martes, 22 de diciembre de 2009

Capítulo 14. Reencuentro.


14 REENCUENTRO
Guille ya se había duchado y cambiado de ropa. Estaba vestido de negro. Me gustó bastante su estilo. De nuevo, nos montamos en el ascensor. Pulsó el botón H. La voz del ordenador avisó que las puertas se cerraban.
Solos. Miradas cómplices. Me agarró por la cintura y me atrajo hacia él. Subió su mano hasta mi pelo. Más pegados aún. Sin llegarnos a besar todavía, mis manos se deslizaban por su espalda hacia la parte “bonita” de su cuerpo. Besos en el cuello, susurros de aire en los oídos. Recorrió el contorno de mi cara con su nariz hasta llegar a los labios. Subida de temperatura. Dulce sabor de su boca, de su lengua. Cerré los ojos para dejarme llevar mejor y cuando los volví abrí sus ojos esmeralda me dejaron cautivada. Su melena castaña, su boca sensual… me separé un poco para poder observarlo mejor… era él, Aarón. Me abracé a él con más fuerza para que no se escapara, por fin lo tenía, estaba en mis brazos... Cerré nuevamente los ojos… y al abrirlos Guille me apartó de él poco a poco. Estábamos jadeando.
La vocecita avisó que habíamos llegado a la sección elegida.
-Guau… qué bien te sientan los cambios. – se colocó la camiseta derecha y se peinó su pelo punta cubierto de gomina.
Me quedé allí pasmada durante un rato. Estaba asimilando lo que me acababa de ocurrir. Oh Dios… mierda… ¿Por qué? Había imaginado que era Aarón y lo había abrazado aún con más fuerza… Instintivamente me puse a llorar como una imbécil. Lágrimas de cocodrilo recorrían mi cara.
A Guille se le descompuso el rostro al verme llorar. No sabía que había hecho mal.
-Allegra… ¿¡Eh!? ¿Qué te pasa? – su voz sonó muy alarmada. Cogió mi rostro entre sus manos y la elevó hasta la altura de sus ojos para que lo mirara. Al encontrarme con aquellos ojos oscuros empecé a llorar más fuerte. - ¿He hecho algo mal? ¿Por qué te has puesto así? Me estás preocupando… si he hecho algo que no debía…
-Tranquilo… - respiré hondo unas cuantas veces para poder calmarme. No podía dejarlo con ese sufrimiento. – no sé lo que me ha pasado. Ha sido una bomba de emociones que tenía guardado de hace tiempo… no sé… pero ya está. – me sequé las lágrimas y le di un beso corto en los labios. – no te preocupes. – esbocé una sonrisa lo más convincente que fui capaz.
En realidad sabía exactamente lo que me había pasado. Acababa de darme cuenta que estaba enamorada de Aarón. El amor más imposible del mundo… ese era el mío. Pero ahora tenía que dejarlo a un lado para ocuparme de hacer el paripé y no preocupar más a Guille.
-Bueno ¿me enseñas mi habitación? Tengo curiosidad por ver como es. – tenía los ojos hinchados, el pelo hecho un caos, la camiseta arrugada…me miré en el espejo del ascensor y me asusté de mi misma. – ¡Uy! ¿Quién es esa de ahí?
Conseguí hacer reír a Guille. Me ayudó amablemente a peinarme el pelo con los dedos y a secarme alguna que otra lágrima que se había quedado sin salir. Le di un abrazo lo más fuerte que pude. En parte para darle las gracias… en parte por culpabilidad.
Salimos fuera del ascensor y me encontré con un pasillo extenso y largo. En las paredes había colgado cuadros de paisajes y riachuelos con barcas. Después de doblar varias esquinas y pasar varias puertas, por fin llegamos a la mía. Número 44.
Era muy amplia. Lo que más resaltaba era dos grandes ventanas que daban a un jardín asombroso. Una cama doble con numerosos cojines encima se encontraba debajo de la enorme ventana. Una cómoda de madera con un espejo grande encima, estaba pegada a la pared en frente de la cama. Una mesa de escritorio espaciosa se encontraba al lado de la puerta con un ordenador portátil. Al fondo a la izquierda estaba el cuarto de baño. Aquello parecía una suite de un hotel más que una habitación de residencia.
-Vaya… ¿estás seguro que esto es para mí?
-Sí. Aunque ahora lo veas un poco soso, puedes decorarlo a tu estilo cuando quieras.
-¡Ah!...guay.
-Bueno que descanses. – sus labios rozaron los míos. Iba a marcharse… pero tenía que hacer algo para recompensarle lo que acababa de ocurrir.
-Guille… - comencé pero no sabía cómo seguir. – ¿quieres… dormir conmigo? – aquello sonó con otras intenciones. – pero sólo dormir. ¿Quieres? – mi pregunta le pilló desprevenido. Sus ojos se le salieron de las órbitas.
-¿Qué? – preguntó todavía confuso.
-Pues eso… que quiero dormir a tu lado si no te importa.
-Bueno… no veo por qué no.
Me duché tranquilamente mientras él iba a buscar su pijama. Mis músculos estaban agotados del viaje. Me puse el pijama más bonito que tenía y me cepillé los dientes. Sonó el golpeteo de la puerta. Deshice la cama tirando todos los cojines al suelo y quitando el edredón. Primero se tumbó él y luego lo hice yo apoyando mi cabeza en su torso desnudo. Me envolvió con su brazo y sin decir nada más… nos quedamos dormidos.


