lunes, 29 de marzo de 2010

Capítulo 23. Despertar.


23 DESPERTAR
Me derrumbé en mitad de aquel bosque que ahora me parecía tan… tan vacío y empecé a llorar desbordadamente. Entré en un ataque de nervios y chillé ferozmente. La rabia inundó mi cuerpo de nuevo. Me levanté y comencé a pegarle patadas a aquel tronco donde hacía tan solo un día habíamos estado abrazados. La ira me cegaba y todo mi cuerpo se convulsionaba de arriba abajo. Me sentía fuera de control.
Noté como de nuevo, el flujo de poderes que sentí cuando rompí la cerradura, envolvía mi cuerpo y junto con la cólera, un tronco que se encontraba alrededor salió disparado colisionando con un árbol, el cual éste tembló. Lo mismo hice con todos los troncos reducidos o ingentes que se encontraban por la periferia de aquel círculo cerrado. Las hojas caídas de los árboles por el frío otoño salieron disparadas formando un remolino a mi alrededor que me dejaron sin visión del bosque.
Algo totalmente nuevo se encendió en mi interior. Mis poderes estaban totalmente al límite. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo. Podía sentir como una energía íntegramente nueva se movía por cada célula de mi cuerpo. Me sentía extrañamente bien bajo la influencia de lo que aquello fuera. Cerré los ojos para poder saborear mejor, aquella sensación que no sabía cuánto iba a durar. Ya no me sentía enfadada, ya no sentía pena, estaba en un estado totalmente calmada, llena de paz. Entreabrí los ojos y pude ver que alrededor del emplazamiento donde me encontraba, estaba cubierto de luz. Las hojas habían parado de moverse y se habían depositado una tras una en su sitio donde nunca pareció moverse. Me costó encontrar cuál era la procedencia de ese haz de luz. Era yo.
Parecía que había viajado a un lugar fuera de la tierra, pero aún seguía en el bosque. Podía sentir que respiraba un aire de distinta composición que aquí. El suelo no estaba compuesto por simple tierrecilla o hierba, sino más bien por algo totalmente desconocido, pero muy delicado. No oía el simple susurro del viento, podía oír la calma, la satisfacción, la alegría como tales. Extrañamente, pude sentir que estaba con Aarón, que él estaba a mi lado, sintiendo todo esto, cogiéndome de la mano. Noté como un cosquilleo recorría mi mano derecha. Entonces olvidé todo lo que había ocurrido, todo lo de anoche, todo lo de hoy. Simplemente podía notar su presencia junto a mí y éramos felices.
Ese despertar se fue desvaneciendo poco a poco hasta volver a la cruda realidad. Todo aquello que había experimentado, se fue disipando. Volví a estar en el círculo… sola, ante los rayos de luna, completamente a oscuras. Ahora me era imposible sentir rencor, amargura, todo lo que advertía era una extraña sensación que me decía que todo iba a salir bien. Que no me preocupara de lo ocurrido hoy.
Misteriosamente, todo el dolor de mis costillas, cabeza y torso desaparecieron, curándome de todo malestar. Volvía a estar en plena forma e incluso diría que mucho más fuerte. Lo tenía claro, algo había despertado en mi interior.
Anduve por el bosque hasta la residencia demasiado atontada. Sabía que podía correr al máximo e incluso más y llegar en tan solo un par de minutos, pero me encontraba un tanto maravillada y por consiguiente, estúpida. ¿Cómo podía estar tan tranquila y sosegada después de lo que me había ocurrido? Guille me había dejado encerrada en mi habitación y eso había supuesto lo más posible la pérdida de Aarón, por lo menos durante una semana o más. Ya lo hizo cuando dañó a su hermana, no me extrañaría que también lo hiciese esta vez. Eso si aparecía. Pero sin embargo, no estaba enfadada con Guille… bueno, quizá si me durara unos días el cabreo, pero no sentía todo ese odio que había sentido antaño. Y tampoco sentía dolor en mi corazón por la posible opción de haber perdido a Aarón. No lo echaba de menos, porque sentía que estaba junto a mí.
