sábado, 6 de marzo de 2010

Capítulo 22. Dolor.


22 DOLOR
Posé mi dedo sobre su boca y me aparté de él poco a poco. Deseaba volver a mi habitación pero también quedarme junto a él toda la noche. Sabía que sería demasiado arriesgado no volver, tanto para él, como para mí.
Empecé a andar e irremediablemente lo hice cojeando. No quise girarme para ver su rostro roto de dolor. Ya había sido suficiente. Escuché los pasos alejarse y no pude evitar mirar hacia atrás. Empezó a correr tan rápido que en cuestión de segundos ya había desaparecido. No me había gustado demasiado lo último que me había dicho. Sonaba demasiado… cortante. Una idea se me pasó por la cabeza pero la descarté rápidamente. No volverá a ocurrir nunca jamás. Demasiado sospechoso. De nuevo la idea me venía a la mente pero no podía ser. No sería capaz de hacerlo.
Recordé entonces el momento en el que Edward deja a Bella y ella se queda allí tirada en mitad del bosque sin que nada le importase. Por un segundo me faltó la respiración, pero yo no era como Bella. Yo sería más fuerte y podría seguir con mi vida… Oh no… mierda. Nunca podría seguir adelante si Aarón me faltaba, ahora que lo tenía. ¡Pero qué demonios dices! Jamás me dejará. Aarón me ama. De nuevo la voz que nos había salvado a ambos habló en mi corazón. Pero era tan parecido al libro. La misma escena, casi la misma situación, parecidas palabras. No. No. No. No.
Intenté razonar con más calma. No sería tan estúpido. Él sabía perfectamente que tanto él como yo estábamos más o menos a igualdad de fuerza y poder. No era el caso en el que el temerario vampiro temía por la vida de su frágil humana. No. Ambos éramos poderosos humanos, con la suficiente fuerza de matarnos mutuamente. Vale. Él creía que tenía más poder sobre mí porque se podía meter en mi mente y matarme desde dentro. Sin embargo, lo que Aarón no lograba saber era la utilidad del mineral y que yo no lo llevaba puesto. Tendría que contarle todo mañana… Porque vendría mañana… ¿No? ¡Sí!
Fui caminando muy despacio entre los árboles. Lo cierto era que me dolía todo el cuerpo y no tenía muchas fuerzas. Conforme iba avanzando notaba como me costaba más respirar y como el dolor de cabeza iba en aumento. Las piernas me pesaban el doble de lo que yo creía y la visión se estaba tornando neblina. Sabía que me encontraba no muy lejos de la residencia pero lo suficiente para no ver la parte más alta. Había estado caminando durante más de cincuenta minutos cuando siempre se llegaba en menos de cinco. No sería capaz de llegar. Me derrumbaría inconsciente antes de tiempo y no aparecería hasta el día siguiente. Me echarían la bronca del siglo y me harían mil preguntas por mi estado. No podía permitirme eso… pero era inevitable. Hice mi último esfuerzo gritando el nombre de Guille lo máximo que pude (no quise llamar a Aarón ya que sería demasiado para él verme allí tirada) y después de eso… caí al suelo inconsciente golpeándome en las costillas dañadas y provocándome más dolor.

Cuando empecé a recobrar la consciencia, sabía perfectamente dónde me encontraba. Estaba en mi habitación. Abrí los ojos lentamente. El cuarto estaba iluminado tenuemente por la luz de la lámpara que estaba situada en el escritorio. Debía ser muy entrada la noche. Sin embargo, no estaba sola. Había un murmullo incesante que provenía cerca de la mesa del ordenador. Nadie había notado mi despertar. Intenté agudizar el oído para oír mejor.
-¿Cómo has dicho que la has encontrado? – esa voz pertenecía a Cristina.
- Tirada en mitad del bosque. Tiene magulladuras por todo el cuerpo. – la voz de Guille sonaba muy preocupada.
-¿Crees…? – empezó a decir Sandra.
-No. – zanjó. – No puede ser. Si hubiese sido un attack no estaría viva en este momento.
-La peque es muy fuerte. Nada más hay que verla lo avanzada que está. – apostilló Lucas.
-Aunque hubiese ocurrido lo que estamos pensando, el hecho de que ella cayera inconsciente y el attack se marchase dejándola así, sin más, es totalmente improbable. – el tono de voz de Guille había pasado a ser duro.
-¿Y si ella hubiese caído inconsciente después? – quiso saber Cristina.