AGOSTO

Ya había pasado un mes desde la primera vez que llegué a la residencia. Ya me conocía cada rincón de aquel lugar. Me había encariñado demasiado con mis compañeros de Walterville, porque aparte también había más inmunitas de otros lugares. Algunos con la misma experiencia que yo…otros muchos más desarrollados que los demás… en total éramos unos 49 alumnos sin contar a los profesionales sin poderes que nos ayudaban a mejorar.
En este tiempo ya se había cumplido mi visión del entrenamiento en aquella sala que ahora tanto conocía. La persona con la que me había visto entrenar era Guille. Él era muy bueno en el manejo de la espada y esa complicidad… bueno estaba clara.
Ya podía controlar mis visiones. Por fin. Sabía moverme más veloz que una gacela. Era difícil de explicar la sensación de ver que el mundo quedaba más lento que tú. El uso de la espada lo dominaba casi al cien por cien. Todos mis instintos de inmunita estaban al límite. Me sentía más poderosa, más fuerte.
-Ya lo dijimos… la peque tiene un don especial para aprender rápido. Es increíble como en tan poco tiempo haya aprendido tanto. – advirtió Sandra una noche en la cena. En aquel comedor amplio donde comíamos todos.
Con Guille…estábamos muy bien ahora. Nos pasábamos todo el día abrazados en los ratos libres. Porque ambos siempre estábamos entrenando muy duro. Cada noche dormíamos juntos. Todo era muy bonito…salvo por una cosa… él no era la persona a la que yo realmente amaba. Antes de irnos a dormir siempre pensaba en él. En qué estaría haciendo ahora, dónde se encontraría… Pero también me gustaba Guille y estar con él me reconfortaba mucho. Como Aarón y yo no podíamos estar juntos… tenía que aferrarme más a Guille aunque me doliera en el alma no tenerlo a mi lado.
Podía manejar las visiones y ver cuando yo quería algo…pero sólo los cercanos a mí. Deseaba avanzar lo máximo posible para poder ver el futuro de la persona que más quería.
-Guille… vosotros que ya manejáis bien lo de las visiones… ¿no estáis todo el día viendo qué es lo que va a pasar después? – le pregunté una noche mientras estábamos los dos en la cama abrazados.
-Al principio… cuando era más joven… estaba todo el día viendo el futuro. Pero con el paso del tiempo… me di cuenta que no es tan importante el futuro como lo es el presente. Únicamente este don lo vamos a usar para cuando nos enfrentemos a los attacks. – un cuchillo atravesó mi corazón al pensar en tal enfrentamiento, sobre todo porque sabía que él estaría allí. – Hay que vivir el momento, con la persona que estés y saborearlo como si fuese el último helado que te vas a tomar. – me abrazó más fuerte y me besó con pasión.
Comprendí que ahora no era tan importante aprender rápido las visiones…sino perfeccionarlas.

Hoy era domingo… día libre. Guille se había ido a nadar un rato en la piscina con Mabel. Sandra y Cristina seguían entrenando hasta en domingo. Y los demás estaban viendo una peli que no me interesaba. Escuché decir a Leo – uno de los otros compañeros – que se iba al centro de la ciudad a comprar unos CDs. Así que le pregunté si me podía ir con él. También quería ir al centro para despejarme un poco de aquello.
Cuando llegamos, él se fue por un lado y yo por otro. Quedamos a una hora en el aparcamiento y después nos fuimos.
Estaba sola… no me conocía muy bien aquello, pero sabía que cerca de aquí había un parque muy bonito para pasear. Exacto. Después de diez minutos andando y preguntando a personas llegué al parque que de pequeña había visitado.
Era las siete de la tarde por lo que el sol se estaba empezando a esconder poco a poco. Iba andando sin rumbo por aquellos caminos de piedras y mirando a los niños alegres jugar en el parque. Una voz a mis espaldas me hizo salir de mi ensimismamiento.
-Cuanto tiempo. – conocía aquella voz perfectamente. Sonó calmada y tranquila, hasta con un punto de añoranza diría yo. Cada noche me la imaginaba diciéndome cosas preciosas al oído. Pero no podía ser él. Demasiado perfecto. Me giré hacia atrás y mis sospechas se confirmaron.
-¡Aarón! – no pude evitar sonreír. Quería lanzarme hacia él. Abrazarlo. Besarlo. Sentir su calor. Ahora no importaba de qué grupo fuera. Él estaba allí. Después de tanto tiempo sin saber nada de él.
-¡Allegra! – sin saber por qué, también sonrió. Nunca lo había visto sonreír. Era la más encantadora que había visto. Superaba mil veces la de Guille.
Nos quedamos unos segundos sin saber qué decir. Mirándonos intensamente. Éramos enemigos mortales pero sabía que los dos nos habíamos añorado mutuamente.
-Te noto más fuerte. – rompió el silencio después de un minuto. – me alegro por ti.
-¿En serio te alegras? Digo… ¿no deberías estar más preocupado?
-Debería… pero no sé… lo que siento es alegría.
¿De verdad estábamos manteniendo una conversación normal un inmunita y un attack? Mi corazón estaba que se salía. No paraba de latir fuertemente.
-A ti también se te nota más poderoso. ¿Cómo es que estás aquí? Qué casualidad… ¿no?
-Esto… casualidad no… la residencia nuestra también está cerca de aquí. – dobló la boca hacia un lado en un intento de sonrisa.
-¿Sí? Vaya… no lo sabía. Aunque…debería haberlo supuesto. – notaba que no estaba siendo fluyente la conversación. Que era superficial.
Noté como un flujo de palabras querían salir por la boca y ser disparadas. Tenía que meterlas para dentro y guardarlas. Pero fueron más fuertes que yo.
