domingo, 21 de febrero de 2010

Capítulo 21. Tormento.


21 TORMENTO
Después de tener esa charla con ella, me sentía mucho mejor. Aunque todavía no había llegado lo peor. Me tenía que enfrentar a Guille y contarle toda la verdad… o casi toda. Estaba de buen humor, pero quería estar sola. Me dirigí a mi habitación y estuve escuchando canciones en el portátil que acompañaba a la habitación. Recordé aquella que escuché en el coche de Leo y la busqué en el Youtube.
Jesse & Joy – Somos lo que fue. No era muy de mi estilo pero la letra seguía impactando en mi corazón y sobre todo ahora que se acercaba el final de esta historia…

No puedo seguir, no quiero fingir
Aún me haces sentir,
Pero no puedo evitar tanto llorar
Ven siéntate hay que hablar.

No sé qué paso entre tú y yo
El fuego se apagó
Dónde quedo esa pasión que abrasó al corazón
Extraño el sabor de ese dulce amor que alimentaba nuestra vida.
Somos lo que fue
Fuimos lo que ya no es
Vivimos del ayer
Todavía un milagro tal vez pueda haber.

Estas junto a mí, estoy junto a ti
Pero hay un millón de millas que nos separan hoy
Si piensas que no hay más remedio dímelo
Extraño el sabor de ese dulce amor que alimentaba nuestra vida.

puse una y otra vez. Me dolía recordar los momentos felices que había vivido con él. Aquellos primeros días de salir, las risas de cada noche, aquellos labios suaves… pero estaba completamente enamorada de Aarón y no podía seguir con alguien que no amaba realmente. No lo había hecho antes porque no quería causarle daño, prefería que poco a poco se fueran distanciando las cosas, pero él se había adelantado a los acontecimientos. Así que cuando llegara esta noche, iría a su habitación y esta historia tan bonita llegaría a su final.