Además ¿Qué diablos era lo que me acababa de ocurrir? ¿Era eso normal en los inmunitas muy poderosos? ¿Emitir luz propia y sentir que estabas fuera de lugar? ¿Significaba eso que estaba realmente preparada para enfrentarme a los attacks? Una idea se me encendió en mi cabeza ¿Tendría que ver esto con Isla de Luz? No podía darle respuesta a ninguna de mis preguntas. Tampoco podía preguntarle a mi abuela, sería demasiado sospechoso. En la biblioteca tenía que haber algún libro sobre Isla de Luz, inmunitas brillantes o algo… Decidí que lo buscaría mañana.

Guille me esperaba en la calle, bajo el porche donde comunicaban unas habitaciones con otras. Su mirada fue hostil y reprochadora pero también pude observar como la preocupación embargaba su rostro. Pasé al lado de él sin dirigirle una sola palabra. Él me siguió.
-¿A que no estaba?
-Olvídame ¿Quieres?
-¿Para qué fuiste? Ha sido peor para ti… - me prometí que no le volvería a hablar, pero era demasiado bocazas.
-¿Si? ¿De verdad lo crees? Pues mira, estoy perfectamente. Es más, estoy muchísimo mejor que cuando estaba sana. – le informaba a medida que iba avanzando a mi habitación.
-Seguro…
Me giré y le lancé una mirada llena de firmeza y seguridad. Esto le sorprendió y dio un paso hacia atrás. Su rostro fue de sorpresa.
-¿Qué? – no tuve más remedio que pararme. ¿Por qué había retrocedido?
Tardó bastante en contestar.
-N-nada. – Frunció el entrecejo – supongo que he descubierto que realmente estás bien, es decir, que ya no tienes nada fracturado.
-¿Lo ves? – sonreí ante su perplejidad.
-¿Cómo es posible? – preguntó aún más extrañado.
-Ni idea… Además ¿Pero qué hago? No debería estar hablando contigo. Te recuerdo para mí no existes.
Me giré y fui directa a mi habitación. No me siguió.
Volví a mi habitación. Cuando regresé y realmente vi lo que era mi cuarto no pude reprimir un suspiro. Comencé a doblar la ropa que había encima de la cama y a colgarla en el armario y coloqué cada cosa en su sitio, aunque estuviesen estropeadas la mayoría de ellas. Había perdido la cordura.
Finalmente, tropecé con la cerradura que se había caído al suelo. La estuve mirando durante un buen rato. Había conseguido arrancarla de la puerta. Había movido objetos con los poderes que ni siquiera había entrenado. Sólo algunos eran capaces de mover objetos a tan corta edad después de haber desarrollado algunos poderes inmunitas. También algo se había encendido en mi interior y había sufrido algún tipo de ¿conexión? Con algo o alguien que ni siquiera sabía. Y sin embargo, ahora notaba que era totalmente capaz de mover cualquier simple objeto con tan solo pensar en ello.
En fin, pero ahora no era cuestión de pensar en esas cosas, ya lo haría mañana. Aunque me hubiese curado todo los dolores físicos, me sentía totalmente exhausta y necesitaba dormir profundamente. Coloqué una silla delante de la puerta para que si alguien entraba a medianoche, hiciese ruido y me despertase.
Me puse el pijama y derrumbé en la cama. Aarón, Aarón, Aarón. Toda mi cabeza estaba envuelta en su rostro, en su olor, en su sonrisa… en Él. Una gran parte de mí, deseaba con todas sus fuerzas de que apareciese mañana, y que nada hubiese ocurrido. Pero otra parte, sabía que no iba a estar allí. Que el destino había decidido darnos unos días para organizar el futuro y nuestros pensamientos. En realidad, no me sentía triste o dolorida. Sabía que era lo mejor para los dos.

Me desperté totalmente renovada. Mi mente se encontraba en perfecto estado y funcionando rápidamente. Mi cuerpo lo notaba más impetuoso y mi rostro estaba completamente fuera de todas ojeras y malestar de las dos últimas noches. Era una sensación totalmente satisfactoria.