-Cuando un attack y un inmunita emprenden una pelea se hace casi imposible parar hasta que el otro no esté muerto. – instintivamente un escalofrío recorrió mi cuerpo.
-Pero ¿entonces? – preguntó la voz de Ángel.
-No sé. No puedo visionar nada de ella hace unas horas. Solo veo oscuridad. Y ¿Vosotros?
-Tampoco. – hablaron al unísono.
-¿Y si la simple y sencilla razón es que con la persona que haya quedado le ha pegado una paliza? – escuché a Mabel por primera vez intervenir. Todos enmudecieron sin saber qué decir.
-¿Y por qué razón no podemos verla? – habló Sandra al cabo de un rato.
-Quizá tendremos que hablar con mi padre o algunos de los profesores. – su tono fue demasiado seco y rudo para mi opinión.
Mierda. Tenía que evitar eso a toda costa. Había conseguido que mi abuela no contase nada hasta el fin de la residencia, pero no había convencido a los demás profesores de que no les contase la verdad. Guille tenía que olvidar esa opción cuanto antes. No podía permitirme que supiese la verdad ya que pondría en peligro a Aarón. Hice lo primero que se me ocurrió. Gemí.
En cuanto se dieron cuenta que me había despertado, la conversación cesó y mi grupo de amigos rodearon la cama e incluso la invadieron.
-Peque ¿Cómo estás?
-Allegra ¿Estás mejor?
-¿Qué te ha pasado? – hablaron todos a la vez que no identifiqué quienes habían preguntado.
-¡Ay! ¡Parad! – mi intento de grito se fracturó a mitad de camino. Al haber esforzado a mi diafragma y a mis costillas para poder hablar alto, el dolor que había sentido, se había duplicado. Hice una mueca de dolor.
-Vamos por partes. – Intentó razonar Cristina que estaba sentada en el borde de la cama. – Esta noche has salido, ¿no?
-Pues no la ves. Se nota. Además nos lo dijo esta tarde. – se adelantó Mabel. Recibió un siseo de todos.
Todos los que había en mi habitación estaban clavando sus miradas en mí. Cosa que me hacía sentirme cohibida, así que asentí.
-Vale. Segunda cuestión. ¿Podemos saber con quién? – Ángel formuló la pregunta que todos se estaban haciendo en sus mentes.
Antes de responder, observé a Guille de reojo. Su rostro mostraba frialdad, indiferencia. Sin embargo, sus ojos negros no reflejaban lo mismo. Diría que dolor, decepción e incluso amargura. Estaba en un rincón de la habitación con los brazos cruzados sobre el pecho. Aquella habitación donde tantas noches había pasado. Donde tantas risas y abrazos habíamos compartido.
Pero no me podía desviar del tema en el que estaba ahora. Tenía que inventar algo para que no descubrieran a Aarón, que explicase la razón por la cual no me podían haber visto y que no incrementase la opción de ir a hablar con los profesores sobre su neblina visionaria. Intentaba pensar lo más rápido posible pero no se me ocurría ninguna razón que justificara sus cegueras. Así que la única solución que resultaba viable era desviarme por otro camino que les hiciera olvidar todo este asunto.
- A ver… son mis asuntos. ¿Por qué os tenéis que meter? – No quería sonar muy cortante pero me salió natural.
-Por la simple razón de haberte encontrado inconsciente en las afueras de la residencia y sin poder saber qué es lo que te ha pasado. Sin saber si podíamos avisar a tu abuela… - Guille habló desde el rincón. Su voz ruda me hizo estremecer.
Se fue acercando hacia la cama a medida que los demás le dejaban paso. Su rostro fue cambiando de la hostilidad a la preocupación, para dar paso a la desesperación. Al ver su cara se me rompió el corazón. No podía seguir por ese camino de antipatía. Quizá fuese fuerte en el ámbito de la lucha y lo físico pero en lo moral… muy pocas veces podía superarme a mí misma. Sopesé la alternativa de contarles una verdad… algo distorsionado.
-¿Queréis saber la verdad?
-Por favor. – Suplicó Ángel. Suspiré lentamente para no dañarme.