-¡Ya era hora! – suspiró aliviado. Estaba cruzado de brazos y con esa postura de desinteresado que lo hacía aún más sexy.
-Tanto no he tardado… ¿no? – miré el reloj preocupada. Las 9 y dos minutos.
-Llegas dos minutos tarde… estar sin verte hace que los minutos pasen como horas. No me puedes hacer esto. – Guiñó el ojo izquierdo y se dirigió hacia mí con demasiada lentitud para mi gusto. Ansiaba abrazarlo.
Nos enlazamos lo más fuerte que pudimos aspirando los aromas mutuamente. Me encantaba escuchar los latidos de su corazón, sentir su cuerpo tan cerca del mío. Esto superaba mil veces todas las preocupaciones que tenía en mente. Cogió mi rostro entre sus manos y me besó con vehemencia. No lo esperaba, pero le respondí con la misma pasión. Su mano se ciñó sobre mi cintura haciéndome estar más cerca de él aún. Su lengua se movía con insistencia dentro de mi boca. Las manos recorrían mi espalda dibujando la columna hasta la terminación de ésta y algo más. Yo me aferré a su cuello y a ese pelo sedoso que tan bien olía. Alojó sus manos frías -debido al fresco de la noche- y sedosas debajo de mi jersey azul haciéndome estremecer por su contacto. Reíamos entre besos por las cosquillas que me causaba el tenerlas sobre mi tripa. La pasión no parecía cesar nunca. Me permití el lujo de tocar sus perfectos abdominales marcados y bien pétreos. Otro escalofrío recorrió el cuerpo de Aarón. No podía pensar en otra cosa salvo en su cuerpo y sus besos.
De nuevo, me aferré a su cuello, pero esta vez había algo de lo que no me había fijado antes. Un abalorio colgaba dentro de su camiseta. Él siguió besándome por el cuello y la clavícula. Saqué el collar y observé que llevaba colgando una piedra del color fuego en forma de trapecio. Lo aparté poco a poco. Él lo hizo algo resignado.
-¿Qué ocurre?
-¿Qué es esto? – Quise saber si él también lo sabía. Al fin y al cabo siempre nos enterábamos de las cosas al mismo tiempo. Lo miró extrañado.
- Mi amuleto de la suerte. – Se encogió de hombros – Lo llevo puesto desde que tengo memoria. – Siguió jugueteando con mi clavícula.
-¿Nunca te lo quitas? – fijó su mirada en mí y al leer mi expresión supo que lo ardiente había acabado. No parecía saber nada acerca de ello.
Antes de responderme nos sentamos en el terreno al lado de nuestro tronco especial. Me acurruqué en su regazo y sostenía el collar en mi mano sin llegar a tocar la piedra.
-Cuando me acuerdo, me lo quito para ducharme y algunas veces hasta se me olvida colocármelo después. – habló mientras me tocaba el pelo.
Esa era la respuesta a todo lo anterior. La razón por la que el día de nuestro reencuentro pude ver sus movimientos, la razón porque Guille no podía ver quién era, la razón del impedimento de poder visionar su futuro.
Ahora todo encajaba. Pero… ¿Por qué razón la tiene antes que los demás? ¿O es que acaso a los attacks se les da antes para prevenir? Pregunté para salir de dudas.
-Es precioso. ¿Y por qué te lo dieron? – volvió a encogerse de hombros.
-Nunca le pregunté a mis padres sobre ellos. Supongo que será algo de familia. ¿Por qué lo dices?
-Es que me ha llamado la atención. – enarcó una ceja. - ¿Qué? No sé… - respondí a su pregunta no formulada. – quiero saber cosas de mi chico… ¿No puedo?