En el desayuno, apenas miré a Guille, bueno… no lo miré nada. Ni tan siquiera un cruce de palabras. Y mis amigos lo notaban. Mabel comía silenciosa dirigiendo de vez en cuando una mirada a cada uno, haciendo zigzag. Los demás hablaban de sus temas de los cuales no prestaba mucha atención y me sumí en la organización del día.
Día libre. Tenía todo el día para estructurar las ideas… porque esta noche no iría al bosque. Una corazonada demasiado latente me avisaba de que Aarón no iría esta noche. Además, conforme se íbamos avanzando en el mes de octubre, una capa más gruesa cubría la mayor parte del suelo con el rocío junto con un descenso considerable de las temperaturas.
Después del desayuno iría a la biblioteca y buscaría información acerca de… ¿Qué era exactamente lo que quería buscar? ¿Inmunitas brillantes? ¿Traslación del lugar sin moverse del sitio? ¿Superpoderes aún más paranormales? No creía que hubiese esos temas en la biblioteca… aunque no se sabía. Esta sería la primera vez que la visitaría después de 3 meses.
Y así lo hice. No tenía que preocuparme de que nadie me siguiera. No creo que muchos quisieran visitar la biblioteca un domingo. Aunque la había visto de pasada, cuando entré, era aún más maravillosa desde dentro.
Una amplísima pared de unos veinte metros de largo estaba cubierta por una inacabable estantería cubierta todas ellas, obviamente, de libros. Se dividían en diferentes categorías. Desde lecturas de simple entretenimiento, a las enciclopedias más antiguas de hace siglos, pasando por un monstruoso estante cubierto todos ellos de la historia de inmunita a lo largo de los tiempos. Literatura clásica, medieval, contemporánea, moderna, teatro, filosofía, química, toda la clase de libros que jamás visioné todos juntos en una misma habitación. ¿Cómo no se me había ocurrido venir aquí antes? Esto era fascinante.
El ambiente era totalmente el adecuado para un estudio que un pasado me hubiese venido de perlas para el instituto. Unos ventanales recorrían el resto de la habitación dejando traspasar los rayos de sol y haciéndolo aún más acogedor. En el centro de la habitación se encontraban los escritorios con los ordenadores de última generación y las sillas más cómodas de ordenador, acolchadas por todas partes y flexibles al mismo tiempo junto con mesas de madera y sillas alrededores. En la única pared donde no se encontraban las grandes ventanas, unos sillones que a la vista parecían muy holgados recorrían el resto de la habitación. Tenía que venir aquí más a menudo. Aunque tan solo fuese para leer.
No la había visitado antes, porque en todo el tiempo que llevaba aquí, me releí todos los libros que tenía en mi casa y ya no había necesidad de ponerse a estudiar asignaturas realmente difíciles y examinarse teóricamente de las antiguas matemáticas, biología, química, etc. que antes tanto me atormentaban.
Dejé de maravillarme por aquel sitio y empecé manos a la obra. Fui directa a la sección I, de inmunitas. Ocupaba tres estantes completos de arriba abajo. Esto me llevaría bastante tiempo y más aún sin saber exactamente qué encontrar. Comencé por sacar uno que me resultó bastante interesante cuyo título era El poder de la mente. Ojeé las primeras páginas y el índice. No me serviría de mucho. Hablaba de las distintas partes del cerebro que los inmunitas utilizamos cuando se desarrolla nuestros poderes, de la cantidad de energía que gastamos cuando obligamos a nuestro cuerpo a realizar un esfuerzo sobrehumano, en definitiva, datos matemáticos. Lo volví a colocar en su sitio.
Seguí buscando minuciosamente entre los diversos títulos. Encontré uno llamado Poderoso inmunita. Le eché un vistazo. Era sumo de intrigante. Informaba sobre los inmunitas de grandes poderes. Éste experimentaba una mayor facilidad de mover objetos a grandes distancias totalmente controlados y una capacidad de visión desde más de 30 años atrás y 20 años de futuro, con cada detalle mínimo. Exactamente, podía observar todo lo que estaba alrededor del attack, salvo su cuerpo. Era capaz de divisar un mosquito alrededor de uno pero de él, solo veía como una sombra negra proyectada. Sin embargo, esto no era lo que estaba buscando. Lo devolví a su posición.
Durante más de dos horas y media estuve revisando una y otra vez distintos libros de todas las clases. De los minerales, a cómo mejorar una guerra de attacks. De cómo controlar visiones a cuatro tomos completos para seguir pistas hacia Isla de Luz. Pero ninguno de ellos trataba de la explicación por la cual un inmunita experimentaba un cambio de entorno, un lazo entre attack e inmunita o el resplandor propio de uno de nosotros. Así que decidí que lo dejaría por inútil cuando mi cabeza me daba martillazos.
Hoy no era uno de mis mejores días. Aunque me sintiese totalmente renovada, no tenía fuerzas para enfrentarme a Guille, a mis amigos y sus preguntas. Suponía que él hablaría con ellos y se lo contaría. Decidí irme al gimnasio de la residencia y pasarme allí el resto de la mañana. No había mucho de interesante en este día la verdad. Hacía bastante tiempo que no tenía uno tan tranquilo y relajante.

Los días siguientes pasaron igual. A partir del martes decidí volver al bosque para asegurarme de… no sabía qué, exactamente. En realidad sabía que no estaría allí. Pero tenía que comprobarlo.
Notaba como poco a poco me iba restringiendo del grupo y me convertía en una observadora de lo que ocurría a mi alrededor. Algunos de mis amigos, intentaban hacerme integrar de nuevo, pero no estaba en este mundo. Viajaba a los lugares donde nunca había estado. Imaginaba mil formas distintas cómo sería Isla de Luz. Recreaba mi futuro con Aarón. Y en mi interior algo sabía que ese futuro no estaba tan lejos.
Inconsciente y conforme iban pasando los días, los cuales Aarón no aparecía, comencé a meter la ropa de verano en una de las maletas. Cuando volvía de mi inspección por nuestro espacio aislado del mundo, volvía a sacarla y colocaba más ropa en ella. Era muy extraño cómo me estaba afectando todo aquello. Empezaba a pensar que me estaba volviendo un tanto loca.
No quería reconocerlo, pero el hecho de que Aarón no apareciese cada noche, solo significaba la separación de nuestro amor… o únicamente mi amor por él. Pero me negaba una y otra vez obligándome a mí misma a pensar que sería temporal. Que una de estas veces que vagaba por los bosques aparecería de nuevo. No se podía haber acabado esta historia tan especial. Sin embargo, los hechos eran otros.
Sola. Sin mis amigos, sin Guille, sin mis padres, sin Aarón. Me sumía en los libros de la biblioteca donde últimamente me pasaba la mayoría del tiempo. Como consecuencia de la soledad, mis poderes y mi fuerza habían aumentado dedicándole la otra mitad de mi tiempo que no ocupaba la lectura.
Los profesores se quedaban alucinados con mi exactitud a la hora de mover objetos a distancia, de la rapidez de mis movimientos, del grado tan alto de concentración, del radiar del tiempo respecto a las visiones. Casi me consideraban una inmunita especial… casi.
Mabel y Guille, empezaban a pasar cada vez más tiempo juntos y mi rencor por él… bueno, ya no quedaban restos. Sería por el hecho de estar más alejada de ellos. Guille comenzaba a sonreír más y dejar de estar tan tenso durante los días. Era como si le hubiesen suministrado una descarga eléctrica y no pudiese mostrar ningún afecto de felicidad.
Aunque por otra parte, a mí me ocurría exactamente lo mismo. No era el hecho de que no sonriese o que no hablase, pero sí que me estaba afectando en mi forma de ser. Una lucha se desarrollaba en mi interior por imponer la alegría en mi corazón, pero simplemente lo que había era una calma siniestra. No sentía dolor, no sentía ausencia, no sentía tristeza, pero tampoco felicidad, entusiasmo, motivación, sencillamente los días pasaban indiferentes. Me sumergía en los personajes de los libros y dejaba de ser yo.

Ya habían pasado catorce días desde que Aarón había desaparecido. Había arreglado mi móvil y lo llamaba cada noche después de llegar al bosque y ver que no estaba. Apagado.
Ya nadie ponía interés en mí cuando salía por la puerta de la residencia para visitar el lugar desierto. Se habían acostumbrado a verme partir sola y regresar con el rostro totalmente sereno.
Sabía que con mi actitud estaba haciendo daño a mis amigos y los veía muy preocupados por mí. En mi interior, durante estas dos semanas se había desarrollado una fuerza moral totalmente inhumana y había recobrado mi día a día. Volvía a entablar una conversación totalmente normal con mis amigos, e incluso usaba la ironía.
Hoy era viernes. Mañana se cumpliría dos semanas justo, pero prefería no pensar en ello. Estaba totalmente encabezonada que lo nuestro no se había acabado, que aún no había llegado lo mejor y no había absolutamente nadie que me quitase esa idea de la cabeza.

-Deberíamos ver Avatar. Dicen que es la mejor película de toda la historia. ¿Por qué no vamos hoy? Además hace tiempo que no salimos todos juntos a la ciudad. – propuse en el almuerzo.
Las caras de mis amigos fueron todas de aprobación. Un brillo resplandecía en sus ojos por la motivación. Un plan diferente, sería una quedada divertida.
-¡Claro! Y luego podríamos ir a cenar y dar una vuelta. Necesito un descanso. – suspiró Sandra y puso los ojos en blanco.
-No es de extrañar. Si no paras de entrenar y estudiar. Entrenar y estudiar, entrenar y estudiar. Un día de estos escribirás el examen de la universidad con Gitsa – su espada - y entrenarás con el libro de microeconomía. Hay que disfrutar de la vida Sandra. – Aconsejó Ángel mientras comíamos.
Todos reímos a una. Se respiraba un ambiente bastante agradable y simpático entre nosotros. Pero más aún entre Guille y Mabel. No sabía si en realidad ellos se daban cuenta o no, pero sus manos estaban la mayor parte del tiempo rozándose y siempre había un contacto cercano. Sinceramente, me proporcionaba una tranquilidad satisfecha. Sabía que así estábamos mejor. Todos.
-Bien. ¿Qué os parece a las 7 en el porche? – asentimos todos de acuerdo con Guille.
Después de comer, Sandra, Ángel y Cristina se dirigieron a las habitaciones. Nos quedamos en el comedor Guille, Mabel y yo. Noté una tensión demasiado palpable. Comenzaron a hablar entre ellos sobre algo que hicieron no sé qué día, no me enteraba de nada. Quizá fuese un estorbo para ellos, quizá ya no me necesitasen tanto. Hablaban entre sí fijando las miradas con tal deseo que me provocaba un pequeño escozor en el pecho al recordar cuánto tiempo había pasado desde que yo no había mirado así a Aarón.
Daba la sensación de que tan solo estaban ellos dos. Guille de vez en cuando miraba los labios de Mabel y esta un tanto sonrojada se los humedecía sin intención. Ambos reían alborotadamente al recordar algo que provocó la caída de Mabel en el pasillo de las habitaciones.
Yo, mientras tanto y estúpida de mí, seguí allí observando embobada la situación. Creo que fui demasiado descarada ya que me miraron y fruncieron el ceño. Aún un tanto embobada, sonreí y me disculpé. Me dirigí a mi rincón más sagrado, la biblioteca.
El momento se acercaba, estaba a punto de cumplirse la visión que vimos Mabel y yo. Sabía que debía de estar animada con los sucesos, sin embargo, sentía una cierta envidia en mi interior. No sabía cuánto tiempo podría seguir así. Lo necesitaba. Ansiaba tenerlo a mi lado.

Una vez que me sumergí en el mundo Babi y Step en A tres metros sobre el cielo, me olvidé de todo lo que me rodeaba.
-Allegra.
Sabía que alguien había pronunciado mi nombre, pero no caí en la cuenta de que era en la realidad.
-Allegra hija.
Tardé en reaccionar y llegar a la conclusión que era mi abuela la que me estaba llamando.
-Hola abuela. – sonreí y fijé mi mirada en su rostro. Lo vi totalmente desenfocado. Tuve que pestañear varias veces para poder ajustar mi vista al entorno.
-Ven conmigo, por favor. – su rostro era totalmente cariñoso y encantador.
Solté el libro y le seguí. No pregunté, ni hablé. Sabía que cuando mi abuela quería algo de mí, por mucho que le preguntase nunca me respondería a mis cuestiones.
Nos dirigimos a su habitación. ¿Qué era lo que tramaba? ¿Me daría algún regalo? Aún quedaba un mes para mi cumpleaños. ¿Sería otro libro para que me leyese? ¿Una espada nueva? Mi curiosidad se estaba disparando y no podría aguantar mucho tiempo para preguntar. Pero llegamos bastante rápido. Al entrar, cerró la puerta con llave.
Su habitación siempre me había parecido maravillosa para una persona de su edad. Las habitaciones de los profesores eran un poco más grandes que la de los entrenados. Tenía un pequeño vestíbulo con un gran ventanal que ocupaba la mayor parte de la pared. Una mesa redonda y pequeña junto a 4 sillas. Dos pequeños sillones y una mesilla de café en medio. De la pared colgaban unos cuadros de paisajes que representaban los alrededores de la ciudad y reflejaban calma y tranquilidad. Los colores de las paredes eran claros y alegres, cosa que a ella le sentaba estupendamente.
-Siéntate en el sillón y no te muevas. Ahora vengo. – asentí.
Me senté en uno de ellos y observé las fantásticas vistas. El sol se iba acercando a la montaña donde pronto se escondería. Algunas nubes a su alrededor taponaban los rayos que desprendía. ¿Por qué razón había echado la llave? Pero no me dio tiempo a pensar más porque en menos de 5 segundos apareció con algo entre las manos, rodeado de una tela de terciopelo azul oscuro. Lo sujetaba con sumo cuidado.
Se sentó en el otro sillón y lo colocó en la mesilla. Después clavó sus ojos azules en mí y su rostro se volvió serio. Como cada vez que iba a contar algo importante. Respiró hondo y me cogió de las manos con amor.
Sin saber por qué motivo, mi corazón empezó a latir frenéticamente y me costaba respirar. Ella se dio cuenta y me acarició las manos.
-Tranquila. – me susurró. – No pasa nada.
No me atreví a hablar. No quería interrumpirla. Mis ojos se desviaban a aquella tela tan suave. ¿Qué ocultaría debajo?
-Verás, si se enteran de esto me matan. – Comenzó a balbucear – No debía de entregártelo hasta que no acabéis el curso que queda, cosa que no sabéis ni vosotros mismos. – fruncí el entrecejo. No sabía a donde quería ir a parar. – Sin embargo, - prosiguió – este instinto mío me lleva avisando varios días que debo dártelo ahora. No me preguntes por qué, yo ya no tengo poderes, pero supongo que algún resto ha quedado dentro de mí. Algo me dice que lo vas a necesitar y deseo que en realidad esto solo sea una tontería y que no te haga falta por ningún motivo, pero sé que si no te lo doy ahora me arrepentiré.
-Abuela, por favor, ¿Quieres darme eso ya? Me estás poniendo nerviosa. – no pude evitar mi voz.
-Está bien, está bien. Aunque tienes que aprender a tener paciencia. – puse los ojos en blanco. Siempre salía con la misma excusa cuando se desviaba del tema.
Captó el envoltorio rodeado por la tela y lo puso en la palma de mi mano.
-Ten mucho cuidado. – me avisó.
Con las manos temblorosas, deslié la tela poco a poco hasta quedar al descubierto algo que me dejó totalmente aturdida. Era la piedra más maravillosa que me podía imaginar. Aún más que aquella de color fuego ardiente que pude observar en el cuello de Aarón.
Esta era totalmente distinta. Una textura completamente diferente, un elemento todo lo contario al fuego. Reflejaba destellos de luz azulada. Estaba colocada dentro de un molde de trapecio para protegerla y le seguía un colgante de auténtica plata. Todavía sin llegar a rozar nada de aquel maravilloso collar, me invadió la misma sensación que experimenté cuando me encontré con el mineral de Aarón. Me sumergí en un mundo totalmente distinto, sentía como que me evadía del lugar donde me encontraba.
Sin saber exactamente lo que estaba haciendo, me lo coloqué en el cuello, agarré el mineral con fuerza y dejé que me llevase por ese camino que se abría a mi paso. Podía sentir la ruptura de las olas al llegar a su destino, un hedor a sal y escuchar los susurros de los dioses del mar. Una sensación de plenitud recorría cada parte de mi cuerpo sintiéndome satisfecha en todos los sentidos. Emanaba energía, luz, por todas las partes. De nuevo, volvía a emitir esos centelleos. Otra ola de poder, de fuerza, de seguridad, retornaba en mi interior hasta que poco a poco fue cediendo y desapareciendo.
Pocos minutos después, volvía a estar en el vestíbulo de la habitación de mi abuela. Cuando recuperé mi semblante y volvía a percibir todo lo que me rodeaba, pude observar como el rostro de mi abuela estaba absolutamente desencajado. Tenía los ojos abiertos como platos dejando ver las arrugas de la frente, la boca parecía no poder soportar el peso de la mandíbula inferior y ésta se había descolgado, sus manos colgaban a los lados, como si nada perteneciese a su cuerpo. Pestañeaba muy lentamente y su respiración apenas era perceptible.
¿Habría emitido esa luz delante de ella? ¿Habría sentido todo lo que yo había experimentado? ¿Sabría ella la respuesta ante lo que me acababa de ocurrir? Al fin y al cabo, ella era mi salvación ante las preguntas. Si antes no le había preguntado por esto que me acababa de ocurrir era porque la primera vez había sido en busca de Aarón. Pero ahora, esto había sido completamente distinto. Ahora, sí que podía sacarme de dudas.
Sin embargo, permanecía en ese estado y no movía ni un músculo. Le dejé tiempo para que reaccionara. Al cabo de un minuto después de mi vuelta a la vida real, pestañeó varias veces, cerró la boca y comenzó a moverse. Parecía que había despertado de un sueño. Movió la cabeza a un lado y a otro para despejarse. Fijó su mirada en mí, seria, decidida y con un movimiento tan veloz que no fui capaz de captarlo, me abrazó con toda la fuerza con la que fue capaz.
-Vidita mía – (así era como me llamaba de pequeña) – eres tú. Eres tú. Eres tú. Eres tú. – su voz irradiaba una felicidad descomunal. – Es cierto lo que cuentan. Lo sabía. Tenía un presentimiento. Sabía que mi corazón no me engañaba. Oh Dios mío… - miró hacia el techo - gracias, gracias.
-Abuela… ¿Qué ocurre? ¿Cómo que sabía que era yo? ¿Que era el qué? ¿Por qué me das el mineral hoy? ¿Qué pasa? – me invadió la desesperación.
Al oír mis palabras, se calló completamente. Lentamente se despegó de mí y volvió a la total normalidad. Como si tan solo estuviésemos hablando de la vida.
-¿Qué? Ah… nada, nada. No pasa nada. – intentaba mostrar indiferencia, pero a mí no me conseguía engañar. Respiró hondo y siguió hablando. – Ha sido solo un ataque de euforia, no sé lo que me ha pasado. Te lo doy hoy… no sé por qué. El corazón me lo decía así, ya te lo dije.
-Abuela, a mí no me la cuelas. Dime qué me ha pasado. Por favor…
Soltó un suspiro largo e incesante. Cerró los ojos y respiró hondo.
-Está bien. Pero realmente, no sé exactamente lo que significa esto.
-¿A qué te refieres?
-Lo has notado, ¿verdad? – no había especificado nada, pero sabía perfectamente a lo que se refería. Asentí.
-¿Y tú? – le pregunté extrañada.
-No. Pero por lo que he visto sé que tú sí. Verás, nunca se ha dejado constancia de algo así en los escritos sobre los inmunitas. Pero la historia no sólo circula por los libros, una gran parte llega hasta nuestros días mediante las leyendas. Algunas son más verdaderas que todo un tomo que dejan evidenciado por sabe quién aburrido. – Carraspeé para apresurarla – Vale, vale. Según una de ellas, muy pocos inmunitas nacen con el don especial que le otorga Sihar. Pero aquellos que lo hacen, experimentan una fuerza aún más sobrenatural, unas visiones aún más potentes… hasta la capacidad de mover objetos sin ningún esfuerzo y eso solo puede significar una cosa…Podrás llegar lejos acerca de Isla de Luz. – su sonrisa llegaba de oreja a oreja. Sus ojos brillaban como diamantes, repletos de orgullo - Vidita mía… y tú eres uno de ellos. Sihar te ha elegido.
Le miré con una ceja enarcada y la boca torcida a un lado.
-Abuela… no creo que eso sea así… Es decir, ¿Por qué yo? No soy fuerte, no soy rápida, no atino bien con las visiones y los objetos se me escapan cuando intento moverlos.
-¡Pues claro que sí! ¿Te has parado a mirar a tu alrededor? ¿Te has dado cuenta en qué nivel estás? Estás en el nivel más alto que hay en la residencia. Estás con tus compañeros. Ellos, que llevan entre dos y cinco años entrenándose día a día. Que se esfuerzan por superarse a sí mismos. Y tú… hace tan solo tres meses que estás aquí y ya has conseguido mover objetos, poder controlar tus visiones, pelear contra el más fuerte de todos… Has conseguido en tan poco tiempo lo que ellos llevan intentado desde años. ¿Y sigues diciendo que por qué tú?
Me quedé totalmente atontada. Hasta ahora no me había parado a pensar en qué situación me encontraba. ¿Realmente había conseguido llegar tan lejos? ¿De verdad había avanzado tanto en las últimas semanas? Cuando llegué es cierto que me colocaron con los principiantes, luego en la clase de Cristina que lleva dos años, pasando por el nivel de cada uno de ellos hasta llegar a Lucas… ¿Era el nivel de Lucas el más alto? ¿Sería cierto que Sihar me había escogido? Pero en tal caso… ¿Para qué? La idea de buscar Isla de Luz, cada vez se me hacía más pesada. Era como una prioridad terciaria. Es más, apenas me había acordado últimamente. Me había interesado más por Aarón, Guille y mis poderes.
-¿Y qué se supone que tengo que hacer ahora?
-Nada. Dejarte llevar por la situación, poco a poco irás viendo con más claridad tu camino. Sihar te ha iluminado. Sé tú misma. Cuando se acabe la residencia, verás las cosas de otro modo. – me acarició suavemente el rostro y besó mi mejilla con amor.
Perfecto… entonces simplemente tenía que dejarme llevar… eso no me solucionaba mucho las cosas, la verdad. No me gustaba la idea de que mi vida estuviese siendo guiada por alguien. Aunque ese alguien fuese el primer inmunita, el que tuvo la oportunidad de ver Isla de Luz. Pero… no había otra elección… ¿no?
-Quiero que cuides el mineral como si te fuese la vida en ello… que de hecho hay gran parte de razón en eso. – Calló durante un momento y después prosiguió - Aun enterándome que eres especial… no me explico el porqué de mi corazonada. Pero hay que hacerles caso… nunca se sabe que puede ocurrir después.
-Gracias abuela. No te he dicho lo bonito que es.
-Una cosa… no debes dejarlo ver. Lo tienes que tener siempre debajo de tu ropa o de hecho… si se enteran que te lo he dado antes de tiempo… la verdad no sé qué pasaría, pero mejor que no se enteren. – asentí.
Entrar en contacto con el mineral aunque fuese de casualidad, algo en mi interior se removía y me provocaba un escalofrío escaso.

2 comentarios:

  1. waaauhhh ya kieroo el reeencuentroooo esta super iienn y no te perocuper k voi a seguir leyendolo no t vas a escapar de mi , tan silo te pido k me avises por tuenti cuando lo cuelgues akii va venir a leerlo xk sino se me olvida bss me encantoo jajaajja

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  2. Hola!!!
    por aqui estoy leyendolo como en tuenti! sabes que estoy enganchadisima pero te pido lo mismo que la de arriba, deja un mensaje en tuenti porque sino voy estar todos los dias entrando... por favor.
    Quiero que vuelva Aaron!!

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