-Cuando hablé con vosotros esta tarde os dije que iba a salir… ¿cierto? – dejé pasar un momento para hacerme una idea de cómo iba a seguir. – Pues… en efecto, salí. – Mabel movió bruscamente la cabeza asintiendo. – Quedé con… - titubeé – bueno eso no importa. – Guille frunció el entrecejo y bajó la mirada. – El caso es que estaba en los bosques de alrededores, cerca de la autovía. Un coche había parado y los hombres que había dentro se bajaron para…bueno descargar su vejiga. Para ese momento yo ya estaba sola y me dirigía para volver. Pero debía ser que estaban ebrios o algo que se acercaron a mí y me empezaron a decir cosas. Yo los ignoré y seguí adelante, pero ellos me seguían. Todo estaba muy oscuro. – notaba como las mentiras salían de mi boca sin pensar. Estaba sorprendida de mí misma. – Tan oscuro que choqué contra un árbol y caí al suelo. De ahí el dolor de cabeza. Los tipos aprovecharon la ocasión y empezaron a golpearme por todos los lados. Costillas, cabeza, hombros… todo. Me dolía todo el cuerpo. Empezaron a insultarme y a decirme que todas éramos iguales. Me quedé muy quieta para que creyesen que había caído inconsciente y se marchasen. Cosa que funcionó. Cuando se marcharon me incorporé poco a poco, apenas podía moverme y caminé lentamente hacia la residencia. – al menos esto era verdad. – Hasta que ya no pude más y caí inconsciente donde me encontraste. – me dirigí hacia Guille que estaba totalmente pálido.
Al parecer la historia había causado más impacto de lo que esperaba y puede que nadie sospechase ahora de la razón por la cual no podían verme. Pero si ahora no lo hacían, lo harían más tarde cuando lo asimilasen. Así que lo aclaré con otra pequeña mentira.
-Al mediodía estuve hablando con mi abuela sobre algo – esperaba que nadie hubiese estado vigilando nuestra conversación – y me contó que cuando hay total oscuridad en algún lugar, las visiones se vuelven casi nulas hasta tal punto de impedir la visión de las personas corrientes. Quizá eso explique por qué razón no habéis podido verme durante estos días… - me encogí de hombros.
No estaba muy segura de mí misma… Pero me sorprendía creer que todas esas listas de mentiras las había soltado en un momento. Se quedaron callados durante varios minutos. Miré uno a uno los rostros pero no expresaban nada. Solo seriedad y no me miraban a mí… estaban sumergidos en sus propios pensamientos. De repente empecé a tener miedo. No sabía si se lo habían tragado o no. No mostraban absolutamente nada. Los segundos cada vez se me hacía más eterno y ninguno era capaz de decir alguna palabra.
Se me estaba acabando la paciencia y justo en el momento de explotar y contar toda la verdad, se me abalanzaron todos encima. Este era mi fin… me habían descubierto. En unos segundos más tarde, estaría muerta.
-Lo sentimos mucho peque. Malditos cabrones.
-¿Eh? – fue lo único que conseguí decir.
-Como han podido hacerte eso… si… si yo hubiera estado allí no los habría dejado con vida… Hijos de puta. – bufó Lucas.
-Nunca te volverá a ocurrir eso Allegra. A partir de ahora cuando salgas, estaremos contigo. – dijo Cristina frotándome suavemente la pierna desde el final de la cama.
-Pero no… no hace falta, chicos. De verdad. La próxima vez tendré mucho cuidado, y no me pillarán. Os lo aseguro. – Intentaba calmarlos. Lo que me hacía falta ahora es que me siguieran cuando quedase con Aarón.
-Eso te lo puedo asegurar. Porque no va a haber una próxima vez. – se me descompuso el rostro cuando Guille habló. Se dirigió a los demás. – Chicos, ¿os importa dejarnos a solas? Además ya es tarde. Tenemos que descansar todos.
Los demás se marcharon uno a uno. Mabel fue la última en dejar la habitación, no sin antes mandarme una mirada de fuerza y voluntad para contarle la “infidelidad”. Una vez que se fueron todos, Guille se sentó en el filo de la cama y clavó en mí su mirada más intensa.
¿Qué pretendía Guille? ¿Alejarme de Aarón? Por muchas excusas que pusiera y órdenes, por nada del mundo dejaría que algo se interpusiera entre Aarón y yo. Ya había demasiadas cosas en contra nuestra, como para sumarle otra más.
-Vale… A ver… - No sabía por dónde empezar. Se frotaba las manos con frecuencia y desviaba la mirada. Mientras me hablaba lo hacía fijando la vista en la colcha de la cama. – No sabes cuán de embarazoso me está resultando esto. Pero voy a ir al grano. – Respiró hondo y lo soltó - Sé que estás con otro. Yo no sé que tendrá para tirar por la borda tantos momentos que hemos pasado… Pero lo cierto es que lo prefieres antes a él que a mí. – hice el amago de responder pero me calló con el dedo. – Déjame terminar a mí, por favor. Puede que lo quieras a él más que a mí. Pero no es seguro para ti. Mira lo que te ha pasado. – me acarició el rostro. – Yo quiero que estés bien por encima de todo. Y por ese motivo, te pido… por favor… que mañana no salgas. Que te quedes aquí conmigo. Volver a vivir los momentos de antes. – Cada vez su voz se volvía más débil. – Yo te puedo hacer feliz. Te puedo dar todo lo que él te dé. Quédate conmigo por favor. Te necesito. No puedo estar sin ti. Son tantos momentos pasados… ¿Te acuerdas de aquella vez en la buhardilla? Fue lo mejor. – sonreí al recordar aquellos momentos. – Allegra, peque, no vayas… olvídalo. Es peligroso para ti. – No sabes hasta qué punto. Pensé.
Pero no podía seguir con esto. Me estaba partiendo el corazón nada más oírlo pero no podía continuar con la falsa y hacerle aún más daño. No le deseaba el mal a nadie… bueno sí, a los attacks. Pero eso era algo evidente. Tenía que hacerlo ya, o sería peor.
-Guille… esto me duele tanto o más que a ti. Yo te quiero… - sus ojos brillaron por un segundo. – pero como amigo. Como amigo no… como mejor amigo. Yo sé que tú me puedes proporcionar todo lo que desee y que siempre estarás a mi lado, pero mi corazón le pertenece y nadie lo puede cambiar. Si pudiera cambiarlo y estar junto a ti. Amarte y corresponderte… sinceramente lo haría. Pero… de verdad, es superior a mí. – le cogí la mano para infundirle valor pero la rechazó. – No me puedes pedir que lo deje de ver, sería cómo pedir a la Luna que deje de brillar. Sé que pronto vas a estar bien, y encontrarás a alguien que te quiera como yo no lo he hecho.
-¿Pero no lo ves? ¡No puedes salir así! No te conviene. – su semblante se había alterado en un segundo. Se levantó bruscamente y empezó a dar vueltas por toda la habitación. - ¿Cómo crees que voy a estar tranquilo pensando que andas por esos bosques con un tío con el que ni siquiera puedo verle la cara? Te lo tengo que prohibir. Joder Allegra, no quiero que te pase algo peor… ¿Te has visto como estás? ¿Tienes la mínima idea de lo que sentí cuando te vi tirada en el suelo y con moratones por todos los lados? Creí que no estabas viva… que un attack te había encontrado. No sabía nada. No puedo dejarte marchar otra vez. Además no estás en condiciones de andar por ti misma. Ya no es por el hecho de que… me hayas roto el corazón o el hecho de que ya no seamos novios. Joder yo quiero seguir estando a tu lado, aunque sea como amigo. Pero aun como amigos, no puedo verte dañada. ¿No lo entiendes? – se sentó derrotado en el sillón esperando mi respuesta. Cosa que no iba a ser muy agradable.
-Claro que sí. Pero es mi vida, mi decisión y no me puedes prohibir cosa alguna, porque ya no somos nada. – vi como sus pupilas se dilataban ante la precisión. Sabía que le dolía. Pero no encontraba otra alternativa. – Lo amo, Guille. Y lo veré cuando quiera. Sé que no me volverá a ocurrir algo parecido. De verdad. Tienes que confiar en mí.
-Está bien. Lo que tú quieras. Ahora si no te importa, me voy a dormir. Son las 4 de la mañana y creo que deberíamos descansar. Me voy a mi habitación. Si necesitas algo… llama a Mabel, que está en frente de ti. – me dirigió una mirada hostil, llena de dolor y se marchó.
Al fin estaba sola. Aunque el hecho de que no volviera a estar más acompañada el resto de las noches que me quedaban en la residencia me hacía sentirme diminuta. Pero me reconfortaba pensar que algún día Aarón y yo dormiríamos y pasaríamos el resto de los días juntos.
Aunque había pasado una de las partes peores… mi cuerpo inconsciente reunió toda la tensión, toda la desesperación, todo el dolor, tanto de mi corazón por la ruptura de mi mejor amigo como por el dolor físico que sentía mi cuerpo. Se fueron acumulando para dar a lugar a una inmensa bola de desesperación que fue subiendo hasta mis ojos para ser derramados en lágrimas amargas. No podía dejar de llorar. Tantas imágenes se me venían a la cabeza… Era la primera vez después de que ocurriera todo esto, que mi cuerpo había reaccionado así. Suponía que esto último había sido la gota que colmó el vaso.
Numerosas gotas saladas resbalaban por mi cara, silenciosas, con algún que otro quejido quebrado por el dolor de mi cuerpo. En ese momento no existía nada que fuese yo y mi llanto. Así fue como entré en la inconsciencia del cansancio la segunda vez en esa noche.

Por la mañana, me sentía mejor aunque no hubiese tenido mi mejor noche. Había tenido sueños bastantes raros. Todo relacionado con agua y dolor. Aún sentía en mi cara las lágrimas secas de la noche anterior. Sabía que había dormido más bien poco, puede que ni si quiera unas 4 horas… pero había entrado en un trance profundo. Intenté incorporarme para poder ir al baño. Lo intenté, pero mis piernas no tenían la suficiente fuerza como para aguantar mi cuerpo. Necesitaba darle movimiento a todos mis músculos, habían estado demasiado parados. Giré las articulaciones una a una, desde el tobillo hasta el cuello. Cada rotación hacía que crujiesen como dos piedras chocándose entre sí, en un golpe seco.
Una vez que ya conseguí ponerme en pie y mantener el equilibrio, ahora el problema estaba en los músculos y las costillas. Cuando mi tórax se llenaba de oxígeno para respirar, las costillas se ampliaban y hacía que se quebrasen un poco más de lo que estaban ya… Caray… ¿Tanta fuerza tenía como para fracturarme las costillas? ¿O estaba siendo muy exagerada? Fuera como fuese, tenía que quitarle importancia a mi “accidente” y no preocupar a mi abuela cuando me viese. De todos modos, hoy no podría ir a clase.
Cogí del botiquín del cuarto baño una venda y me la enrollé por todo el torso con cuidado, pero con consistencia para evitar que se movieran lo mínimo posible. Posteriormente, cogí un pantalón vaquero y un jersey largo azul oscuro. Con sumo cuidado me puse el jersey y el pantalón para evitar el máximo posible el dolor. Eran las 8 de la mañana así que estaba a punto de dirigirme hacia el comedor cuando Mabel abrió la puerta de su habitación y nos encontramos cara a cara en el pasillo.
-¿Estás mejor? Veo que puedes andar por ti misma… - esbozó una sonrisa amable. – Me alegra saber que no es tan grave como parecía. – me rodeó por los hombros mientras caminábamos hacia el ascensor.
Estuvimos calladas durante todo el trayecto. Sabía que quería preguntarme sobre él y yo sabía que debía de contárselo… pero ninguna de las dos lo conseguíamos. Entramos en el ascensor y pulsé el botón C.
Tenía que conseguir las fuerzas suficientes y contárselo. Al fin y al cabo era mi amiga y no teníamos secretos… bueno… lo mío era distinto. Respiré hondo lentamente varias veces para infundirme valor y empecé a hablar.
-Mabel… - se giró para mirarme, pude captar en sus ojos como lo había esperado – bueno… supongo que ya… tienes el camino libre. – le lancé mi sonrisa más reconfortante, pero notaba como mis ojos no lo reflejaban.
-Hiciste bien… pero tampoco quiero que lo paséis mal… - su rostro era sereno pero triste – Ninguno de los dos os lo merecéis… y yo no voy a ser quien se decida… lo tiene que superar. Aunque estaré ahí dándole mi apoyo en todo lo que pueda… y a ti también. – me abrazó fuerte.
-¡Ay! – automáticamente se separó.
-Lo siento.
-A mi no me hace falta consuelo… aunque me duele… mucho… pero él lo necesita bastante más que yo.

Aunque las clases de los sábados, nada más duraran 4 horas, no fui a ninguna de ellas. Todas eran de práctica y mi cuerpo necesitaba descansar. Mi abuela se puso hecha una histérica, pero también se tragó la historia de los borrachos. Me había pasado toda la mañana en la sala común viendo películas y leyendo. Sentía unas ganas inmensas de ver Aarón de nuevo. Lo ocurrido anoche me dejó bastante preocupada y quería volver a abrazarlo. Joder, no podía ser que cada vez que nos viésemos ocurriera una pelea… esto había que pararlo de algún modo, así que después de comer le pedí a Marina, la entrenadora de concentración que me diese unas clases extras para poder controlar más los impulsos y los torrentes de poder que se daban cuando había un attack cerca. No se me ocurrió otra excusa que contarle, que quería llegar a la altura de mis compañeros. Una excusa bastante mala y típica, pero funcionó. Al menos no me preguntó nada más.
Después de esas dos horas intensivas, cosa que me vino estupendamente ya que me sentía mucho más fuerte y decidida, me dirigí a mi habitación para arreglar el desastre que tenía que ser mi pelo y mi cara para ver a Aarón.
Encendí el ordenador y puse mi lista de reproducción al tope de volumen. Ya se me habían pasado los dolores fuertes de cabeza y me sentía estupendamente, salvo por el dolor de las costillas que me producía al andar muy deprisa o respirar muy profundo. Hoy tendría que salir mucho antes, ya que no podría correr. Escuchando MK ultra de Muse, me pareció oír el sonido de la puerta de la habitación, pero debía ser la música ya que a cada instante me parecía oír como tocaban la puerta o sonaba mi móvil, cosa improbable, ya que estaba estropeado. Después de unos retoques a mi cara y una coleta improvisada decidí que ya estaba lista para volverlo a ver. Tenía tantas ganas de quitarme ese presentimiento del corazón que me decía que no iba a estar allí…
Me dirigí hacia la puerta para salir, pero estaba cerrada. Qué raro… ¿Yo había echado la llave? Puede que sí… la busqué por los bolsillos de mi pantalón, por la mesa, por la cama, por el cuarto de baño, por todos los lados pero no aparecía. Me estaba empezando a poner nerviosa… la puerta no se abría y me tenía que ir… Busqué como una histérica la puta llave que no conseguía encontrar… Desesperada, golpeé la puerta y empecé a chillar para ver si por alguna casualidad Mabel me oía, o Sergio o quien fuera.
-¡Hola! ¡Me he quedado encerrada! ¡No encuentro la llave! ¡¿Podéis avisar a Paco?! ¡Tengo que salir! – repetía una y otra vez, pero nadie contestaba.
-Joder… - empecé a golpear la puerta omitiendo el dolor que me provocaba todo mi cuerpo.
Miré el reloj. Las 8 de la tarde. En una hora había quedado con él, como siempre y yo estaba aquí, encerrada como en una pesadilla, sin poder salir. Me estaba quedando sin voz, pero alguien me interrumpió en medio del ataque de pánico.
-¿Allegra? – Conocía esa voz perfectamente.
-Gracias a Dios… - solté un suspiro de alivio – Guille sácame de aquí. No encuentro la llave por ningún lado.
-Lo sé.
-¿Cómo que lo sabes? – Dejé de respirar. Tenía un presentimiento muy raro y no me gustaba nada de nada.
-Lo siento, pero tengo que hacerlo. Es por tu bien. Te lo dije.
-¿Q-Q-Qué? Guille… venga, va, ábreme la puerta que he quedado. – intentaba ir por el buen camino.
-Ya sé que has quedado. Pero peque, te lo dije ayer. No puedo dejar que vayas así como estás.
-Sí que puedo. Estoy bien. Si me has visto andar, además ya no me duele nada. – mentí. – Venga por favor, ábreme. – empezaba a suplicar.
-Entiéndeme no puedo dejar que salgas, no sabemos quién puede andar por ahí fuera.
-Nadie peligroso – hablé una octava más alta. – Si fue solo casualidad. Voy a tener cuidado, por favor Guille. Necesito verle. – rogué.
-Por una vez que no vayas no le va a pasar nada. Lo comprenderá.
-¡No! ¿No lo entiendes? ¡No lo va a comprender! Hoy es muy importante para los dos.
Realmente lo era. Necesitaba verle y decirle que estaba bien. Que lo sentía mucho y que tendría más cuidado. Le quería contar lo de los minerales y que entendiese que ninguno éramos más superior que el otro. Tenía que presentarme para que se calmara. Y volver a sentir su calor. Este sentimiento en el pecho me estaba ahogando.
-¿Qué pasa con hoy? ¿Celebráis vuestro primer mes? ¿Año? Qué bonito… pues tendrá que esperar a mañana, porque hoy no sales. – habló con total desprecio.
-Por favor, por favor, por favor. Hazlo por mí. No pienses que voy a ver al tío con el que te he sido… infiel. – la palabra no tenía sentido para mí. – Piensa que tu mejor amiga va a ver al chico del que está realmente enamorada. Hazlo por la amistad, no te dejes llevar por el amor.
-No me puedes pedir eso Allegra. No me puedes pedir que interponga la amistad a este amor que siento. Porque tú no lo has hecho. Si no, ahora mismo seguiríamos juntos.
Tenía toda la razón. No estaba siendo justa con él. Pero es que tenía que ver esos ojos esmeralda e infundirle valor para seguir adelante. Y ya se me estaba acabando la paciencia.
-Te lo suplico. Te lo ruego. Te juro que no me van a pillar ninguna panda de tíos borrachos, voy con una linterna si hace falta, llevaré una pistola si eso te tranquiliza, pero no me dejes aquí.
-Lo siento…
-No hagas que me enfade. No me conoces realmente cabreada. – Mi paciencia estaba llegando a los límites.
-Puede que no. Y puede que lo haga esta noche. Pero enfadada o no, hoy te digo que no vas a salir.
Miré el reloj. Las 8 y media. Joder, como avanzaba el tiempo. Con cada avance de la manecilla del reloj, cada célula de mi cuerpo comenzaba a alterarse.
-Guille ábreme la puerta. – respiraba hondo para no perder el control ignorando el dolor que me producía las costillas.
-No.
-Guille, por favor, ábreme la puerta ahora. – mi voz cada vez se iba elevando más.
-No.
-¡Ahora! – mi cuerpo se estaba retorciendo de ira. La paciencia estaba a tan solo dos milímetros de acabarse.
-No.
-No te lo voy a decir otra vez. ¡Ábreme la puertaaaaa! – chillé con tanta fuerza que me entró la tos.
-No. – zanjó.
-¡Te odio! ¡Eres lo peor! Ábreme… te lo suplico… necesito verle… - de la furia que recorría mi cuerpo, pasé al llanto. Me deslicé hasta el suelo y me quedé arrodillada. – Vas a conseguir que no existas para mí.
-Si con eso consigo que te quedes aquí, está bien. Dejaré de existir para ti.
-No sabes lo que estás diciendo. Te estás dejando llevar por los celos. Ya no es la protección. Son los putos celos. Sabes que estoy bien y que no me va a ocurrir nada. Lo has estado viendo. Has visto que al día siguiente voy a estar perfectamente. – estaba totalmente desesperada. No sabía que decirle para que entrara en razón.
-Claro que vas a estar perfectamente. Porque he visto que no vas a ir.
-Las visiones no son siempre ciertas… ¿Lo sabes?
-Ajá. Pero esta sí. Me voy a encargar expresamente de que no salgas de esta puerta durante toda la noche.
Como una bomba de relojería, mi cuerpo saltó inesperadamente lleno de una auténtica ira que jamás había experimentado y mis palabras salieron de mi boca diciendo todo lo que sentía.
– Escucha lo que te voy a decir. Lo has conseguido. ¿Esto es lo que querías? Pues bien. Para ti, estoy muerta… ¡¡¡MU-ER-TA!!! No se te ocurra dirigirme la palabra en todo lo que te queda de vida. No te atrevas a posar tus ojos en mí, porque como yo me llamo Allegra Ranzzoni, te juro que te mato. Y lo digo de verdad.
-Sé que ahora estás enfadada conmigo, pero algún día me lo agradecerás.
-¡Já! ¡Nunca! Por tu bien, espero que cuando salga de aquí. Porque voy a salir, - enfaticé - no te entrometas en mi camino, porque lo lamentarás.
-Te abriré cuando te calmes… pero mañana por la mañana.
-¡Y una puta mierda! Voy a salir de aquí. Te lo juro. – No me reconocía a mí misma. Pero era tal la impotencia que sentía que mi boca no hacía más que soltar palabras para desahogarme.
-Por la puerta seguro que no… y por la ventana… estás en un 5º piso… te matarías. Y si te matas, entonces sí que no podrás verle.
-¡CÁLLATE! – Observé el reloj. Las 9. Ya estará allí. Estará apoyado en aquel tronco esperándome y no yo no apareceré.
Aarón no me esperará mucho tiempo. Pensará que no quise verle después de lo sucedido, dejará de venir, su amor se romperá y ese lazo que superaba nuestra naturaleza, se quebrará. No tendré más motivos que luchar con él cada vez que nos encontremos aunque cada fibra de mi ser lo lamente.
Tenía que ir allí sí o sí. No podía permitirme el hecho de no aparecer esta noche, porque si no llegaba hoy, algo en mi interior me decía que no volveríamos a encontrarnos en aquel pequeño espacio cedido por la luna nunca más. Así que tenía que buscar cualquier excusa o acto para poder salir de mi habitación que ahora me parecía una prisión.
-¿Y si me da por rajarme las venas? ¿Vas a dejar que muera desangrada por no abrirme la puerta? – Intentaba hacerle chantaje.
-Lo podría ver si lo planeases. Además, sé que no vas a hacer nada de eso.
-Puto inmunita…
Saqué toda la ropa de mi armario y empecé a hacerle nudos uniéndola unas con otras para crear una cuerda y poder bajar. Sí, igual que las películas.
-Se romperá y caerás al suelo. – se adelantó a mis planes.
Lo ignoré. Miré de nuevo el reloj. Las 9 y media. Joder ya tenía que estar preocupadísimo. Eso si no se había ido ya. ¿Y si no había aparecido? ¿Por qué coño no había arreglado mi móvil antes? Tenía que hacer cualquier cosa para salir. Me daba igual romper lo que fuese, pero de alguna manera tenía que abrir la maldita puerta. Cogí el mando de la televisión y empecé a golpear el pomo de la puerta. Pero tal y como suponía el mando se partió en dos antes de hacerle el más mínimo rasguño. Probé con otra cosa, cogí el cargador del móvil estropeado. Total, si me lo cargaba no importaba, el móvil ya estaba roto de por sí. Tampoco funcionó, se me estaban acabando los objetos con que dar al pomo. Mientras, Guille seguía avisándome que cada cosa que captaba no iba a funcionar. Las 10 de la noche. La única alternativa era mis piernas. Me dolía todo el cuerpo, pero tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para conseguir llegar. Aguanté la respiración y empecé a asestarle patadas a la puerta.
-Te vas a hacer aún más daño. Túmbate y descansa. Mañana hablamos.
Lo ignoré. No sabía de qué mierda estaban construidas estas puertas pero no conseguía deformarlas, tan solo arañarlas. Estaba fuera de control, los minutos pasaban como segundos y el tiempo avanzaba llevándome cada vez más lejos de Aarón.
Mi mente empezó a trabajar por sí sola concentrando todos mis poderes de inmunita en mi cabeza. Ya había conseguido mover un banco la primera vez que Aarón y yo nos peleamos, ¿Por qué no podía mover una puerta? ¿O aunque fuera solo abrirla? Me concentré lo máximo posible en ella e intenté expulsar todo ese torrente de poder hacia fuera. Noté como un flujo se disparaba a través de mi cuerpo y observé como la cerradura comenzaba a moverse. Un poco más de esfuerzo y conseguiría arrancarla. Grité de puro sacrificio. La cerradura había salido disparada hacia mi cama arrancando los restos de madera y puerta que se había encontrado por el camino. Un segundo después toda esa oleada de poder había desaparecido. Estaba agotadísima, pero no podía permitirme el lujo de desplomarme en el suelo y descansar. Las 10 y veinte. Guille entró sorprendido de lo que había pasado. Ver su cara me produjo un gran retortijón de ira y a la vez de pena pero no podía entretenerme matándolo, de eso ya me encargaría mañana… o más tarde, cuando volviera. Sin embargo, no iba a quedarse tan tranquilo. Le pegué dos bofetadas con toda la fuerza con la que fui capaz y le pegué una patada en… bueno, en sus partes. Eso lo mantendría ocupado lo suficiente como para que pudiese salir. Conseguí aguantar todo el dolor que me producía gracias a la fuerte venda que me había enroscado en mi cuerpo, pero aun así, el dolor se hacía casi insoportable.
Corrí lo máximo que podía. Dolorida como estaba, mis poderes físicos no funcionaban lo suficiente pero algo más veloz sí que era capaz de correr. El aire golpeando mi cara provocaba la desaparición de mis lágrimas rápidamente. La vista se me volvía más nula conforme iba avanzando. El corazón me latía aún más rápido de lo que podía contraerse. Esquivaba cada árbol como simples flores en mitad de mi camino. Sin embargo, sabía perfectamente a donde me dirigía. Al cabo de 15 minutos llegué a aquel círculo nocturno donde el tronco tumbado y los rayos de luna nos esperaban. Pero como cabía de esperar… No había nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario