. No dejábamos de mirarnos a los ojos fijamente. Las miradas cada vez estaban llenas de más pasión.
-Pero ¿cómo sucedió? Si nunca… - Aarón era incapaz de terminar las frases.
-No sé. De verdad intento buscarle alguna explicación pero no lo sé. – nos fuimos acercando cada vez más.
-Esto es imposible. Nos matarán. Nos separarán y querrán que luchemos el uno contra el otro.
Se había transformado en una conversación de confesión de sentimientos. Ahora al mirarlo, sabía que él sentía lo mismo que yo.
-No haría eso jamás.
-Ni yo. – casi nos tocábamos.
-Si supieras cuánto te he extrañado… - inevitablemente me abrazó fuertemente.
Escuchaba su respiración agitada. Sentía su calor, su aroma irresistible. Me sentía en el cielo. Lo agarré por el cuello. Estábamos muy pegados. No me quería separar de él jamás. Todo lo que había soñado, lo tenía ahora en mis brazos.
-No más que yo. – me susurró al oído.
Nos separamos un poco para vernos las caras. Me topé con aquellos ojos verdes con los que tanto había soñado en estos meses.
-Y pensar que una vez te hice daño… lo siento de verdad… no sabía lo que hacía.
-Shhh. No digas nada… aquellos eran otros tiempos. Ahora lo que cuenta es el momento. Estamos tú y yo. Solos. Es nuestro pequeño espacio aislado del mundo.
Y en aquel parque de Getlock, un domingo 3 de septiembre, con aquel atardecer que daba a todo los árboles un color anaranjado, al lado de aquel lago lleno de patos y barcas… di mi primer beso de amor. Ese beso en el que el estómago está dando vueltas, en el que el corazón te late a mil por hora, en el que se detiene el tiempo, en el que te has dado cuenta que la pieza que faltaba ha encajado en su sitio. Nuestros labios se toparon. Eran muy cálidos y sabían preocupantemente bien. Solo bastó un choque de labios eterno para saber que ambos sentíamos un amor brutal y que íbamos a luchar por lo que fuera. Nos abrazamos y permanecimos allí más de diez minutos. Sin hablar, sin mirarnos. Transmitiéndonos todo lo que sentíamos mediante el roce de nuestra piel.
-Te amo. – me salió del alma.
-Yo te amo más que a mi vida. No lo olvides.
-Aarón… te tengo que decir una cosa…
-Dime princesa. – estaba viviendo un sueño.
-Debes saber que estoy con Guille. – aquello no pareció inmutarle lo más mínimo.
-Lo sabía. Se os ve que estáis muy compenetrados.
-¿Desde cuándo? Si se supone que cuando nos dejamos de hablar yo todavía no conocía bien a Guille. – nos sentamos en un banco cercano para hablar mejor.
-Puede que no cumpliera mucho lo que te dije la última vez. Quizás espié un poco cuando me di cuenta de lo que sentía por ti. – fruncí el ceño y abrí la boca a modo de sorpresa con enfado.
-¿Cómo? ¿Nos seguías? – desvió la mirada intentando ocultar algo. - ¿Aarón? – insistí de nuevo.
-Bueno… sí. Es que estaba muy celoso. Él te tenía y yo no.
-Pues ahora me tienes. – me senté encima de él poniendo las piernas a cada lado de su costado. Cogí su cara entre mis manos y lo besé con ansiedad.
-Pero no del todo. – recriminó cuando hicimos una pausa.
-Guille es mi mejor amigo… ya perdí a mi mejor amiga hace tiempo… no lo quiero perder a él también.
-Cariño. No te estoy diciendo que lo dejes ya. Solo… que tarde o temprano, más temprano que tarde, - enfatizó- te quiero únicamente para mí. He esperado esto demasiado. – nuestras manos se enlazaron y otro beso largo compartimos juntos.
Estuvimos un largo tiempo sin hablar. Yo estaba apoyada en su clavícula y él me envolvía con sus brazos. Disfrutando del momento.
-No se me hace raro estar aquí junto a ti. Parece como si desde siempre hubiéramos estado juntos. – me expresé después de estar pensando.
-¿Tú también lo has notado? Un simple encuentro de casualidad ha dado lugar a esto… ¿Tanto nos deseábamos?
-No sabes cuánto. – acaricié su rostro delicadamente.