No sabía por qué razón mentía. Simplemente le podía decir la verdad. Pero quizás tenía ¿miedo?… miedo, no. Experimentaba una sensación extraña difícil de explicar si él le contaba todo lo que ese mineral podía hacer a sus compañeros. Porque al fin y al cabo los attacks eran mis enemigos y el odio natural hacia ellos era irremediable, por lo que debía evitar cualquier cosa que les diesen ventaja. Aunque ello conllevara no contarle toda la verdad a Aarón.
Se tragó mi mentira y cambió de tema. Yo seguía sin tocar el mineral pero aún sujetándolo y observándolo mientras él me hablaba. Me quedé totalmente en Babia examinando la piedra por todos los ángulos posibles hasta tal punto que me habló y no conseguí seguir sus conversaciones.
-¿Has escuchado lo que te he dicho? – Seguí mirando el abalorio - ¿Allegra?
Estaba hechizada bajo ese talismán. Era incapaz de apartar la vista de él. Inconscientemente me había sumido en un profundo sueño con los ojos abiertos. Era increíble cómo me estaba absorbiendo poco a poco. Sabía perfectamente que me estaba hablando y que debía de responder, pero las palabras no conseguían salir de mi garganta. La vista comenzaba a tornarse blanca por los alrededores de la periferia, como cuando mirabas mucho rato un objeto sin pestañear.
-¿Allegra? – Seguía llamando Aarón.
Su voz se volvió preocupada y tiró de la cuerda donde yo estaba sujetándola para apartarme el mineral de mi vista. Pero con ese movimiento lo único que consiguió fue que me pusiera en contacto la piedra con la que tanto rato había estado evitando.
Conocía muy bien esa expresión. Notaba como mis pupilas iban cambiando. Cómo mi visión se iba trastornando. Hacía mucho que no me ocurría una cosa así… inconsciente, sin control… y la visión llegó a mis ojos.
El mar estaba tranquilo. Demasiado relajado. No se escuchaba nada alrededor, ni siquiera el golpeteo de las olas contra las rocas. Un cielo oscuro y encapotado cubría gran parte. Sin embargo, por los aledaños estaba totalmente aclarado y reluciente. Un azul vivo y lleno de energía. El ruido de un bajel tenebroso interrumpió aquella extraña calma acercándose hacia el lugar más deseado por todos. Sí. La habían encontrado.
La parte exterior estaba llena de personas las cuales no pude identificar. Todas me eran confusas. Gritos de júbilo y descorches de vino por todo aquel barco antiguo. Se sentía el poder, la sensación de haber ganado lo que tanto habían deseado otros.
A lo lejos se podía ver una gran extensión de tierra… pero solo eso. Nada identificaba que aquello fuese Isa de Luz. Pero ellos sabían que la habían encontrado. Bailaban al ritmo de piratas de literatura. Las sombras negras chocaban sus copas y bebían. Lo estaban celebrando antes de tener certeza de ello. Alguien saltó del bajel y fue nadando hacia aquella Isla.
No sé por qué pero el corazón me dio un vuelco. Los compañeros hacían gestos de detención pero la sombra siguió sin escuchar a nadie. Los demás esperaban impacientes hasta que su colega llegase a la orilla y diese la aprobación de aquel maravilloso lugar que sería Isla de Luz. Sin embargo, algo mágico y misterioso impidió que pudiese seguir nadando. Otra sombra flotante apareció de la nada y con un simple soplo mató a aquel individuo.