-Te he echado de menos. – le solté así sin más. Me arrepentí a la milésima de segundo de haberlo soltado. ¿Qué semejante barbaridad le había dicho? ¿Por qué no tenía miedo a que empezásemos a luchar?
-Yo también. – soltó a las dos milésimas de haberlo escuchado.
-Perdona yo no quería haber dich… ¿qué? - ¿había escuchado bien? ¿Había dicho que él también?
-Oh mierda… Allegra… esto… no… - empezamos a ponernos nerviosos los dos.
-No está bien. – terminé la frase por él. No dejábamos de mirarnos a los ojos fijamente. Las miradas cada vez estaban llenas de más pasión.
-Pero ¿cómo sucedió? Si nunca… - Aarón era incapaz de terminar las frases.
-No sé. De verdad intento buscarle alguna explicación pero no lo sé. – nos fuimos acercando cada vez más.
-Esto es imposible. Nos matarán. Nos separarán y querrán que luchemos el uno contra el otro.
Se había transformado en una conversación de confesión de sentimientos. Ahora al mirarlo, sabía que él sentía lo mismo que yo.
-No haría eso jamás.
-Ni yo. – casi nos tocábamos.
-Si supieras cuánto te he extrañado… - inevitablemente me abrazó fuertemente.
Escuchaba su respiración agitada. Sentía su calor, su aroma irresistible. Me sentía en el cielo. Lo agarré por el cuello. Estábamos muy pegados. No me quería separar de él jamás. Todo lo que había soñado, lo tenía ahora en mis brazos.
-No más que yo. – me susurró al oído.
Nos separamos un poco para vernos las caras. Me topé con aquellos ojos verdes con los que tanto había soñado en estos meses.
-Y pensar que una vez te hice daño… lo siento de verdad… no sabía lo que hacía.
-Shhh. No digas nada… aquellos eran otros tiempos. Ahora lo que cuenta es el momento. Estamos tú y yo. Solos. Es nuestro pequeño espacio aislado del mundo.
Y en aquel parque de Getlock, un domingo 3 de septiembre, con aquel atardecer que daba a todo los árboles un color anaranjado, al lado de aquel lago lleno de patos y barcas… di mi primer beso de amor. Ese beso en el que el estómago está dando vueltas, en el que el corazón te late a mil por hora, en el que se detiene el tiempo, en el que te has dado cuenta que la pieza que faltaba ha encajado en su sitio. Nuestros labios se toparon. Eran muy cálidos y sabían preocupantemente bien. Solo bastó un choque de labios eterno para saber que ambos sentíamos un amor brutal y que íbamos a luchar por lo que fuera. Nos abrazamos y permanecimos allí más de diez minutos. Sin hablar, sin mirarnos. Transmitiéndonos todo lo que sentíamos mediante el roce de nuestra piel.
-Te amo. – me salió del alma.
-Yo te amo más que a mi vida. No lo olvides.
-Aarón… te tengo que decir una cosa…
-Dime princesa. – estaba viviendo un sueño.
-Debes saber que estoy con Guille. – aquello no pareció inmutarle lo más mínimo.
-Lo sabía. Se os ve que estáis muy compenetrados.
-¿Desde cuándo? Si se supone que cuando nos dejamos de hablar yo todavía no conocía bien a Guille. – nos sentamos en un banco cercano para hablar mejor.
-Puede que no cumpliera mucho lo que te dije la última vez. Quizás espié un poco cuando me di cuenta de lo que sentía por ti. – fruncí el ceño y abrí la boca a modo de sorpresa con enfado.
-¿Cómo? ¿Nos seguías? – desvió la mirada intentando ocultar algo. - ¿Aarón? – insistí de nuevo.
-Bueno… sí. Es que estaba muy celoso. Él te tenía y yo no.
-Pues ahora me tienes. – me senté encima de él poniendo las piernas a cada lado de su costado. Cogí su cara entre mis manos y lo besé con ansiedad.
-Pero no del todo. – recriminó cuando hicimos una pausa.
-Guille es mi mejor amigo… ya perdí a mi mejor amiga hace tiempo… no lo quiero perder a él también.
-Cariño. No te estoy diciendo que lo dejes ya. Solo… que tarde o temprano, más temprano que tarde, - enfatizó- te quiero únicamente para mí. He esperado esto demasiado. – nuestras manos se enlazaron y otro beso largo compartimos juntos.
Estuvimos un largo tiempo sin hablar. Yo estaba apoyada en su clavícula y él me envolvía con sus brazos. Disfrutando del momento.
-No se me hace raro estar aquí junto a ti. Parece como si desde siempre hubiéramos estado juntos. – me expresé después de estar pensando.
-¿Tú también lo has notado? Un simple encuentro de casualidad ha dado lugar a esto… ¿Tanto nos deseábamos?
-No sabes cuánto. – acaricié su rostro delicadamente.

Capítulo 13. Cambios.

13 CAMBIOS
Por fin el día que tanto estaba esperando había llegado. Lunes. Hora de marcharse. En esa semana Guille y yo habíamos estado entrenando juntos y nos pasábamos casi todo el día viéndonos. Me había contado pequeños detalles de la residencia pero nada en concreto. Siempre me decía que ya lo vería cuando llegase. Pues bien… hoy era el día.
En esta semana no había tenido noticias de Aarón, como desde hace un par de meses. Ya apenas me acordaba de su mirada intensa llena de confusión, de su melenita brillante a los rayos del sol, de sus labios carnosos llenos de amor…Bueno… quizás sí que me acordaba un poco de él, pero ahora estaba con Guille y no podía pensar en nadie más. Siempre me ayudaba en todo lo que podía. Era mi mejor amigo y mi novio. ¿Qué más se podía pedir? Entonces… ¿Por qué mi corazón no latía con fuerza cuando me besaba? Mejor pensar en otra cosa.

Ya el día anterior había hecho la maleta. Lo tenía todo listo. Aunque salíamos a las cuatro de la cabaña. Había que coger el avión a las seis. Por lo que nos esperaba unas cuantas horitas de viaje. Ahora entendía a mi abuela cuando le pregunté que dónde estaba ese lugar aquí.
No había dormido en toda la noche. Sin parar de moverme, había estado dando vueltas por toda la cama de un lado a otro. Estaba exasperada, ansiosa. No paraba de preguntarme como sería aquel lugar.
A las tres de la tarde vino Guille a recogerme para llevarnos a la cabaña. Mis padres se habían tomado la tarde libre para despedirme. Iba a estar dos meses fuera de mi casa sin verlos. Estuvieron todo el almuerzo dándome abrazos y pidiéndome que tuviese mucho cuidado. Apenas comieron. A la hora prevista tocaron el timbre.
-Hola fea. – me dio un beso en los labios. Mis padres se habían enterado que estaba con él. - ¿Tienes todas las cosas preparadas?
-Desde hace tres días. Mis padres son unos exagerados. – Me acerqué a la cocina y les pedí que me trajeran el equipaje. – Mamá, papá, Guille ya ha llegado. Vamos llevando las cosas ¿no?
Seguidamente salieron de la cocina para coger las maletas. Llevaba dos maletas del tamaño grande y un bolso de gimnasio. Guille se quedó con los ojos abiertos ante tal cantidad de equipaje.
-¿Esto qué es? Peque, que vamos a una residencia que no vas a un festival de cine. Allí tienes lavadoras para limpiar la ropa.
-Ya… pero también llevo mi música, mi portátil, secador, plancha, zapatos, pijamas… nene que son dos meses.
-Cómo se nota que es la primera vez que vas. Ya verás aquello. Aunque claro yo ya tengo allí casi todas mis cosas.
-Pues entonces no me digas que son muchas. – le saqué la lengua.
Mis padres ayudaron a meter todo en el maletero. Él solo llevaba una simple mochila de montañero.
-¿Y con esto tienes suficiente? – enarqué una ceja mientras torcía la boca.
-Y me sobra.
Mis padres me dieron el último achuchón y alguna que otra lágrima de más.
-Llámame todos los días. Esfuérzate mucho y ven aquí como una guerrera capaz de enfrentarse a todo. – mi padre siempre tan feroz.
-Cuídate. No te hagas mucho daño. – me abrazó por última vez en este tiempo.
Nos montamos en el coche y salimos a toda velocidad hacia la autovía. La noche sin dormir me empezó a pasar factura. Notaba como mis párpados se caían. Quería hablar con Guille sobre la residencia pero el cansancio me podía y caí en la inconsciencia a los diez minutos de emprender el viaje.
Alguien muy lejano me estaba tocando el hombro suave. Luego con más insistencia. Caí en la cuenta de que me estaban despertando.
-¿Qué pasa? – pregunté aún atontada.
-Peque ya hemos llegado al aeropuerto. Vamos.
-¿Al aeropuerto? ¿Pero no íbamos antes a la cabaña? – mi mente se iba despejando poco a poco. Estaba hablando con Cristina.
-Sí. Llegasteis, pero Guille no quiso despertarte y te ha dejado durmiendo hasta llegar aquí. Tenías cara de cansancio.
-Bueno… sí. No he dormido mucho esta noche.
-Anda vamos que llegamos tarde.
Fue llegar y facturar directamente. Tuve que repartir las maletas a los demás para que no tuviese que pagar dinero por el exceso de peso. Puede que sí fuese un poco exagerada. Pero tenía que llevar ropa para toda clase de ocasión. Miré el lugar de destino. Getlock. Si no estaba muy equivocada eso estaba a una hora y media de Walterville en avión. ¿De verdad allí estaba lo que tanto esperaba? Había veraneado allí de pequeña. Más o menos sabía cómo era aquello. Un lugar muy poblado. Grandes centros comerciales. Enormes parques lleno de flores y jardines. Últimas tecnologías. Avenidas llenas de cultura. Era un lugar bastante bonito para el turismo.
Todos llevaban una simple mochila de equipaje. Me sentí una exagerada. El que más rio al verme con tantas maletas fue Lucas. Él ni siquiera llevaba una mochila de montañero, con una simple mochila de colegio le bastaba.
Los ratos esperando lo pasamos jugando a las cartas. Yo perdí unas cinco veces de quince partidas que jugamos en total. Hoy no era mi racha. Sería el cansancio.
En el trayecto del avión también me quedé dormida. No podía evitarlo. Tenía que recuperar la falta de sueño. Estaba enfadada conmigo misma por no aguantar lo suficiente y pasar más tiempo con mis compañeros. Pero teníamos dos meses para conocernos mucho mejor y llegar a integrarme en esa fantástica familia.
Casi dos horas tardamos en llegar desde el aeropuerto hasta la residencia. Estaba siendo un viaje muy largo. Todos estábamos exhaustos. Al menos en ese camino si me mantuve despierta la mayor parte del tiempo. Después de pasar el centro de la ciudad solo se veía verde por todos los lados. Llanuras se extendían por los alrededores de la carretera. Alguna que otra cosecha y campos de cultivo se podían observar a lo lejos. Aquello era mil veces mejor que el lugar donde estaba la cabaña.
Ángel iba conduciendo. En el copiloto iba Cristina. La parte trasera estábamos yo en la ventanilla, Guille a mi lado y en la otra, Mabel. En otro coche iban Sandra y Lucas. Charlamos alegremente entre nosotros. Sobre su primera vez cuando llegaron a la residencia, la sorpresa que se llevaron… Pero nunca me querían contar nada de aquello. Estaba demasiado intrigada como para prestarle atención a Guille que a cada instante me besaba en el cuello o me agarraba por la cintura.
En un cambio de sentido, aquel paisaje cambió. Ya no se veía solo llanuras, ahora era todo rodeado de árboles. Bosques y riachuelos recorrían aquellas calles de Getlock. Los árboles se movían entre sí haciéndose chocar las hojas contra las copas de los otros cedros. Desde lejos se podía ver dos enormes edificios unidos por un puente cubierto. La fachada era de ladrillos color granate. En una parte del edificio había numerosas ventanas encuadradas de color carbón donde ocultaba el interior con unas cortinas color amanecer. En la otra parte del edificio, éste más grande que el anterior, apenas se encontraba ventanas en la parte frontal. Una gran terraza se hallaba encima del edificio. La residencia en general estaba vedado por una muralla de piedra donde sobresalían árboles gigantes.
Aquellos lugares eran maravillosos.
-¿Es esto? – dije anonadada ante tal expectación.
-Yes. Chulo ¿eh? – aseguró Mabel.
- ¿Bromeas? ¡Es una pasada! Mucho más de lo que había imaginado.

Al entrar fue aún más alucinante. Traspasamos las murallas por un portón gigante como el de las películas que tienen una mansión enorme. Ángel tuvo que asomarse por la ventanilla para identificarse por una cámara. Citó una serie de números que se me olvidaron conforme los iba dictando. Posteriormente, se abrió el portón y entramos. Si desde fuera ya era fascinante, desde dentro se quedaba corto. Un inmenso jardín cubierto de flores y figuritas para decorar se expandía a lo largo de la fachada de la residencia. Un camino de asfalto te guiaba hacia el garaje y otro de grava hacia la entrada. Ésta parecía una especie de túnel. El techo estaba protegido por el puente que comunicaba los dos edificios y a ambos laterales se encontraban las puertas para entrar en cada uno de los edificios. En cada puerta, había un identificador de huella, ojo y voz. Aquello estaba muy seguro. No entraba cualquiera.
Nos dirigimos hacia el garaje que se encontraba a la derecha de aquella muralla. Salimos todos juntos y nos dirigimos hacia la entrada. Me comía las uñas del nerviosismo. A partir de ahora este sería mi nuevo hogar.
Mabel fue la primera en identificarse. Una lectura de huellas del dedo índice, un escáner de la córnea y un número largo dicho por voz. La máquina dio la bienvenida a Mabel.
Los demás la imitaron y el último en identificarse fue Lucas. Él fue quién le dio a un botón extraño de aquel chisme y me dejaron entrar.
-He puesto que eres una invitada. Arriba te tomarán todas las cosas necesarias. – me aclaró mientras sujetaba la puerta amablemente.
Me había molestado un poco que no fuera Guille el que se quedara conmigo hasta el final. Pero lo pasé por alto.
Entramos en la parte de la derecha del edificio. Al ver aquella sala me recordó a una sala de espera.
Varios sillones negros pegados en la pared, una mesa grande de café llena de revistas y una alfombra con dibujos abstractos. No era muy grande, la verdad.
-Esto parece una sala de espera… - mostré lo que pensaba a Cristina.
-Lo es.
-Om. Entiendo. – moví la cabeza de arriba abajo como motivo sin entendimiento. Estaba un poco desilusionada. La verdad es que el edificio desde fuera prometía mucho más.
Al ver mi cara de confusión, no pudo evitar reírse. Estaba empezando a sentirme un tanto frustrada.
Subimos en el ascensor los 7. Era bastante amplio, todo metalizado y con botones extraños. No eran simples números. Sandra pulsó el que estaba dibujado la letra I. Realmente no sabía si habíamos subido, bajado o movernos hacia los lados, pero el ascensor se trasladaba. Una voz de ordenador avisaba que habíamos llegado al destino pedido. Se abrieron las puertas.
Toda la habitación estaba pintada de color plata. Pegado en las paredes se encontraban unos ordenadores de última generación junto con unos artefactos específicos para leer las huellas y otro para los ojos. También había bastantes televisores que mostraban las cámaras de vigilancia por toda la residencia. Tan solo se encontraban dos hombres en aquella habitación. Un vigilante canoso, de cierta edad vestido de uniforme azul marino, estaba observando aburrido aquellas televisiones y otro hombre mayor también con una bata blanca, se encontraba en uno de los ordenadores realizando alguna representación gráfica.
Nos acercamos al hombre de bata blanca.
-Hola papá. Ya estamos aquí. – saludó Guille. El padre se dio la vuelta. Su cara reflejaba el paso de los años, pero tenía algo que lo hacía atractivo. No tendría más de sesenta.
-¡Ah! ¡Hola chicos! Alfredo ¿por qué no me dijiste que los chicos habían llegado?
-Te lo dije. Pero como siempre, no me escuchaste. – habló desde el otro lado de la habitación el vigilante. Puso los ojos en blanco. – Hola chavales. – nos saludó con la mano.
-Hola Alfredo. – hablaron todos a una. Yo simplemente le mandé una sonrisa educada.
-Bueno bueno… así que tenemos aquí por fin a Allegra. ¿Qué tal hija? Ante todo… yo soy Guillermo.
-Hola. Pues nerviosa… esto es impresionante.
-Y eso que no has visto nada… pero tranquila que ya acabarás aburriéndote como todos… ¿Empezamos?
-Papá que nosotros estamos en las habitaciones ¿vale? Cuando acabéis me dais un toque. Luego nos vemos. – avisó Guille haciendo alusión a todos los demás.
Me senté a su lado y empezamos con la base de datos. Mis apellidos, alguna enfermedad, mi edad, cuando empecé a desarrollar los poderes, el avance hasta ahora, etc. Después me hizo como todos los demás. La lectura de huellas y de córnea.
-Repite este número al micrófono éste. – me tendió el papelito donde ponía la numeración.
-Dos, ocho, tres, tres, cinco, uno, siete.
-Repítelo otra vez por favor, que las máquinas estas necesitan asimilarlo.
-Dos, ocho, tres, tres, cinco, uno, siete.
-Gracias.
Siguió tecleando algunas cosas más en el ordenador. Más tarde, me tendió una tarjeta donde ponía mi nombre y mi número.
-Ya está cielo. Dale un toque a mi hijo y vendrá a enseñarte todo lo demás. Espero que te sientas a gusto y que entrenes mucho. – sonrió amablemente. Tenía exactamente la misma sonrisa que su hijo.
-Gracias de verdad. A ver cómo me va aquí.
-¡A por esos attacks! – agitó el puño con fuerza.
Yo sin embargo, al escuchar ese nombre, no pude evitar pensar en cierta persona. Sentí como me daban un latigazo en el pecho.
Le di el toque a Guille y en seguida vino a recogerme. Me dio un beso en los labios.
-Pero… tu padre…
-Mi padre ya lo sabe tonta.
No pude evitar echar una ojeada hacia atrás. Guillermo nos estaba observando sonriente.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Capítulo 12. Historias.

12 HISTORIAS
Cuando llegué de nuevo a la cabaña, mi abuela ya se había ido. Al verme allí delante de todo el mundo me entró ganas de encogerme y volver a ser la pelusa en la que fui en un pasado. Todos habían vuelto a hacer sus cosas. Un aroma a bizcocho recién hecho recorría la habitación. Me acerqué a… ¿Mabel? Sí, se llamaba Mabel.
-¿Sabes si mi abuela vendrá luego? – pregunté algo bajito.
-¿Qué? – bajó el volumen de la tele.
-Si mi abuela ha dicho algo sobre que vendrá luego.
-Ah sí. Ha dicho que sobre las diez por ahí te vendría a recoger.
-Am vale. – había que ser sociable ¿no? - ¿Qué estás viendo?
-Nada… una peli. Es un rollo. No hay quién la entienda. – me sonrió amablemente.
Ahora que me fijaba Mabel tenía unas enormes pestañas que le hacían los ojos más grandes y bonitos. Tenía una brillante sonrisa.
-¿Aquí venís cuando estáis aburridos? – me acomodé mejor en el sofá. Ella se incorporó y dejó de prestarle atención a la película.
-Cristina y yo sí. Aquí hay de todo lo que podemos pedir. Pero la mayoría casi nunca vienen. Tienen sus vidas propias. Hoy estamos todos porque nos avisó tu abuela.
-Vaya… espero no haber estropeado nada importante.
-No tranquila. Hoy es un día tranquilito para todos. Aunque para Guille no sé… - rió por lo bajo.
-Calla. No me hables de él. Esto no se lo perdono. – fruncí el entrecejo y torcí la boca hacia un lado. Quería mostrar enfado pero en mis ojos se reflejaba que estaba de cachondeo. Ambas reímos a la vez.
-¿No queríais bizcocho? Pues venga que ya está. – avisó Cristina al otro lado del salón.
-¿Pero eso no se tiene que enfriar? – preguntó Ángel desde el ordenador.
-Ya. Pero mientras nos sentamos en la mesa y así Allegra nos cuenta algo ¿no? – fijó su mirada de entendimiento en mí.
-Bueno ahora vamos. – comentó Sandra que aún seguía leyendo.
Mabel y yo fuimos hasta la mesa donde estaba Cristina dejando el bizcocho enfriar. Sentía curiosidad por saber la historia de cada uno. Pero preguntarla a todos el primer día me pareció algo excesivo.
-Yo tengo hambre ya. Son las siete de la tarde. – indicó Mabel. La verdad es que mi estómago también estaba algo hambriento.
-Pues hasta que no se enfríe… - apostilló Cristina.
-Anda… qué más da.
-Tú siempre igual. No da lo mismo. Frío está más bueno.
-A ti todo te sale buenísimo. – halagó Mabel a Cristina.
-Vosotras dos sois muy amigas ¿no? – supuse.
-¿Yo? ¿Amiga de esta payasa? Nunca… - ironizó Cristina.
-¿Qué dices? Voy a ser yo amiga de esta. En realidad somos todos muy amigos. – siguió Mabel.
Reímos las tres. Guille entró por la puerta del jardín. Lo fulminé con la mirada y miré hacia Cristina.
-¡Oh! ¡Bizcochito de Cristinita! Qué bien. – ignoró mi mirada asesina.
-Hay que esperar a que se enfríe. – advirtió Lucas que se había incorporado a la mesa con nosotros.
-Entonces conozcamos más a Allegra ¿no? – reparó Guille.
-Cómo si tú no me conocieras. – dije con tono borde.
-¡Uy! Aquí hay crisis de pareja. – intervino Sandra que había dejado de leer. Poco a poco se iban acercando todos.
-¡Ja! – se me escapó una risa histérica.
Todos rieron. Me avergoncé un poco del pollo que estaba armando. Mejor tener la boquita callada.
-¿Hace cuánto que te enteraste? – preguntó Sandra de nuevo.
- No sé… hace un par de meses o algo así.
Todos se quedaron asombrados. Estaba intrigada por sus rostros.
-¿Qué pasa?
-Es solo que con tan pocos meses de entrenamiento y ya vayas a pasar a la siguiente fase… - repuso Lucas.
-¿Cuánto es lo normal?
- Bueno… no hay un cierto tiempo, pero casi todos hemos sido a partir de los ocho meses después. – esta vez fue Mabel la que habló.
-Entonces… ¿creéis que estoy preparada?
Sandra, Cristina, Mabel, Lucas y Ángel se pusieron a ver el futuro. Ya que todos sus ojos se volvieron púrpuras. ¿Es que era la única que no conseguía manejar esto de las visiones? Tendría que mejorar bastante para ponerme a su altura.
Mientras divagaban por mi futuro, Guille me miraba divertido. Siempre le hacía ver que estaba enfadada pero me quedé embobada mirando el rostro de Lucas y sin que me diera cuenta, se acercó a mí por la espalda encerrándome entre sus brazos. Miré hacia atrás y nuestros labios se tocaron. No pude resistirme y caí ante sus besos. Me puse de pie para poderlo agarrar mejor y empezamos una guerra de lenguas. Alguien carraspeó y paramos avergonzados.
-Bueno por lo que he visto. Chica… tienes un talento natural para aprender rápido. – aseguró Ángel mientras se levantaba e iba a por un cuchillo para cortar el bizcocho.
-Pues sí. Yo he podido ver cómo en menos de un mes ya te preparas para un enfrentamiento de verdad. – siguió Cristina en su silla con una postura bastante desinteresada.
Todos asintieron a la vez. Me sentía halagada. No sabía que tuviese tal talento. Me senté de nuevo. Empezaba a sentir simpatía hacia ellos. El ambiente que se respiraba era bastante atrayente. Contagiaban las ganas de risas y la formación de una amistad muy fuerte.
-Y vosotros… ¿Cuándo empezasteis? Porque… Lucas tendrá ya los veintitantos ¿no?
-Veintidós. – sonrió amablemente. – yo me enteré hace unos cinco años más o menos. Casi con tu edad. En realidad todos nos empezamos a desarrollar a partir de los dieciséis. – explicó. Sus ojos empezaron a viajar a un lugar lejano.
-Entonces… ¿soy la pequeña? – me sentí extrañamente diminuta.
-Exacto. – Guille me agarró por el cuello y me empezó a dar capones en mi cabeza.
Seguidamente, todos se acercaron a mí y me empezaron a hacer cosquillas, pegar pellizcos, a frotarme la espalda…
-Estás bautizada como la peque. – afirmó Ángel mientras me daba golpecitos en la cabeza.
Después de varios minutos riendo, todos nos sentamos alrededor de aquella mesa, en la que ahora no me parecía tan grande. Tenía el pelo hecho una maraña, pero no me importaba. Empezamos a comer el bizcocho que había preparado Cristina y a hablar.
La tarde se me hizo cortísima. Me había enterado de cantidad de cosas. Consejos que me habían acompañado a lo largo del atardecer. Guardaba todo en mi cabeza para en un futuro poder utilizarlo. Aunque no me había enterado de todos los comienzos de cada uno, fue el de Sandra el que me sorprendió.
-Mi historia es un poco dura. – empezó a explicar cuando ya habíamos acabado el pastel. – Antes de que me enterara de toda esta historia, mis padres siempre me habían renegado los cuentos de hadas, las princesas, los ogros. Todo lo que tuviera que ver con lo irreal. – su postura era bastante tensa. Estaba apoyada recta en el respaldo de la silla, sin mover ni un solo músculo salvo la boca para hablar.- Nunca leía libros de literatura fantástica. Nunca me relacionaba con niños que creyesen en el ratoncito Pérez. Siempre con gente más mayor.
>>Al principio, siempre les obedecía y hacía lo que ellos me decían. Pero llegué a una cierta edad en que dije hasta aquí hemos llegado y me marché de casa a los dieciséis años. No podía seguir con tantas órdenes y que me tuvieran al margen del mundo. Estaba tan enfadada con ellos que de la misma impotencia mis poderes empezaron a desarrollarse. El primer contacto que tuve con estos maravillosos poderes fue poder manejar los objetos con la mente.
-¿Cómo es eso posible? Se supone que los inmunitas solo podemos tener visiones ¿no? – tuve que interrumpirla. Me sorprendió bastante algo tan nuevo.
-También podemos manejar cosas con la mente. Pero para eso hace falta mucho entrenamiento. Años y años de esfuerzo. Aunque hay personas que lo desarrollan antes y las visiones después. – me aclaró Guille.
-Bueno sigo. Lo primero que experimenté fue arrojar una maceta que había en un balcón a la calle. Yo estaba bastante alejada de ella, pero me concentré tanto y con tanta furia que salió disparada. Aquello me dejó atónita. ¿Qué era lo que acababa de ocurrir? Lo intenté de nuevo y otra maceta cayó volando hacia abajo. Estaba eufórica. Tenía superpoderes. Mis padres se habían equivocado. Toda la vida viviendo engañada. Estaba sola, no sabía a quién acudir. Mis amigos ya eran lo suficientemente mayores como para mudarse a otra ciudad. No tenía transporte, no tenía dinero. Mi familia no me respondía a las llamadas. Entonces por un instinto, fui a ver a mi abuelo. No sabía porqué lo hacía pero le conté todo lo que me estaba ocurriendo. Yo sola fui mejorando mis poderes cuando vivía en la calle. Podía elevar cucharas, cartones, basura... Le mostré lo que era capaz de hacer y fue él el que me dio respuesta a todo. Me ayudó muchísimo en los tiempos duros. Mejoré las visiones, elevar objetos de más consistencia, el uso de la espada… Mis padres no me hablaron jamás después de descubrir que los había desarrollado. Fui a vivir con mi abuelo donde me enseñó todo lo que sé hoy. Cada movimiento preciso, cada paso para esquivar, la rapidez… se lo debo a él.
>>Cuando murió hace un año y algo, me fui a vivir con los que ahora son mi familia, los inmunitas. Esta panda de niñatos es todo lo que tengo. Son mis confidentes, mis padres, mis primos, mis hermanos… todo lo que dejé atrás. No sé nada de mi familia. No entiendo porqué me dejaron de lado. Porqué nunca me contaron nada de este mundo. – su mirada estaba en otro lugar. Hablaba para sí sola. Todos estábamos muy atentos escuchando. Pero volvió a la realidad y se dirigió a mí. – Peque, aprovecha cada instante con tus padres, con nosotros. Cada momento que vivas será especial. Cuida de tu gente y de los que te quieren. No todos tenemos la misma suerte. – asentí sin dejar de pensar en todo lo que me acababa de contar.
Ella no tenía a nadie. Tuvo que manejarse por sí sola en este mundo. No tenía a alguien quién le animase cuando estaba sola. Se hizo un silencio largo. Cada uno sumido en sus pensamientos.
-Vaya Sandra… no sabía que fuésemos tan importantes para ti. – bromeó Ángel.
Sandra le sacó la lengua y él le hizo el corte de manga. Después de liberar tensiones, todos reímos a una.

Después de aquella maravillosa tarde, Guille me acompañó a casa en su coche. Avisó a mi abuela de que me llevaba y fuimos a cenar a los Ham’s 80.
-¿No estás harto de estar aquí? - pregunté mientras el otro camarero nos traía la bebida. Resultaba extraño como mi camarero de toda la vida estaba sentado en frente de mí como cualquier otro cliente.
-La verdad es que no. Es tanta la simpatía que se respira aquí que me gusta mi lugar de trabajo. Aunque sea por poco tiempo. – dio un sorbo a su Coca-cola.
-¿Cómo? ¿Poco tiempo?
-Sí. Dentro de nada nos iremos a la residencia. – sus ojos negros reflejaban calma y comprensión. Alargó la mano para coger la mía.
-¿Yo también? – sabía que estaba haciendo preguntas estúpidas pero había demasiadas cosas que me faltaban por saber.
-Claro tonta. Allí nos quedamos cada verano y parte del otoño para mejorar nuestros movimientos. Tú empezarás desde cero.
-Pero yo soy la única que no sabe nada… ¿quién me ayudará? Vosotros estaréis ocupados perfeccionando. Yo sin embargo, desde el principio. – estaba agobiada, frustrada.
-Cristina también hace poco que se enteró. Te lleva un poco de ventaja pero estoy seguro de que la alcanzarás dentro de poco. – hizo que me tranquilizara con esa sonrisa suya que tanto me gustaba.
-Cuéntame como es aquello. Tengo curiosidad. Tuve una visión donde estaba en una sala cubierta de madera por todas partes. Estaba entrenando con una espada de verdad. ¿Hay algo parecido allí?
-Cuando lleguemos ya lo verás. Es un lugar muy bonito la verdad.
-¿Más que la cabaña de esta tarde?
-Muuuucho más. – se acercó a mi y pegó sus labios contra los míos.
-¿Cuándo nos vamos? – le interrumpí en mitad del beso. Estaba ansiosa por saber más. Se alejó de mí aunque parecía un poco receloso.
-Creo que el lunes.
-¿El lunes? – refunfuñé como una niña chica. – pero si es muy tarde. Todavía queda una semana.
-Tienes que prepararte un poco más. Y además algunos necesitan tiempo para dejar el trabajo o avisar a sus padres.
Nos trajeron la comida y en silencio acabamos la tarde que tan maravillosa había pasado. Nos despedimos con un largo beso lleno de pasión en el portón de fuera de mi casa.
Entré por la puerta y mis padres me atosigaron a preguntas.
-¿Cómo te lo has pasado?
-¿Es bonito aquello?
-¿Dónde está la maleta grande para empezar a hacerla?
-¿Son simpáticos tus compañeros?
-¡Ay! ¡Parad! Me estáis agobiando. – Mi madre alargó su brazo por encima de mi hombro y fuimos hasta el salón.
-Guille me ha dicho que nos vamos el lunes.
-¿Guille? ¿Qué Guille? – preguntó mi padre mientras se encendía un cigarro.
-¿De verdad no lo sabíais? – Ambos me miraron con las cejas enarcadas - Guille… el camarero de los Ham’s 80. El de siempre.
-¿Pero qué dices? ¿El que te tiraba la caña?
-¡Mamá!... Si… es ese.
-Con que Guille es uno de los inmunitas… - mi padre tenía la mano puesta en la barbilla pensativo – quién lo diría…
-Dímelo a mí. Que menuda sorpresa me he llevado cuando lo he visto allí con toda la gente. Bueno me voy a mi cuarto ¿vale? Ya hablaremos y organizaremos las cosas mañana. – le di un beso a cada uno y subí a mi habitación.

Uf… que día más intenso. Tantos sucesos en un mismo día. Aunque claro, ya estaba acostumbrada. Que mi vida simple e invisible se estuviese volviendo más opaca e intensa.