La visión cesó y mis pupilas volvían a pertenecerme. Sin embargo, él sabía perfectamente lo que me acababa de ocurrir. Inmediatamente me quitó de su regazo y se alejó un metro de mí. Y no sólo eso, sino lo que conllevaba. Torrente de poderes.
Otra vez no. Otra vez no. Suplicaba una y otra vez, pero era inevitable. Sabía exactamente lo que vendría después. Deseaba con todas mis fuerzas quitarme esa sensación de encima, pero el odio y mi naturaleza fueron más intensos.
Estaba cegada de inquina y el attack que había a mi lado también. Un enemigo al que había que aniquilar. Era muy poderoso y fuerte, pero ya pude con él una vez. Esta sería la segunda.
Automáticamente, busqué un tronco de un árbol. Esto me produjo una ligera sensación de deja vû pero hice caso omiso y me concentré de nuevo en la batalla que estaba a punto de comenzar. Localicé uno largo y consistente, que no fuera muy delgado pero fácil de manejar. Los flujos de energía que mi sangre circulaba, mi fuerza y mi rapidez se multiplicaron. El attack ya estaba preparado para el saludo y dar comienzo a aquella mortal lucha.
Nos colocamos uno en frente del otro a una distancia considerable. Nuestras miradas se cruzaron. Azul y gris… una combinación fría y sin sentimientos.
Pero es Aarón. Yo lo quiero. Una débil voz me hablaba desde mi cabeza. Pero era tan frágil que la furia no dejaba oír a más.
El correspondiente saludo de batalla. De perfil, mano izquierda apuntando al enemigo, mano derecha con la espada – esta vez tronco – pasando por encima de la cabeza hasta llegar al otro extremo del cuerpo. Cruce de espadas y rápido movimiento para dar lugar a la verdadera lucha.
Nos movíamos a tanta velocidad que los distintos árboles se juntaban unos con otros dando la sensación que eran uno. Intentaba buscar algún despiste para poder atestarle ese tronco en la cabeza y matarlo pero él era muy hábil y rápido.
¡Le voy a hacer daño! ¡Allegra para! De nuevo esa voz frágil en mi interior. Apenas la oía como en un susurro. Yo seguí con mi asunto. No podía perder la más mínima concentración.
Los choques de troncos retumbaban en el silencio haciendo callar a todo aquel animal que anduviera cerca. Tuve que dar un salto hacia atrás para evitar que me golpeara el vientre. Ambos estábamos con el entrecejo fruncido y jadeando.
Seguía manejando su muñeca tan ágil que tuve que colocar el tronco en forma horizontal para esquivar dos golpes a la vez. Me estaba tomando superioridad y eso no lo podía permitir. Así que intenté igualarle vigilando sus próximos pasos pero me quedé muy desorientada al no poder visionar sus movimientos. Lo veía todo oscuro. Fue ahí cuando recordé el mineral fuego. Mierda. ¡Bien! Y también recordé que yo no llevaba mi piedra correspondiente.
Me concentré lo máximo posible ya que él llevaba más ventaja sin que lo supiese y en cualquier momento en el que se descuidase, podría meterse de nuevo en mi mente. Y esta vez, herirme de verdad. Nunca.
Busqué el lugar menos protegido de su cuerpo y encontré la solución en las piernas. Sutilmente me fui agachando poco a poco sin que el attack notase la diferencia y mis intenciones. Calculé la altura y el lugar adecuado para atacarle mientras me protegía de sus golpes. Con un rápido y seco movimiento le sacudí la espinilla derecha. Perdió el equilibrio y no pude reprimir una risa malvada. Esa no soy yo. ¡Joder para! La voz se hizo algo más fuerte pero seguía sin ser suficiente como para distraerme.
Repleta de poder por mis venas, alcé el tronco hacia arriba para coger más fuerza y poder golpearle fuertemente la cabeza para que cayera inconsciente, o mejor dicho, muerto. Lo tenía a mis pies. Podría acabar con él en cuestión de un segundo. Esta vez lo mataría de verdad. No se me escaparía y no volvería a caer en esa mirada. ¡Basta ya! Un fuerte pitido retumbó en mi cabeza desconcentrándome pero el attack no había notado la diferencia puesto que éste estaba más ensimismado en cómo poder levantarse en vez de aprovechar mi guardia baja.
De un salto logró recobrar el equilibrio y estirarse lo máximo posible sobrepasándome de altura. Hacía un segundo yo lo tenía en mis manos y ahora la situación se había intercambiado. No será capaz. Él me quiere. ¡Já!
En sus ojos se reflejaban rayos de furia y con un simple toque en mi hombro, logró tirarme al suelo. ¡Qué irónica era la situación! Tenía que escapar como pudiese. De pequeña solía reptar muy rápido por el suelo y rodar hacia los lados, ahora lo haría mucho mejor. Intenté escabullirme antes de que el tronco golpease mi cabeza – como esperaba a que hiciera – pero en este caso, lo dejó caer y su mirada grisácea se clavó en mí con tanta fuerza que me dejó completamente aturdida. De nuevo volvía aquella sensación que tan pocas veces había sucedido pero que me resultaba familiar.
Dejé caer el tronco al suelo. Apenas podía ver con claridad. Todo se estaba tornando blanco. Algo ilógico cuando era de noche. Cada segundo que pasaba mi vista se iba desvaneciendo y mis músculos no respondían a mis órdenes. Notaba como una sensación extraña quería infiltrarse en mi cuerpo. Luchaba con todas mis fuerzas para poder quitármela de encima, pero era demasiado potente y después de una fuerte lucha interior, la sensación ganó. Mi mente dejó de pertenecerme…otra vez.
Sabía que no era yo la que me estaba moviendo, pero tenía conciencia de lo que hacía. La voz en mi interior que antes me había estado atormentando la notaba más fuerte y poderosa, pero ahora mismo estaba totalmente callada, esperando a lo que el attack hacía conmigo.
Me puse en pie y empecé a golpearme con toda la fuerza que era capaz en la cabeza con mis propias manos. Seguí por mi cara y mi vientre dejando futuros cardenales. Apenas podía respirar puesto que me había atizado un golpe firme debajo de las costillas, pero aun así, visioné entre la maleza restos de vidrio de una botella. Capté el más grande y más afilado. Justo en el momento de hincármelo en el corazón, esa voz que tan siniestramente callada había estado, habló.
-Aarón. Te amo. Sé que tú también a mí y no deseas por nada del mundo hacerme daño. Acuérdate mi amor. No te dejes llevar por el odio. Nuestro amor está por encima de toda naturaleza y si no lo controlamos, si yo me muero o tú te mueres, moriremos los dos a la vez.
No sabía si realmente sentía todo eso que había dicho. Pero las palabras parecían haber sido sinceras y habían salido de mi corazón.
Dejé caer el vidrio y me derrumbé inconsciente al suelo. Lo último que vi fue aquellos ojos esmeraldas que tanto me enamoraban.

No sé exactamente cuánto tiempo había pasado desde que caí inconsciente. Sólo podía escuchar aquellos martillazos que había en mi cabeza.
Al contrario que la primera vez que me ocurrió esto, sí me acordaba exactamente qué era lo que había pasado. No quería despertarme por nada del mundo. Estaba muerta de remordimiento y dolor. No sabía con qué cara podría mirar de nuevo a Aarón. Mi Aarón. El mismo que había deseado matar con todas mis fuerzas. El mismo que se había metido en mi mente y había intentado destruirme por dentro. Pero no lo culpaba en absoluto, es más, era yo la que debía de disculparse para toda la vida. Pero el retumbe iba cada vez a más y fue inevitable volver a la realidad.
Sentí que estaba muy cómoda donde me encontraba. No era mi habitación pero se estaba muy a gusto aquí. Notaba el aire fresco en mis piernas pero por la parte superior de mi cuerpo me encontraba muy cálida. Fue entonces cuando escuché el sonido de un sollozo y el olor de alguien que me resultaba totalmente familiar. Abrí los ojos de golpe al caer en la cuenta de quién se trataba. Pero Aarón no se enteró de mi despertar. Yo estaba en su regazo, sus brazos rodeaban mi cuerpo y tenía la cabeza apoyada en la mía.
Moví los brazos para abrazarlo y giré el torso para apoyar mi cara en su pecho pero este gesto me dejó desgarrada.
-¿Allegra? ¿Mi amor? – su voz estaba totalmente ronca y se había quebrado nada más pronunciar la primera sílaba de mi nombre. - ¿Estás bien?
No estaba segura de cómo sonaría mi voz y no quería preocuparle más de lo que sus ojos reflejaban. Así que simplemente asentí y lo abracé ignorando el dolor que me causaba en mis costillas y mi cabeza.
-Lo siento, lo siento, lo siento. ¡Joder! – gritó a pleno pulmón y seguidamente empezó a llorar a lágrima suelta.
No pude decirle nada porque mis lágrimas ahogaban mi voz. Lo agarré con más fuerza y me escondí en su pecho.
-¿Hasta cuándo? – habló en voz baja, pero no era una pregunta dirigida hacia mí. – No puedo controlarme… Odio sentir cómo mi naturaleza es más fuerte que este amor que siento por ti.
-Eso no es así. – le contradije. Me destrozaba el corazón al escuchar sus palabras. – Nuestro amor triplica lo que deberíamos sentir ahora mismo. Además tú no eres el único que se deja dominar por lo que es. Si no, yo no te hubiera intentado sobrepasar y habría intentado detenerte desde el primer momento en el que te notara fuera de control. – le acaricié su dulce rostro que estaba empapado en lágrimas amargas. – Algún día conseguiremos sobrepasar esa barrera de odio y destruirla completamente sin ningún tipo de riesgo.
-Es de lo que me intento convencer una y otra vez, pero esta es la segunda vez que pasa… y si hay una tercera… si ninguno de los dos es más fuerte que el otro para parar esa lucha… no… no me quiero imaginar lo que pasaría. – me abrazó con más fuerza y no pude reprimir un quejido.
-¿Has visto? Mira lo que te he hecho… soy un monstruo. – su voz era más ronca de lo habitual y su rostro reflejaba frustración, enfado, resignación.
- Supongo que hemos quedado empate ¿no? – reflejé una sonrisa amarga intentando evitar lo máximo posible que mi rostro mostrara el dolor que sentía por todo mi cuerpo. – Primero te gané yo… y tú deshiciste el “hechizo” y ahora… he sido yo. Así que…por favor, dejémoslo pasar ¿vale?
Su intención fue replicar, pero antes de que lo hiciera le sellé los labios con mi dedo y seguidamente me incorporé – con cuidado – para poder probar su tierna boca y las lágrimas que recorrían por sus extremos.
-Además… necesito fuerzas para enfrentarme a lo que me espera mañana. – Se me escapó un suspiro.
-¿Qué ha pasado? – Al menos conseguí distraerlo de su propio tormento. Yo intentaba hacer lo mismo, puesto que tan solo pensar lo que acababa de ocurrir me producía un dolor muy profundo en el pecho.
-Verás… digamos… que nos han descubierto. – sus ojos se dilataron y dejó de respirar durante unos instantes. Se me escapó una carcajada muda que hizo resaltar aún más el dolor.
Su rostro me recordó exactamente al mío cuando me había enterado hacía unas pocas horas.
-Supongo… que tendré que luchar contra ellos… - su voz fue dubitativa pero en mi interior decía que lo estaba deseando con todas sus fuerzas.
-Tranquilo no saben que eres tú. – Juré que por un momento su rostro se había tornado de decepción. Pero no quise recriminarle nada… - Creo que debería irme… se ha hecho un poco tarde.
Nunca pensé que diría esas palabras, pero mi cuerpo necesitaba descansar. Estaba dolida por todo el cuerpo aunque no podía mostrarlo delante de Aarón. Ansiaba estar sola para poder desahogarme y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Tenía motivos suficientes para hacerlo.
Debía de soltar toda la tensión que había acumulado cuando me sometieron al interrogatorio. Llorar por el monstruo en el que me convertía cada vez que me dejaba llevar por mis poderes y hacer daño al hombre de mi vida. Gritar para calmar el dolor que sentía por todo mi cuerpo y mi cabeza (Mañana tendría que entrenar y no sabía si estaría en condiciones). Soltar lágrimas por la distancia que me separaba de mis padres. Maldecirme a mi misma por haber hecho daño a mi mejor amigo. Quería estar sola y llorar hasta la saciedad.
Al pensar en todo lo que me abrumaba, notaba como mis ojos estaban brillantes y apunto de soltar otra lágrima más. Respiré hondo varias veces y me levanté para poder despedirme de Aarón. Abrazarme a él hasta que se me pasase la ansiedad. Sin embargo, él me conocía más de lo que yo creía y notó mi pesadumbre.
Cogió mi cara entre sus manos y me besó lo más dulce y suave de lo que fue capaz. Aquel beso me dejó totalmente atontada y cerré los ojos para poder sentirlo mejor. Una gota amarga incontrolada se derramó por mi rostro.
-Te amo. Duerme tranquila, descansa y calma tu dolor. – Nuestras lágrimas se enlazaron formando una sola que discurría por nuestras mejillas hasta caer en nuestras manos enlazadas. – Te juro por la vida de mi hermana que no volverá a ocurrir nunca jamás.

1 comentario: